DIAS PERDIDOS


La anorexia: el diario de una joven superviviente. Nacida en el seno de una familia de clase media norteamericana, la escritora y editora Marya Hornbacher quiso dejar constancia de su pesadilla personal. Una pesadilla que duró más de quince años de sufrimientos, y ese testimonio queda recogido en este libro: Días perdidos. Escrito con una increíble fuerza y una manera de narrar que en ocasiones son capacesde ponernos los pelos de punta.
Un apasionado y conmovedor relato de una brillante joven con mucho talento que, aún ahora, años después de cerrar ese capítulo de su vida, confiesa su pavor a volver a caer en las inquietantes sombras de una pesadilla mortal.

GINKO, LA PRIMERA DOCTORA


Una apasionante novela sobre la epopeya de la primera mujer médico en Japón.
Ginko Ogino parece destinada a una vida convencional, dominada por la sociedad machista del Japón del siglo XIX. Pero cuando su marido le contagia gonorrea, una enfermedad considerada incurable, se divorcia y es marginada por su propia familia. Incapaz de soportar la humillación de ser examinada por un hombre, decide convertirse en médico.
¿Será capaz de superar los prejuicios de un país y una época incapaz de aceptar que una mujer se convierta en doctora?
«Si hubiera mujeres médico, yo e infinidad de mujeres como yo se ahorrarían esta horrible vergüenza… No cesaré hasta convertirme en la primera doctora de la historia de Japón.»
Una historia de superación personal basada en una historia real.
Ésta es la historia real de una lucha sin tregua que rinde homenaje a todas las mujeres que desafiaron a su tiempo.

9 ENFERMEDADES DIFICILES DE DETECTAR


Yolanda García vivía entregada a su trabajo y a su familia. Durante años fue coordinadora general de una ONG al cuidado de niños desnutridos en comunidades indígenas de México. En 1990, tras un accidente, su madre necesitaba una transfusión de sangre y Yolanda no dudó en ofrecer la suya. Así descubrió que era portadora del virus de la hepatitis C. "Me sentía una mujer sana: 50 años, ni un gramo de sobrepeso, ningún síntoma que se pudiera relacionar con hepatitis, el hígado en perfectas condiciones".

En 1968, al dar a luz a su cuarto hijo, Yolanda sufrió una hemorragia, y posiblemente recibió sangre contaminada con el virus que entonces no se conocía bien.

Pero no fue hasta 2001 que empezó a sentir los primeros síntomas: una intensa pesadez en la cabeza, episodios de vértigo y mareos. Durante más de 33 años había estado incubando una enfermedad potencialmente fatal, y ningún doctor la había detectado.

Historias como esta son muy frecuentes. Algunas enfermedades y trastornos se desarrollan sin señales de aviso. O presentan síntomas tan vagos que los doctores se quedan atónitos porque ningún análisis ni prueba de laboratorio descubre fácilmente qué está fallando.

Hepatitis C

La causa de esta enfermedad es un virus que se transmite por contacto con sangre infectada. Al principio, produce inflamación del hígado. En las etapas más avanzadas de la infección puede causar cirrosis y cáncer.

Factores de riesgo: haber recibido una transfusión hace más de 10 años, pero también trabajar en hospitales y centros médicos donde los empleados pueden contagiarse accidentalmente con sangre infectada. El mayor riesgo lo corren quienes se inyectan drogas o se tatúan, y los pacientes más veteranos de hemodiálisis. Si fue sometido a cirugía hace más de 10 años, debe pedir que examinen su sangre.

Síntomas: casi todos los casos nuevos de hepatitis C son asintomáticos. "Es una enfermedad silenciosa", "el 30% de los infectados no presenta síntomas de ningún tipo". Sin embargo, en las etapas más avanzadas de la enfermedad se pueden manifestar desde fatiga, molestias digestivas, dolores musculares y de las articulaciones, hasta enfermedades de los riñones y cirrosis.

Diagnóstico: un análisis de sangre es suficiente para detectar el virus.

Tratamiento: Una combinación de medicamentos derivados de interferón y antivirales para la infección, pero el tratamiento suele durar hasta cuatro años, y muchos pacientes no responden bien. "Estoy tomando Ormitin-Aspartato, una medicina para bajar el amonio que mi hígado no ha estado eliminando", dice Yolanda García. "En unos días de tratamiento, el dolor de cabeza que sufrí por años desapareció por completo".

Lupus

Blanca Gil, una estudiante de comunicación social de 24 años, no daba crédito a lo que oía cuando le diagnosticaron lupus. A los 15 años le aparecieron unas ampollas en la piel de las manos. No les hizo mucho caso hasta que empezaron a salirle en la cara. Pasó tres años de un doctor a otro buscando una respuesta, pero nadie podía diagnosticar su problema. "Me decían que era neurodermatitis, alergia al sol, hasta cáncer". Después de una biopsia, un doctor se aventuró a suponer que se trataba de lupus, un trastorno del sistema inmunológico que hace que las defensas ataquen al mismo organismo que se supone deben defender, provocando daños en los tejidos. "No hay nada en la sangre que lo manifieste", dice el especialista en inmunología de Médica Londres, Miguel Uranga. "Y los síntomas pueden variar mucho de caso en caso. Por eso es difícil de diagnosticar".

Factores de riesgo: ser una mujer de entre 17 y 40 años de edad, aunque también la pueden padecer los hombres. Hasta hoy se reconoce como una enfermedad de tipo genético.

Síntomas: varían mucho de un paciente a otro. "Empiezas a sospechar que se trata de lupus cuando tienes a una mujer joven con caída de pelo, manchas en la piel, que le molesta la luz solar, con dolores articulares, que se siente muy cansada", indica Uranga. Pero también puede afectar los ojos, los pulmones, o prácticamente cualquier órgano.

Diagnóstico: el doctor considera el historial clínico del paciente y realiza algunos análisis para cerciorarse. "Muchas veces los pacientes llegan al diagnóstico adecuado después de años, con la enfermedad en un estado muy avanzado", dice el doctor Uranga.

Tratamiento: se utilizan varios medicamentos, de acuerdo con los síntomas del paciente. Si se detecta a tiempo, antes de que el riñón se dañe de manera muy severa, los pacientes de lupus tienen una esperanza de vida como cualquier otra persona. Blanca, que ahora lleva 4 años de tratamiento con el doctor Uranga, se siente mucho mejor. "Saber lo qué tienes y cómo actuar marca la diferencia. Ahora me siento como una persona normal, pero me costó hacerme a la idea de que voy a padecer esto toda la vida".

Enfermedad celiaca

Es el cumpleaños de María, una bonita niña de tres años, y lo está celebrando por todo lo alto: juegos inflables, hamburguesas, perros calientes, regalos, piñata y pastel. La única diferencia entre éste y cualquier otro cumpleaños infantil de la Ciudad de México es que ningún alimento contiene gluten.

Hace dos años, cuando ella y su familia se mudaron de Barcelona a la capital mexicana, María empezó a tener diarreas muy seguidas, se retrasó su crecimiento, su cabello se volvió seco y quebradizo, y lo peor: "Su ánimo decayó, estaba todo el día de mal humor, no quería hacer nada, y se alteraba por cualquier cosa", recuerda Cecilia Blasco, su madre, una joven arquitecta de 29 años. "Los doctores nos decían que era el cambio de alimentación, la llegada de su hermanito, el nuevo país... hasta que María podía ser alérgica a los pañales".

Seis meses después de la aparición de los primeros síntomas, el pediatra de María, desde Barcelona, les recomendó, vía correo electrónico, realizar unos análisis para descartar la posibilidad de que la niña fuera celiaca.

Los resultados fueron positivos y, desde ese momento, Cecilia y su esposo han tenido que cambiar sus vidas para supervisar cuidadosamente la alimentación de su hija.

Imagínese ser sensible a los granos de mayor consumo en el mundo: el trigo, la avena, el centeno y la cebada. Todos ellos contienen gluten, la proteína que da elasticidad a la masa del pan. Cuando María come cualquier alimento que contiene gluten, las proyecciones de la mucosa del intestino delgado, llamadas villi, se encogen o desaparecen, y esto le hace ser incapaz de digerir completamente los alimentos. La enfermedad celiaca puede provocar osteoporosis, anemia y serias deficiencias vitamínicas.

Factores de riesgo: al parecer se trata de un padecimiento de tipo genético. Las personas de origen europeo son más propensas a padecerlo. En México no se tienen datos precisos de la incidencia de esta condición; sin embargo, según cifras de la Asociación de Celiacos de México, 1 de cada 500 mexicanos la tienen. Aunque probablemente el porcentaje sea mucho más alto, puesto que el 70% de los celiacos no presentan ningún síntoma y si los presentan, se confunden con otras enfermedades, como en el caso de María. Los síntomas de una celiaquía latente pueden aparecer de manera repentina, con el estrés, el embarazo o después de una cirugía o una infección viral.

Síntomas: inflamación y dolores abdominales, estreñimiento o diarrea persistentes, anemia, pérdida o aumento de peso, dolores articulares, incluso fatiga y depresión. Los especialistas aclaran que esta enfermedad no necesariamente se presenta durante la niñez.

Diagnóstico: un análisis de sangre especial permite detectar los anticuerpos asociados con la condición celiaca, seguido de una biopsia del intestino delgado.

Tratamiento: si se sigue una dieta estricta sin gluten, los celiacos son personas sanas, y por eso es más bien una condición que una enfermedad. "Muchos más productos de los que uno piensa contienen gluten. Para saberlo con certeza se necesita el apoyo de las empresas alimenticias. Yo le daba a María tortillas de maíz de las que venden en el súper hasta que descubrí que les ponen cierta cantidad de harina de trigo para hacerlas más suaves. María sólo empezó a mejorar cuando dejó de comer gluten por completo. No se vale sólo un poquito".

Hemocromatosis/Hemosiderosis

Mirna Talbott, un ama de casa de 66 años, tuvo un accidente de bicicleta en los Estados Unidos cuando tenía 59. No parecía muy grave, pero los hematomas empeoraron y pronto se sumó un problema digestivo severo. A su regreso a México, estuvo internada en un hospital donde le hicieron todo tipo de análisis. Así, descubrieron que Mirna sufría talasemia, una condición de tipo genético que afecta a los glóbulos rojos de la sangre. Una de las consecuencias es la hemosiderosis o hemocromatosis, "una enfermedad en la cual el hierro que es ingerido, o el que pasa al organismo por medio de transfusiones, no es eliminado en su totalidad", dice la doctora Patricia Oropeza, hematóloga del Hospital General de Zona #8 del IMSS. Cuando nuestra sangre no metaboliza el hierro, este se almacena en diferentes órganos, principalmente el hígado y el corazón. Rara vez es mortal, pero cuando no se detecta, la hemocromatosis puede destruir los órganos en los que se deposita.

Factores de riesgo: La hemocromatosis es predominante en personas de origen celta, británico y nórdico, aunque no está restringida a estos grupos étnicos. También dentro del grupo de alto riesgo están las personas que por razones médicas reciben más de 10 transfusiones de sangre al año, y las que padecen talasemia (anemia hemolítica congénita), como la señora Mirna Talbott.

Síntomas: diabetes, insuficiencia hepática, coloración de la piel (bronceado). Dolores de las articulaciones, fatiga, dolor abdominal y problemas de corazón. Sin embargo, al igual que Mirna, muchas personas no presentan síntomas cuando se les realiza el diagnóstico.

Diagnóstico: un análisis de sangre ordinario puede detectar el exceso de hierro; después se realiza un análisis del ADN para revelar la susceptibilidad genética. Una biopsia del hígado es lo más indicado para confirmar el diagnostico.

Tratamiento: si es hemocromatosis primaria, la cual es rara en México, el mejor tratamiento son las sangrías -extracción de sangre periódica-, pero si es secundaria, se trata con una medicina (la deferoxamina) que va retirando el hierro de la sangre. La señora Talbott dice sentirse mucho mejor después de estar cuatro meses en tratamiento con Desferal.

Aneurismas

Los expertos coinciden en que los aneurismas son como bombas de tiempo, y por una buena razón: no aparece ningún síntoma hasta que el vaso sanguíneo defectuoso se rompe. Los aneurismas se encuentran a menudo en las grandes arterias del pecho y la cabeza, y son también los que tienen un desenlace fatal: casi la mitad de las víctimas mueren inmediatamente. Sin embargo, el pronóstico es optimista para aquellas personas a quienes se les detecta un aneurisma antes de que se rompa.

Factores de riesgo: "entre el 2 y el 4 por ciento de la población tiene aneurismas", dice el doctor Víctor Hugo Rosas Peralta, Presidente de la Sociedad Mexicana de Cirugía Neurológica, "pero no todos se rompen. La incidencia de aneurismas es más alta que la ruptura espontánea". Las enfermedades arteriales, la presión alta, el tabaquismo y tener parientes cercanos que hayan padecido aneurismas aumentan el riesgo de padecer este problema.

Síntomas: cuando estalla un aneurisma cerebral, se presenta al instante un dolor de cabeza que puede ser desde ligero hasta muy agudo. Otros síntomas incluyen náusea, vómitos, visión borrosa y rigidez de la nuca. Los aneurismas de la aorta anuncian su presencia con un gran dolor de pecho o abdomen.

Diagnóstico: el doctor Rosas ofrece un consejo: cualquier persona que sospeche de un aneurisma roto debe ser conducido inmediatamente a un hospital para realizarle estudios de imagen como la angiotomografía y angioresonancia, entre otros, con el fin de estar realmente seguros de que se rompió un aneurisma.

Tratamiento: una vez identificado el aneurisma, se analiza y se decide cómo proceder. Se puede hacer una cirugía o bien, se puede intervenir por vía endovascular arterial, utilizando catéteres especiales que se introducen desde la ingle por la arteria femoral hasta las arterias del cerebro. Una vez localizado el aneurisma, se introducen pequeños "coils" (diminutos espirales metálicos), con los que se rellena la cavidad aneurismática y se resuelve el problema.

Hipertensión arterial pulmonar

Cecilia Martínez era gimnasta, de las mejores de su equipo, cuando a los 15 años sufrió un desmayo durante una competición. Desde ese momento, y durante dos años, peregrinó de un doctor a otro pero nadie podía darle un nombre a su padecimiento. "Unos me decían que tenía anemia, otros que un soplo en el corazón, o un problema de hipertensión, pero nadie sabía la causa, y en consecuencia, tampoco el tratamiento". Volvió a desvanecerse, pero esta vez ya no se pudo levantar. Estuvo casi dos meses ingresada en el Instituto Nacional de Cardiología, y después de muchas pruebas por fin se obtuvo un diagnóstico: hipertensión arterial pulmonar (HAP).

"Esta enfermedad causa una presión elevada que se presenta sólo en las arterias de los pulmones, y no es la clase de presión que se puede medir con un esfigmomanómetro, por lo que es frecuentemente mal diagnosticada", dice Tomas Pulido, doctor especialista en HAP del Instituto Nacional de Cardiología Ignacio Chávez, en la Ciudad de México. La hipertensión arterial pulmonar indica que los vasos sanguíneos que van del corazón a los pulmones son muy angostos y los pulmones no pueden abastecer suficiente oxígeno a la sangre.

Factores de riesgo: el origen de la enfermedad aún se desconoce, pero al parecer hay factores genéticos y ambientales que predisponen a las personas a padecerla. También haber consumido pastillas supresoras del apetito; sufrir de alguna enfermedad del colágeno, como pueden ser la esclerodermia, el lupus eritematoso o la artritis reumatoide y ser consumidor de drogas como cocaína o meta-anfetaminas.

Síntomas: se parecen a los de muchas otras enfermedades diferentes: falta de aliento, fatiga, tos, mareo, desmayos, hinchazón de tobillos y piernas y dolor de pecho.

Diagnóstico: "solamente un doctor especialista (cardiólogo o neumólogo) puede determinar esta enfermedad", subraya el doctor Pulido. Para determinar si existe un diagnóstico de HAP se llevan a cabo una serie de análisis: electrocardiograma, ecocardiograma, cateterismo derecho del corazón y una prueba de caminata de 6 minutos de duración.

Tratamiento: depende de la edad, el estado de salud general y el historial médico. Incluye medicamentos vasodilatadores, anticoagulantes y diuréticos; oxígeno suplementario y una dieta moderada, sin sal y sin demasiados alimentos verdes. Cecilia Martínez tiene ahora 40 años: "He respondido bien a los diferentes tratamientos, aunque he tenido varias recaídas. Me tengo que cuidar mucho. También soy enfermera y dirijo un grupo de apoyo para pacientes de HAP. Como es una condición permanente y degenerativa, es bueno conocer a otras personas con el mismo problema y no sentirse solo".

Hipotiroidismo

La tiroides es una pequeña glándula situada en el cuello, justo bajo la manzana de Adán, que "ayuda al cuerpo a utilizar la energía", explica Arturo Zárate, jefe de la Unidad de Investigación de Endocrinología en el Hospital de Especialidades del Centro Médico Nacional. Cuando la glándula deja de producir suficiente hormona tiroidea, el metabolismo se desacelera. Aquellos que sufren esta enfermedad aumentan de peso, están fatigados y tienen lapsos de pérdida de memoria. Los síntomas son muchos y variados, pero al ser más o menos normales, el hipotiroidismo suele pasar inadvertido.

Factores de riesgo: las mujeres son cinco veces más propensas a desarrollar hipotiroidismo que los hombres. El riesgo aumenta con la edad y el embarazo. Según el doctor Zarate, "es una enfermedad con cierto carácter hereditario. Va en las familias". Aparece con más frecuencia en embarazos y con la menopausia.

Síntomas: intolerancia al frío, fatiga, aumento de peso, dolores musculares, constipación, voz rasposa, piel y cabellos secos, lapsos de pérdida de memoria, pérdida de energía, depresión, dificultad para dormir y caída frecuente de cabello.

Diagnóstico: se detecta al medir los niveles de la hormona tirotrófica contenida en la sangre.

Tratamiento: una dosis diaria de la hormona tiroidea de por vida. "El tratamiento realmente es muy sencillo, y permite que se recuperen todas las funciones", dice Zárate.

Síndrome de ovarios poliquísticos

"El síndrome de la poliquistosis ovárica es un desequilibrio hormonal. Esto produce alteraciones en el ciclo menstrual o la desaparición de éste", comenta Eduardo Goyri. Es una de las causas más frecuentes de infertilidad en el mundo, pero el tratamiento ofrece buenos resultados. Una vez reestablecido el equilibrio hormonal, es posible tener hijos.

Factores de riesgo: aproximadamente del 4% al 12% de las mujeres que se encuentran en edad fértil tienen ovarios poliquísticos.

Síntomas: sobrepeso, exceso de vello corporal y facial, periodos irregulares o inexistentes, acné y resistencia a la insulina. También, según el doctor Goyri, "para cerciorarse se tienen que ver más de 5 microquistes en los ovarios en la ecografía, cada uno de menos de un centímetro".

Diagnóstico: examen pélvico, ultrasonidos y análisis de sangre para medir los niveles hormonales. En el cuadro clínico tienen que aparecer también los síntomas típicos como el hirsutismo y el retraso o ausencia de los ciclos menstruales.

Tratamiento: los anticonceptivos regulan el ciclo menstrual y a veces ayudan a la absorción de los quistes o a la disminución de la descarga hormonal natural, depende del caso, y dan muy buenos resultados. El tratamiento es a largo plazo y siempre comienza con la dieta y el ejercicio. Si las pacientes no bajan de peso primero, las dosis hormonales no suelen hacer efecto.

Clamidiasis

A los doctores se les escapa esta infección bacteriana simplemente porque la mayoría de los afectados no presenta síntomas o son tan poco molestos que pasan desapercibidos. Cuando la clamidiasis no se trata en las mujeres, puede causar enfermedades inflamatorias en la pelvis, embarazo ectópico y, en algunos casos, infertilidad. Alrededor del 60% de las afectadas no tienen síntomas.

Factores de riesgo: cualquier hombre o mujer sexualmente activo puede llegar a padecer esta enfermedad, sobre todo aquellos que no tienen una pareja estable. Según datos del Instituto Nacional de Perinatología, la clamidiasis es una de las infecciones de transmisión sexual más comunes en todo el mundo, aunque México ocupe el cuarto lugar en la lista.

Síntomas: inicialmente son poco severos (un prurito genital y aumento de secreción vaginal), incluso las personas afectadas no acuden al doctor. Con el tiempo, las mujeres pueden experimentar dolores en el bajo vientre o la espalda, tener un acto sexual doloroso, sangrado entre periodos, nausea y fiebre.

En los hombres se manifiesta en la forma de supuración del pene, y dolor y ardor agudo al orinar; aunque, los hombres rara vez presentan síntomas, son más que nada portadores.

Diagnóstico: la clamidiasis se detecta con un análisis de orina o una citología del flujo vaginal.

Tratamiento: se cura con antibióticos como la tetraciclina o la amoxicilina. Lo ideal es que se trate a la pareja, porque sucede que, después de eliminar la clamidiasis en la mujer, esta reestablece las relaciones sexuales con su compañero, quien sigue siendo portador, y vuelve a aparecer.

COMO LIDIAR CON GENTE DIFICIL



Haga un frente común

Un grupo de enfermeras del Hospital Regional Saint John de Nueva Brunswick trabajaba con un anestesiólogo que, además de irascible, solía avergonzarlas haciendo comentarios lascivos; por ejemplo, sobre el tamaño de los senos de una de ellas. También les molestaba que fuera brusco con los niños que lloraban o se agitaban al salir de la anestesia. Aunque se quejaron de él a la administración, su comportamiento no cambió, así que buscaron una solución creativa.

Procuraban no dejarlo solo con ningún paciente o compañera, ya que el hombre se moderaba en presencia de testigos. Pero un día, cuando pensó que nadie lo observaba y alzó a un bebé agarrándolo por el pañal y el pelo, tres de las enfermeras actuaron de inmediato. Llamaron a un médico para que corroborara su queja y, como resultado, el hospital le aplicó una sanción al anestesiólogo.

"Si todos se unen contra los abusivos, no es tan difícil aplacarlos", dice Marilyn Noble, codirectora de un equipo de la Universidad de Nueva Brunswick que investiga la violencia y el maltrato en el trabajo.

Ponga en evidencia a los patanes

El doctor Graeme Cunningham, ex presidente del Colegio de Médicos y Cirujanos de Ontario y director de la división de adicciones del Centro de Salud HomeWood en Guelph, Canadá, encabeza un proyecto para corregir a los médicos "intratables", categoría en que están clasificados cerca del tres por ciento de los galenos de ese país. Una de sus técnicas consiste en montar una obra de teatro en la que se representa el comportamiento de uno de esos médicos a fin de que se dé cuenta de la perturbación que provoca en la gente. "El médico observa a la persona que lo interpreta mientras despotrica, maldice, amenaza y lanza objetos por todo el escenario", explica Cunningham. "Al verse reflejados de esta forma, los médicos perciben lo que otras personas ven y las comprenden. La comprensión puede conducir al cambio".

Recurra al humor

Shaun Belding, experto canadiense que ha escrito tres libros sobre el trato con gente difícil en el trabajo, señala: "Es casi una regla: uno puede quejarse de su jefe o de sus subordinados, pero cuando un colega de la misma jerarquía hace algo que molesta, uno tiende a aguantarse para evitar que digan que no sabe trabajar en equipo".

Belding afirma que, en estos casos, el humor es una gran herramienta. "Recuerdo a un hombre que siempre llegaba tarde al trabajo, a las juntas, a todo", cuenta. "Sus colegas juntaron dinero y le compraron un bonito reloj de pulsera. Cuando se lo dieron, le hicieron este comentario: 'Por lo visto, el tuyo no funciona' ". El señor Retardo entendió el mensaje.

Utilice el tacto

Glain Roberts-McCabe, socia directiva de una agencia de consultores gerenciales de Toronto, en una ocasión contrató a una mujer muy elocuente que tenía varios títulos universitarios. "En nuestro negocio la velocidad es esencial", dice, "pero ella no devolvía las llamadas de los clientes ni borraba sus mensajes del buzón telefónico al final del día. Era remolona".

Además, perdía mucho tiempo haciendo llamadas telefónicas personales. Un día tenía que entregar un trabajo urgente y se pasó 20 minutos platicando con una amiga. "Cuando le recordé la fecha límite, le dio un ataque de pánico", cuenta Glain. Se sentó con ella a discutir el asunto y durante dos horas le hizo preguntas como la siguiente: "¿Cuándo fue la última vez que este trabajo te entusiasmó de verdad?" La mujer lo pensó y concluyó que lo mejor para ella sería irse. "Planeamos una estrategia de salida y ella volvió a la vida académica", añade la consultora.

Denuncie los abusos

Susan Morgan llevaba siete años trabajando como encargada del bar de un concurrido restaurante en Coquitlam, Columbia Británica. Las cosas marcharon muy bien para ella hasta febrero de 1996, cuando los dueños contrataron a un nuevo jefe de cocina. Susan comenzó a discutir con él porque los clientes rechazaban algunos platos, pero el hombre alegaba que el menú estaba bien. Si ella lo contradecía, él le gritaba y hasta lanzaba las sartenes al suelo. En una ocasión, cuando Susan se quejó por tener que servir a los clientes alas de pollo más pequeñas, él la insultó a gritos para que los comensales oyeran, la llamó "nulidad" y le dijo que no se entrometiera en sus asuntos.

Gary Namie, autor de un libro sobre los empleados agresivos, diría que el jefe de cocina era la típica persona que "contamina el lugar de trabajo con sus cambios de humor y sus arrebatos de furia y que humilla a sus compañeros delante de otros".

Cuando Susan les contó a los dueños del maltrato del que era objeto, éstos le dijeron que hablarían con el cocinero, pero las cosas siguieron igual. En diciembre de 1998, una pieza de pan fue la gota que derramó el vaso. Susan insistió en que estaba quemado y que no lo serviría, pero el jefe de cocina alegó que estaba bien. Tras una última discusión, ella renunció.

Susan demandó por maltrato a los dueños del restaurante. Aunque Columbia Británica no tenía una ley específica que sancionara esa conducta, en el año 2000 un juez dictaminó que la demandante tenía derecho a ser tratada con "cortesía, decencia, respeto y dignidad", y como los patrones sabían de la situación y no hicieron nada para resolverla, ordenó que se indemnizara a Susan con 13 meses de salario: 38,000 dólares canadienses.

Manténgase alerta

Francine Martel-Vaillancourt, directora general de la Comisión de Normas Laborales de Quebec, que administra la ley promulgada en junio de 2004, dice que ésta se debería aplicar sólo como último recurso. Tan pronto como un empleado identifique un problema potencial, debería hablar con la persona hostil y pedirle que deje de actuar así. Si eso no da resultado, debe informar a sus superiores. "La prevención es el mejor remedio", afirma Martel-Vaillancourt.

Kenneth Westhues, profesor de sociología de la Universidad de Waterloo y estudioso del conflicto en el ambiente laboral, coincide con ella. "Cuando acudimos a trabajar, todos los empleados nos subimos al mismo barco", dice. "Somos responsables del bienestar de los demás, y cuando uno de nosotros es víctima o testigo de un ejercicio injustificado de poder de una persona sobre otra --sea de colega a colega, de jefe a subordinado o de subordinado a jefe--, nos convertimos todos en parte del problema. Soy un partidario convencido de la responsabilidad colectiva en el lugar de trabajo para que las cosas marchen bien y los empleados se respeten. Conozco muchos sitios de trabajo que funcionan de esta manera".

Aprenda a reaccionar

Al decir del consultor Gerry Smith y de Shaun Belding, autor de tres libros sobre cómo lidiar con gente difícil en el trabajo, nuestra manera de reaccionar ante las personas conflictivas puede mejorar la calidad del ambiente laboral para todos.

1. Personas que siempre culpan a otras, incluido usted. Hágalas conscientes de ello diciéndoles: "¿Por qué siempre es culpa de alguien más?" Es probable que se rían de su comentario o que se enojen. Ambas reacciones son señal de que entendieron el mensaje.

2. Personas que se apropian de ideas o méritos ajenos. Esto puede ser difícil de probar, así que anote su nombre en todos los documentos que redacte. Si alguien le roba una idea en una junta, señálelo de inmediato, de ser posible con sentido del humor. Más tarde, hable en privado del asunto con esa persona y pídale que no lo vuelva a hacer.

3. Personas que no paran de interrumpir. No lo tolere. Dígale a la persona con voz firme: "Por favor, espera a que termine".

4. Personas que ridiculizan a otras. Póngalas en evidencia diciéndoles: "Estoy seguro de que tu intención no era avergonzarme, pero lo hiciste".

5. Personas que no cumplen con sus deberes. Uno no puede obligar a un colega a responsabilizarse de su trabajo, pero sí decirle que está afectando a todos y que no tendrá más remedio que enterar al jefe si no asume sus obligaciones. Si no colabora, hágalo.

6. Propagadores de chismes y rumores. Reclame cuando se trate de usted, o acuda al jefe, quien podría decirle al chismoso: "Andan corriendo rumores por ahí. ¿Podrías ayudarme a remediarlo?"

7. Policías de cubículo y censores. Se trata de un tipo relativamente nuevo de agresor verbal cuya hipersensibilidad a temas como el sexo, la edad o la condición social de las personas hace que uno evite expresarse con libertad por temor a que lo malinterpreten. Una técnica eficaz para aplacarlos es decirles: "Eso es robar. Robar es cuando alguien toma algo mío que yo no le di. Tú te ofendes por cosas que yo no dije o hice en contra tuya".

LOS CHICOS NO LLORAN

¿Quiénes se conmueven con las películas sensibleras, se dejan llevar por la emoción hasta el grado de abrazar a perfectos desconocidos o se desmoronan ante una separación? La inesperada respuesta es: los hombres. Puede que sus estallidos de emoción se noten más en los estadios y también son ellos quienes casi siempre inician la ruptura de una relación amorosa, pero estudios recientes revelan que la vida emocional de los hombres es tan rica y compleja como la de las mujeres, sólo que suele resultarles un misterio a sí mismos y a sus parejas.

Las emociones siempre se han considerado un rasgo femenino, pero ellos las expresan con tanta frecuencia como ellas y describen sus experiencias sentimentales de modo parecido. En un análisis de la inteligencia emocional de 500,000 adultos, los hombres obtuvieron la misma puntuación que las mujeres en lo relativo a conciencia emocional. En estudios realizados con matrimonios, los maridos demostraron estar tan pendientes del estrés de sus parejas como ellas, y eran igualmente capaces de ofrecerles apoyo.

Así, hombres y mujeres ríen, lloran, suspiran y se enfurecen con la misma frecuencia, pero cada sexo vive y expresa sus emociones de manera distinta. "Para ellos están en segundo plano; para ellas en primero", explica el psicólogo Josh Coleman, autor de un libro sobre el tema. "La testosterona afecta los sentimientos de los hombres, que tienden a disociarlos y racionalizarlos más. Las mujeres parecen tener una conciencia natural de las emociones que los hombres sólo adquieren con esfuerzo. Pero cuando lo consiguen, los beneficios son enormes. Sus relaciones mejoran, y ellos son más felices".

La mente masculina

Hace 13 años Chris Schroder, hombre de 48 que vive en Atlanta, lo tenía todo: buena salud, el trabajo de sus sueños, una esposa y dos hijos a los que adoraba. Pero en el lapso de un mes lo hospitalizaron por una apendicitis, lo despidieron y su matrimonio fracasó. "Perdí de golpe los tres pilares de mi existencia", cuenta. "Había ido por la vida sin expresar gran cosa porque no me daba cuenta de que era necesario, y no sabía hacerlo".

¿Por qué tantos hombres sufren de esta incapacidad? La respuesta está en el cerebro. "El cableado cerebral masculino difiere del femenino", explica el doctor David Powell, presidente del Centro Internacional de Asuntos de Salud, y añade que la conexión entre el hemisferio izquierdo, sede del raciocinio, y el derecho, de las emociones, es mucho mayor en las mujeres. "Es como una autopista; por eso ellas pasan con tanta facilidad de un hemisferio a otro. En los hombres, en cambio, es como un camino rural, de ahí nuestra dificultad para expresar las emociones".

Esto quizá explique por qué, en 125 estudios realizados con hombres y mujeres de diversas edades y culturas, ellos resultaron menos aptos para interpretar mensajes no verbales como ademanes, gestos y tonos de voz. Los hombres también reaccionan con menos intensidad ante las emociones... y las olvidan antes. En un experimento de la Universidad Stanford, las mujeres presentaban una actividad cerebral más intensa y amplia al mirar imágenes perturbadoras o traumáticas, y tres semanas después las recordaron mejor que los hombres. Los investigadores suponen que quizá por eso algunas mujeres siguen resentidas por una riña con el esposo meses después de que a él se le ha olvidado.

El divorcio, que suele afectar más a los hombres, los adentra en el terreno inexplorado de sus emociones. "Por primera vez tuve que afrontarlas", cuenta Schroder, que volvió a casarse después de más de una década de soledad. "Pasé años luchando con emociones intensas y profundas que nunca sospeché que tenía. Y una vez que las sientes, no puedes volver a reprimirlas. Ahora aprecio más la vida, y soy más creativo que nunca. Si hubiera sabido todo lo que he aprendido, tal vez habría sido un mejor esposo".

El juego del llanto

La primera vez que Robert Westover, hombre de 41 años de Washington, D. C., vio llorar a su padre fue el día en que él se graduó de infante de marina en el mismo campamento que su padre y su abuelo. "Derramó una lágrima y me impresionó", cuenta. Educado en una familia de militares con tres hermanos, Westover aprendió a comer rápido, hablar fuerte, competir con ferocidad y reprimir sus sentimientos. "Entre hombres es inconcebible expresar emociones", añade.

Los niños aprenden esto pronto. Al año de edad tienen menos contacto visual con los demás que las niñas, y se fijan más en objetos en movimiento como los autos que en los rostros. Madres y padres hablan menos de las emociones (salvo la ira) con los hijos que con las hijas, y el vocabulario de los varones tiene menos palabras relativas a ellas. En el patio de recreo, si no es que ya en casa, aprenden a tragarse el llanto y a no mostrar miedo. Su rostro, al principio tan expresivo como el de las niñas, se vuelve más frío entre los seis y los 12 años.

De adultos, los varones usan menos palabras, y si hablan, al menos en público, es para descollar de los demás, no para acercarse a ellos como hacen las mujeres. Incluso entre amigos, la conversación masculina es sobre todo un intercambio de información. "Las mujeres hablan para aclarar la mente, mientras que los hombres piensan antes de hablar", afirma el psiquiatra Mark Goulston, coautor de un libro sobre relaciones de pareja. "Si no lo hicieran, correrían el riesgo de decir alguna tontería y ser blanco de burlas, u ofender a otro hombre y ser golpeados. Se sienten más seguros con la boca cerrada".

¿Qué se esconde tras esa máscara de silencio y estoicismo? La vulnerabilidad. Los expertos coinciden en que la mayoría de los hombres son más inseguros de lo que quisieran admitir, y de lo que suponen sus esposas. "En sus adentros, todos temen no ser tan capaces, valientes y varoniles como se espera de ellos", agrega Goulston. "El hombre sabe que su papel es proteger a su familia, arreglar lo que se descompone. Cuando se siente incapaz de cumplirlo, prefiere callar y encerrarse en sí mismo".

Ahora que los papeles y las reglas de los sexos se han vuelto menos rígidos, algunos hombres se han atrevido a mostrar su lado tierno, pero aún hay muchos que no saben cuánto deben exteriorizar. "De pronto una mujer te pide que seas más abierto con tus emociones", cuenta Westover, que está divorciado, "pero al minuto quiere que seas su roca. Las mujeres nos exigen realizar acrobacias emocionales que nos destrozan los nervios. Los hombres no tenemos a nadie que nos sirva de ejemplo para ser emotivos y fuertes a la vez".

Por qué estallan los hombres

Aunque las mujeres se enojan con tanta frecuencia como los hombres, la ira sigue siendo la emoción prevaleciente entre ellos. "Mis hijos todavía recuerdan mis 'ataques de furia'", cuenta Kim Garretson, estratega empresarial de 54 años de Minneapolis, Minnesota, que en una ocasión se puso fuera de sí en un restaurante porque le sirvieron un plato sin descongelar. "Nunca expresaba mis sentimientos, pero de vez en cuando no podía más y estallaba".

¿Por qué tantos hombres pierden los estribos? "La rabia es producto de la frustración acumulada a fuerza de reprimir una parte esencial de nosotros mismos. Sin embargo, eso es lo que hacemos los hombres porque tememos que, si cedemos un poco de terreno a las emociones, éstas nos desborden", explica el psicólogo Kenneth Christian, autor de Your Own Worst Enemy ("Tu peor enemigo"). "Pero si no desarrollamos todas las facetas de nuestra personalidad, si no aprendemos a lidiar con nuestras emociones, nos convertimos en sombras, en versiones truncas de nosotros mismos, y todo es cuestión de tiempo para que el castillo de naipes que somos se venga abajo".

Para Kim Garretson ese día llegó hace cuatro años, cuando le diagnosticaron cáncer de próstata. Como suele ocurrir cuando enfermamos de gravedad, Garretson comprendió que no perdería nada, y tenía mucho que ganar, si daba rienda suelta a sus emociones. "Ya no me da miedo expresar casi cualquier sentimiento", cuenta. "Para desahogar la furia suelto algunas frases sarcásticas y sigo adelante. El humor es para mí una válvula de escape. He reanudado viejas amistades, hablo sobre los temas trascendentales de la vida, le busco un sentido espiritual a mi existencia. Estoy tan lleno de vitalidad y alegría que mi esposa dice que estoy irreconocible".

Algunos consejos

En sus tiempos de Harry el Sucio, Clint Eastwood nunca flaqueó, pero ahora que es esposo y padre y ha ganado un Oscar por haber dirigido una película que explora las profundidades del alma masculina, el tipo rudo se ha ablandado un poco... aunque sigue siendo un hombre de pocas palabras. "Los hombres que más esconden sus sentimientos son probablemente los más sensibles", agrega Christian. Sea como sea, los hombres pueden aprender a ser más expresivos sin necesidad de llorar ni mostrarse temerosos. A continuación, algunos consejos para empezar:

· Emprende una actividad creativa que te sirva de válvula de escape. Los pasatiempos como la pintura o la música pueden sacar lo mejor del alma de un hombre. Recuerda que buena parte de las grandes obras plásticas, literarias y musicales fueron creadas por miembros del sexo supuestamente incapaz de expresar emociones.

· Desahoga el estrés y la ira por medio del ejercicio. "Cuando yo llego al punto de querer destrozarlo todo, un descanso de 10 minutos no basta para calmarme", explica Westover, que en los momentos de fuertes emociones busca un lugar donde echarse al suelo y hacer "lagartijas".

· Intenta mostrar "un poco" de cada emoción. "Empieza con aquellas que puedes controlar, busca a alguien dispuesto a escucharte y usa la frase 'un poco'", aconseja Coleman. Decir que estás un poco triste o asustado es menos peligroso que confesarte abiertamente vulnerable.

· No huyas de lo que te aflige. "En vez de evadir una emoción que no sabes afrontar, permítete sentirla", aconseja el psicólogo Travis Bradberry, coautor de The Emotional Intelligence Quick Book ("Manual de consulta sobre inteligencia emocional"). "Aprender a lidiar con las emociones exige tiempo y práctica, porque implica reeducar el cerebro, pero se facilita con el tiempo".

Lo que las mujeres deben saber

"Los hombres somos como los cangrejos ermitaños", afirma Chris Schroder. "Cuando sacamos a relucir nuestras emociones y salimos lastimados, nos encerramos en nuestra concha y tal vez no volvamos a salir. Para convencernos de abrir nuestro corazón de nada valen las presiones ni la adulación. Hay que darnos tiempo para que nos sintamos seguros". He aquí cómo puedes ayudar a tu pareja a sentirse más a gusto con sus emociones:

· Al conversar, ponte a su lado en vez de frente a frente. "Ver a un hombre a la cara lo hace adoptar una actitud de competencia o enfrentamiento", explica David Powell.

· Realiza una actividad física con él. Los hombres bajan la guardia mientras se ejercitan. Deja que los temas salgan a la conversación de manera natural, pero nunca hagas hablar a un hombre mientras camina, porque puede pararse en seco.

· Si lo ves llorar, limítate a hacerle compañía en silencio. "Cuando los hombres ven Campo de sueños, tienen un 95% de probabilidades de echarse a llorar", agrega Powell. "Los deportes son el vínculo arquetípico entre un hombre y su padre, y para la mayoría de los hombres la relación con el padre es la primera y la más importante de su vida". No intentes analizar la película ni su infancia. Sólo comparte el momento con él.

· Cuando un hombre tuvo un mal día, no hay que presionarlo para que hable al respecto. "Si se ha pasado la jornada lidiando con dificultades, lo más probable es que al final del día sólo quiera olvidarse de ellas", explica Kenneth Christian. "¿Qué sentido tendría prolongar su sufrimiento toda la tarde, cuando eso no va a resolver los problemas?"

· Exprésale tus sentimientos sin palabras. La conversación quizá sea la forma de preludio amoroso preferida por las mujeres, pero los hombres ven en las propias relaciones sexuales una forma de comunicación. "Los hombres expresamos una gran parte de nuestras emociones de manera física", agrega Powell. "Las relaciones sexuales son nuestra manera de mostrar nuestro afecto". Antes que presionar a un hombre para que manifieste sus sentimientos con palabras, habla con él en su mismo idioma.

· Dile a tu hombre qué clase de apoyo emocional necesitas de él. En una investigación realizada con matrimonios, la psicóloga Lisa Neff, de la Universidad de Toledo, en Ohio, observó que los maridos pueden ser tan sensibles y ofrecer tanto apoyo emocional como las mujeres, sólo que pocas veces aciertan con el momento oportuno para hacerlo. "No es que los hombres sean olvidadizos; sólo necesitan que sus esposas les digan qué necesitan, y cuándo".

· Comunícale lo mucho que significa para ti. "Cuando estén gozando de un momento de tranquilidad, pregúntale a tu marido: '¿Te he hecho sentir alguna vez que hoy no te admiro o te respeto más que el día en que nos conocimos?'", recomienda Mark Goulston. "Dile cuánto le agradeces a la vida por tenerlo a tu lado, y que lamentas no decírselo con toda la frecuencia que quisieras. En la mayoría de los casos, un hombre al que se le dice esto se queda boquiabierto".

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