QUE PRINCESA ERES



Los cuentos tienen la culpa”. Oí decir.
“Ellos nos han metido la imagen del “vivieron felices para siempre” y eso no es cierto. Bueno fuera.”
“Sí, pensamos que seríamos como Cenicienta, rescatadas por un Príncipe, o que como Blanca Nieves seríamos despertadas con un beso de amor y nos iríamos a un castillo en un corcel blanco… Y seguimos esperando.”
Yo callada, escuchaba estas conversaciones, que créeme, he oído no una, sino varias veces.
“Además las “princesas” son unas mustias. Disque muy recatadas y en realidad son bien aventadas, ¡se van con el primero que encuentran!”
¡Vaya! Hay un gran resentimiento contra las heroínas que todas tuvimos en la infancia. ¿Pero porqué? ¿Nos fallaron? ¿Nos mintieron? ¿O la realidad es que nosotras mismas nos engañamos y traicionamos? Y ahora, les echamos la culpa a unos cuentos de nuestra infancia.
Yo como tantas niñas, crecí “educada” por estas princesas.
Disneylandia, es y sigue siendo uno de mis lugares de diversión favoritos. Y lo digo sin culpa, porque sé que el tuyo y el de muchas personas más también lo es. Nos regresa a la infancia, y nos recuerda que los sueños se pueden volver realidad.
Pero según mis amigas no. Son patrañas. Así que me pregunté ¿en verdad estas heroínas rompieron aquellos sueños con los que crecimos? Había que averiguarlo con bases teóricas.
¿De dónde vienen las princesas de cuento? ¿Por qué están escritas así? ¿Qué mensaje nos quieren dar? ¿Con qué objeto?
Olvidémonos de los hermanos Grimm y Charles Perrault. La realidad es que los cuentos los conocemos gracias a las películas de Walt Disney. Él y su compañía los hicieron masivos.
Y el cine, como cualquier medio de comunicación, siempre tiene un mensaje social. Disney siempre fue muy activo en eso. En el buen sentido de la palabra. Pero ahora la gente tiene rencor porque resulta ser que el príncipe del que nos platicó, no llegó.
Mi primera tarea entonces, consistía en entender qué pasaba en el momento histórico, en que las películas de princesas vieron luz. ¿Qué sucedía con las mujeres que fueron a ver el estreno de Blanca Nieves o de La Bella Durmiente?
¿Cómo Porque a nosotras ya nos tocó el bikini y el pelo rojo y alborotado de La Sirenita. Y nos tocó la Mulán que salva a un país, y disfrazada de hombre se va a la guerra. ¿Eso hubiera sido permitido en los años treintas o cuarentas?
La primera pregunta a respondernos es, ¿de dónde vienen las princesas?, ¿cuál fue su tiempo histórico?
Te prometo que me apasioné con el tema. Descubrí cosas que jamás imaginé, prejuicios y tabúes que vienen desde varias décadas atrás que seguimos creyendo; verdades que han ido saliendo muy poco a poco, y que muchos han querido ocultar.
Créeme que ahora entiendo porqué tú y yo somos así. De dónde venimos. Y porqué mi mamá es así, y porqué mi abuela era así. Finalmente somos también producto de nuestra época, y de todo el pasado que hemos ido cargando. Se me prendió el foco muchas veces, y otras tuve coraje y enojo, por la gente que vivió con creencias tan falsas y fue infeliz… ¡y lo sigue siendo! ¿Quieres continuar con esos mitos?
Por lo pronto una parte del tema estaba resuelto: Cada princesa es resultado del momento social en que se creó. Pero había un gran “pero”. Nosotras no nacimos ni vivimos en los treintas, cuarentas, cincuentas, etc. Y sin embargo vimos Blanca Nieves, Cenicienta y La Bella Durmiente. Crecimos con ellas, y nos influenciaron igual. Sí, teníamos más opciones para escoger. Nos podíamos disfrazar de Jazmín enseñando el abdomen, o de Aurora con un gran vestido rosa. Nosotros escogíamos qué princesa queríamos ser ¿no? Entonces, ¿por qué nos sentimos traicionadas?
Es cierto que después de esta investigación, yo veía en mi abuela a una extraordinaria Blanca Nieves. Cocinaba espectacularmente y nos tenía siempre alrededor de la mesa. Le gustaba bailar y sí se fue con su Príncipe y vivió feliz para siempre en su castillo, porque tuvo una actitud feliz ante la vida. Sin embargo siempre festejó mi libertad.
Pero el shock me entraba cuando veía a una Blanca Nieves de mi edad. Y me sorprendía al ver que existían, como si me hubiera topado con el mismísimo Santa Claus. No, no están en peligro de extinción. Estas mujeres jóvenes, encantadas con atender al marido y su casa, que toman clases de cocina para siempre servir bien, cuentan con servicio doméstico (porque ni creas que Blanca Nieves hacía el quehacer ella sola) y su casa es su más grande orgullo.
Sí. Uno pensaría que ya no se encuentran Cenicientas en esta época. Pero no lo niego y no lo niegues tú tampoco. Todas, y en serio es todas, tenemos en nuestro inconsciente colectivo aquella fantasía femenina –reforzada por las comedias románticas hollywoodenses- de ir a una fiesta de noche, con un súper vestido, y que todos se nos queden viendo; y así, partiendo plaza, que el “Príncipe” atraviese el salón vestido en smoking (para modernizar el concepto) y nos saque a bailar ante la envidia de los invitados.
Y sí, como La Bella Durmiente queremos quedarnos acostaditas y tranquilas, y que de pronto llegue el galán, toque a nuestra puerta, nos bese y nos casemos. Qué sencillo sería, ¿verdad?
Pues estas “princesas” están junto de mí, comprando un café en Starbucks, o en el súper consiguiendo los ingredientes de un pastel, o en el cine, de la mano con su príncipe. Aquí están. No son de los años treintas o cuarentas. Y me caen re-bien.
También las Mulánes (se oye raro en plural), que ganan más que el marido y lo mantienen. También las conozco y admiro. Y las Pocahontas, que prefieren terminar una relación porque más vale estar solas que mal acompañadas. O las Bellas que aman estudiar por sobre todas las cosas, que en vez de principe tienen una Bestia, y aprenden a negociar con el; o las Sirenitas que se atreven a desafiar a la autoridad y tienen la iniciativa de conocer mas. Las Megaras seductoras, las Janes que se lanzan a la selva con Tarzán, y las “Encantadas” Giselles que han pasado por todas estas etapas.
Luego sigue la segunda parte: La guerra de princesas. ¿Quién es mejor y porqué?
En una reunión de Blanca Nieves y Cenicientas, en las que hay varios cubiertos de plata y se toma el té con tacitas de porcelana en manteles de encaje, oigo decir:
“Esa tonta de Pocahontas. Dejó ir al partidazo de John Smith. Él que era extranjero, rubio, alto, ¡conquistador! ¡con mucho oro! Qué babosa. Perdió su oportunidad. Ha de ser terrible quedarse soltera.”
O… “Mulán me da mucha pena. La pobrecita pues no es muy agraciada y su arreglo no le ayuda. Necesita un “fashion emergency” ya. Y luego es medio masculina, y le interesan más las cosas de hombres… ¿no será del otro lado?”
O… “De qué le sirve a Bella tanto estudio, si rechaza a Gastón. ¿Para qué tanto éxito profesional si está sola?”
Pero también he ido a las reuniones de las Pocahontas y las Mulanes, más sencillas, sentadas entre cojines en el suelo, una pijamada en un departamento con alteros de libros sin recoger y abiertos todos. La cosa se voltea:
“Pobre Cencienta. Ella que pensó que se casó con el Príncipe y dicen que sólo la tiene lavando y limpiando. Pensó que la trataría como una reina y la usa como sirvienta.”
O… “¡Ay, es horrible ir a la fiesta de Blanca Nieves! No tiene tema de conversación. Sólo nos platica de sus siete enanos, sus gorritos y zapatitos, queeeeee flojera.”
Y… “Esta Aurora es una floja, no hace nada en todo el día. Se la pasa durmiendo y cantando. Claro, como no tiene una carrera… el príncipe se debe aburrir mucho con alguien así. Estará muy bonita pero no tiene nada en el cerebro…”
¿Por qué? Tú dime. ¿Desde cuándo las princesas se atacan unas a otras? ¿Por qué no son del mismo equipo? ¿Por qué se comportan como enemigas en vez de como aliadas? ¿Por qué creen que un tipo de princesa es mejor que otro?
Eso, querida Princesa, también tiene que ver con nuestra historia. Con el pasado que traemos cargando. Además de tu historia personal (que sólo bien tú sabes), me refiero a NUESTRA historia, la de las mujeres.
No es justo. Tantos años de lucha por nuestros derechos, como para que seamos nosotras mismas las que lo echemos a perder y nos volquemos en nuestra contra.
Cada princesa tiene derecho de ser como quiere ser, y así, ser feliz. Sin importar lo que digan los demás. Cada princesa tiene derecho de ser escuchada y de desarrollarse como mejor crea. Nadie –más que las brujas amargadas- tiene derecho de juzgar la vida, el cuento, que cada princesa ha elegido. Y creo que cada princesa es digna de admiración.
Hay un problema de inicio cuando estamos enojadas con nuestro “final anti-feliz.” ¿Te has preguntado quiénes somos? ¿Y qué queremos? ¿Qué quieres tú? De verdad qué quieres.
Olvídate de la opinión de Maléfica o de Úrsula, la bruja del mar. ¿Cuál es TU idea de final feliz? ¿Por qué? ¿Porque te dijeron que así debía ser? ¿O porque en verdad lo sientes?
Si eres Pocahontas, no puedes aspirar a tener el final de Blanca Nieves. Te traicionarías a ti misma. Por eso hay tantas Pocahontas divorciadas –y por fin contentas-, porque descubrieron que habían aspirado a un final “feliz” que no era el suyo.
Si eres Cenicienta no puedes esperar irte a la guerra con una espada a luchar. No es tu esencia.
Entonces, para saber quién eres, hay que saber de dónde vienes; y después, a dónde vas.
Ésa es una de las principales cualidades de TODA princesa. Saben quiénes son y lo que quieren en la vida. Así tengan que luchar o vender su voz por un par de piernas.
Pero como en todo cuento, se requiere de arrojo y valentía para descubrirlo, para preguntártelo.
Yo tomé la aventura que aquí te comparto. Y descubrí ante mis muy incrédulos ojos, que tengo algo de todas las princesas. A pesar de ser hija de la post-revolución sexual, tengo dentro de mí una parte de Blanca Nieves, Cenicienta y Aurora. Y a partir de entender esa parte mía, he comprendido mucho mejor a estas princesas. Y las admiro más, también.
Todas somos princesas. Todas. Pero somos diferentes, con metas y sueños distintos. No por eso somos mejores o peores. Somos princesas. ¿Porqué no unirnos para alcanzar nuestro reinado?
Atrévete a escribir tu propio cuento ¿Qué princesa eres tú?
Las princesas pasivas e indefensas, como Blancanieves y La bella durmiente, representan la época de los años 50. Mientras que princesas de otras décadas como Ariel de La Sirenita, Jazmin de Aladino y Mulán, comienzan a mostrar signos de rebeldía, iniciativa propia, valentía, voluntad e inteligencia.

Todas las mujeres occidentales crecieron con el imaginario de Disney del cuento de hadas, princesas y príncipes azules; y viven su vida esperando la clásica sentencia de "y vivieron felices para siempre". Disney ya ha dado una opción para todo tipo de princesas, es decir, existe la historia de la que sí encontró al príncipe azul, la que lo encontró, pero no fue suficientemente bueno para ella y prefirió dejarlo ir para quedarse sola y no traicionar sus ideales, la que vio más allá de las apariencias y decidió pulir a su propio príncipe, la que decidió esperarlo y la que prefirió ir tras él. En este tiempo de bodas reales, quizá te sea divertido descubrir qué tipo de princesa eres o quieres ser.

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