CAMPAÑA: "YO NO ESTOY EN VENTA"




Invisibilizada trata de personas; anuncia Lydia Cacho campaña "Yo no estoy en venta", en Chihuahua
El tercer mejor negocio de la delincuencia organizada es la trata de personas, sólo por debajo del tráfico de armas y tráfico de drogas. Al año, la trata de personas le aporta al crimen, 46 mil millones de dólares y actualmente hay unas 23 millones de personas esclavizadas, de acuerdo con cifras de la Organización de las Naciones Unidas.

“Yo no estoy en venta”, es una campaña creada por niños, adolescentes y jóvenes entre 10 y 21 años de edad, contra la trata de personas, la cual fue presentada esta tarde por la periodista Lydia Cacho, quien con su trabajo periodístico evidenció una red de pederastas, encubiertos por diferentes autoridades.

El problema, explicó la periodistas de Quintana Roo, es que las autoridades desconocen qué es la trata de personas y generalmente confunden esa actividad delictiva con el tráfico de personas, aún cuando son dos cosas totalmente diferentes y por tal desconocimiento, no la aceptan y menos la combaten.

Durante su conferencia "Prevenir y combatir la trata de nuestras hijas: ¿quiénes son y cómo
operan los tratantes? Herramientas para niñas y adolescentes”, impartido en el auditorio del Supremo Tribunal de Justicia del Estado de Chihuahua, Lydia Cacho. El recinto permaneció lleno durante dos horas que duró la conferencia.

La campaña fue creada en Cancún, Quintana Roo, luego de que Lydia Cacho convivió con estudiantes de escuelas públicas y privadas, principalmente secundarias públicas y privadas, para analizar el tema de la trata de personas, para conocer qué necesitan y qué desean, para que ellos generaran la campaña.

Fue así como
armaron un guion y posteriormente un video a través del cual difunden las causas, consecuencias y formas en que enganchan a niños, niñas, adolescentes y jóvenes para ofrecerlos en el comercio sexual. Así evidencian que es a través de anuncios en periódicos, en medios de comunicación, utilizan la estrategia de agencias de contratación de modelos, edecanes, etcétera.

Lydia Cacho insistió en visibilizar la trata de personas, porque de otra manera no se puede hacer mucho, ya que muchas veces las autoridades lo ocultan por ignorancia, por miedo o por otras razones.

Ella realizó una investigación de trata de personas en todo el mundo, especialmente en México, en cada entidad, durante casi todo 2010. Fue así como se dio cuenta que casi todas los estados tienen esa problemática. Chihuahua no es la excepción y en Ciudad Juárez está vinculado con los turistas, como quedó evidenciado hace unos años cuando se dio a conocer que estadounidenses y canadienses venían a comprar servicios sexuales a esas frontera., recordó la periodistas.
La conferencista indicó que los problemas para que no se visibilice o se haya creado una cultura de naturalización de la trata de personas, es que por ejemplo, a la prostitución se le denomina una actividad que atenta contra la moral y buenas costumbres, cuando no se ve que es un cuerpo el que se ha vendido como vender quesos, mientras que no denominan igual a los permisos de bares y alcohol, que les generan cifras millonarias a los gobiernos en el año.

Cuando Lydia acudió a las escuelas para conocer qué conocían y qué querían los adolescentes del tema, les preguntaba: quién tiene miedo, quién sabe que hay una guerra, quién tiene mucho miedo y no abé qué hacer con ese miedo, alguno ha hablado
con un adulto de que sienten ese miedo?".De esa manera se percató que viven con miedo, no lo manifiestan.

"Vivimos en un país adultocéntrico y adultocrático, donde no tenemos respuesta para ellos, todos los días escuchan de descabezados, descuartizados, mujeres aesinadas y nadie o casi nadie les explica nada, no nos estamos sentando con ellos y ellas, para decirles que esto está pasando por esto ypor esto".

Indicó que la trata de personas ha existido siempre, pero ha sido poco vista e investigada, p
or ejemplo, a los niños desde hace años se les decía que si no se cuidaban se los llevaría el robachicos o la robachicos, que los iba a ofrecer dulces y luego los iba a llevar a un lugar feo. “Esa robachichos era una tratante, una enganchadora”.

Lydia Chacho alertó que cada vez son más jóvenes quienes son enganchadas y enganchados, la edad promedio en que las mujeres comienzan a tener sexo en la actualidad, es a los 12 años. Y es que el sexo genera oferta y la oferta genera esclavitud. Es un gran negocio

“Todas tenemos derecho a una vida sexual libre y feliz, muchas veces juzgamos a las mujeres que se prostituyen en lugar de entenderlo, nadie merece malos tratos ni vi
olencia sexual”.

Por ello, es necesario que los padres de familia platiquen con sus hijos e hijas, pero también se requiere hablar con nietos, sobrinos y sobrinas, para darles información sobre la trata de personas y sobre todo, indicarlos medidas de prevención. “Una de las manera más sanas de empezar a aborda el tema, es quitar este velo de terror”, manifestó Lydia Cacho, luego de compartir su testimonio de vida, ya que fue secuestrada, arrestada, pero también violada y agredida físicamente hasta romperle los huesos, por escribir sobre el tema de trata pr
ecisamente.

Ella compartió que su mamá le expresó cuando estaba hospitalizada, que “eso no me lo merecía, no importa cómo estuviera, no es tu culpa va a ser culpa de él. La esencia de vida ida es que los derechos humanos son importantísimos, el más grande derecho es el derecho a la felicidad”.

De esa manera, informados y haciendo frente al temor, se podrá demostrar “que no tienen tanto poder como creen (los delincuentes), que no les vamos a seguir dando poder con el silencio, que no a todos les toca denunciarlo pero a quienes nos toca, lo vamos a hacer”.

“Ese para mí es el principio de la ética, aprender a no estar de acuerdo, sin matarnos y sin insultarnos”. De esa manera, llamó a la ciudadanía a unirse a la campaña “No estoy a la venta”, para abatir la problemática en el estado.

HASTA AQUI!


Hay semanas en las que uno siente que se está preparando para la batalla de las batallas. Cada quién sabe cuál es la propia. Y se vive como una convicción de que no podemos seguir adelante sin tomar algunas decisiones.

Me parece que estos momentos son esos que, entretejidos, definen el rumbo de nuestra vida y tienen que ver para empezar, con cosas como seguir viviendo en el mismo lugar o cambiarse de casa, seguir con la pareja amorosa o terminar la relación, cambiar a los hijos de escuela, darle un giro a la vida laboral, retomar o iniciar un entrenamiento para correr un maratón antes de los 40.

Lo específico de las decisiones no es lo que hoy quiero enfatizar. Lo importante de estos procesos de cambio y movimiento, es la claridad que de pronto sentimos sobre la necesidad de replantear la vida y el sentido que tiene.

Sentido de vida es un concepto usado sobre todo en la logoterapia, creada por Victor Frankl que escribió un libro que casi todo mundo ha leído: "El hombre en busca de sentido" y que en lo fundamental plantea algo que se describe bien con la frase de "si tienes un por qué, encontrarás el cómo".

Más allá del optimismo de esta frase que se puede quedar en una más de esas expresiones motivacionales que se desgastan y terminan por no movernos ni una fibra de la mente ni del corazón, es un llamado urgente a tomar postura en la vida. A definir qué queremos y qué no, qué cosas nos importan y cuáles no, qué áreas de nuestra vida están lastimadas y requieren de reparación, qué relaciones o prácticas relacionales se han vuelto inaceptables dentro de mi familia de origen, con mis hijos, con mi pareja o con mi jefe.

No se vale no tomar postura. De eso nos acusan a los mexicanos muchos expertos en historia de México. Marchas van y vienen pero al final, quienes se comprometen como ciudadanos son minoría y aunque éste no es el tema del artículo sí quiero mencionarlo porque a veces no puedo creer lo que veo en la calle. Minorías luchando porque no se hagan obras viales absurdas que sólo benefician económicamente a quienes requieren dinero para campañas presidenciales. Y la mayoría, en silencio. Tampoco puedo creer el basurero en el que quedó convertido el estadio azteca después del concierto de U2. Que lo limpien otros, porque yo ya pagué por mi boleto supongo que piensa la gente en estas circunstancias cuando hacerse cargo de la basura que uno genera es el mínimo acto de responsabilidad personal.

Consumimos lo que sea, leemos cualquier periódico por malo que sea, escuchamos a comunicadores mediocres que claramente no cuestionan nada, porque tienen miedo de volverse demasiado incómodos. Vemos telenovelas basura, talk shows basura donde se lacera la dignidad humana, somos incapaces de reconocer que nos estamos equivocando como padres cuando descubrimos que nuestro hijo está deprimido y no hacemos nada más que sufrir.

Nos sorprendemos de tener una relación miserable con la pareja de años, cuando nos hemos dedicado a ignorarle, a maltratarle o cuando hace años que dejamos de tener una vida sexual placentera. Y un mal día se nos viene todo encima, como si no fuéramos responsables de lo que nos está pasando.

La vida es una vorágine de eventos, de emociones, de decisiones que tomar. Los niños y los adolescentes están preparándose para ella, pero nosotros como adultos, lo estamos haciendo muy mal. Sí, generalizo. Hablo desde mi experiencia en escuelas para padres en las que sigo escuchando a padres de familia decir que si una adolescente se embaraza es su culpa y no la del chavo que la embarazó, porque los hombres no pueden controlar su sexualidad. Lo digo porque veo todos los días entrar a mi consultorio a mujeres que llevan años creyéndose las mentiras que sus parejas les cuentan, perdonando violencia emocional, física, económica e infidelidades... y un día se dan cuenta de que se sienten solas, violentadas y no amadas. Porque también veo hombres que están asustados porque ya no saben lo que significa ser hombres y lo que se espera de ellos, pero son incapaces de reconocerlo. Lo digo porque de verdad la vida vecinal apesta. En el elevador del edificio donde vivo siempre hay alguien dispuesto a un pequeño acto de vandalismo como tirar basura en él, ensuciarlo o ya de plano meterle un rayón con una llave.

Sé que estoy hablando de muchas cosas, pero es que tomar postura es una asunto sistémico que todo lo abarca. Yo, primero que nadie, tengo que saber qué quiero y que no quiero en la vida, a qué aspiro, por qué cosas vale la pena quemarse las pestañas, desvelarse, morirse en la raya y por cuales no. Separar lo vano de lo importante, enfrentar nuestra forma de ser madres y padres y cambiar si es necesario, resolver nuestras diferencias de pareja o decidirnos si la cosa es grave, a terminar la relación. Trabajar con los vecinos para encontrar y poner un límite a quien maltrata la propiedad de todos, ir a las marchas a expresar que #estamoshastalamadre, pero no sólo eso sino seguir en contacto con lo que en éstas se propone y estar dispuestos a dar tiempo a las causas valiosas. Pero la verdad, con que cada uno fuera un poco menos conformista, más claro y más valiente e hiciera esas cosas que lleva años posponiendo, la situación cambiaría radicalmente.

No se cómo llegué hasta aquí dicen muchos. Yo sí: tomando malas decisiones, evadiendo la realidad, negando el dolor, culpando a los otros de lo que es mi responsabilidad y siendo mediocre para vivir mi vida.

Así que, pregúntate en este momento en qué crees, qué quieres para ti, para los que amas, qué defectos de tu personalidad urge que cambies, a qué estás dispuesto por defender lo que valoras. Empieza ahora, piedra por piedra. Mañana, podríamos estar muertos.

SER PADRE




El domingo es día del padre y me acordé de un congreso al que fui hace años organizado por el Círculo Psicoanalítico Mexicano que se llamó "la huella del padre en la vida de la hija". Lo que más recuerdo es que éramos muchísimas mujeres, viendo películas alusivas al tema, escuchando ponencias que explicaban todos los fenómenos vinculares que se dan entre padre e hija y varias, muchas también, lloraban sus propias heridas, vacíos, abandonos y anhelos en relación a sus padres.

El Instituto Nacional de las Mujeres ha dicho en reiteradas ocasiones que el padre mexicano es un padre abandonador en términos estadísticos. Por la migración a los Estados Unidos, por irresponsabilidad o por falta de compromiso con la mujer con la que procrea un hijo.

Dicen los estereotipos de género que los hombres siempre encuentran la forma de huir al espacio público escondiéndose detrás del exceso de trabajo, incapaces de ser fieles, asustados de ser controlados por sus mujeres y todo esto los convierte en seres que no están. Una investigación organizada en Stanford, contó cuántas palabras decía un padre a sus hijos y cuánto tiempo pasaba con ellos en sus recámaras en comparación con la madre. La proporción era de siete a uno siendo siete veces más palabras y más tiempo el pasado por la madre con los hijos en comparación con el uno del padre.

Sin embargo, en todos estos años, he podido atestiguar a veces, la convicción de muchos hombres interesados en ejercer su paternidad de una forma distinta a la concebida por el discurso dominante que tiene mucho de reduccionista y muy poco de justo para reflejar las particularidades de las historias de padres que hacen su mejor esfuerzo por estar.

Para la hija, el padre es el primer hombre de su vida. Para el hijo, es el primer modelo a seguir. La hija se enamora del padre. El hijo quiere ser como el padre. La niña aprende a verse a sí misma a través de los ojos del padre y esta mirada la ayudará a construir más adelante su identidad de mujer. La niña se vuelve coqueta y encantadora ante la mirada amorosa del padre. Esta relación sufre la prueba de fuego cuando la hija llega a la adolescencia y el padre siente la necesidad de poner un límite en la cercanía física y emocional con la hija, decisión necesaria para una adecuada diferenciación de la hija que de lo contrario se puede convertir en una suerte de pareja del padre. Para el hijo varón la cosa está más fácil. No tiene que pelearse con la madre por el amor del padre. Simplemente tiene que tratar de ser como él. Y habría que decir que hay padres inseguros que compiten incluso con sus hijos y disfrutan de ganarles en todo y de dejarles en claro que ellos son mejores y más fuertes y siempre lo serán.

Si la relación de la hija con la madre es frustrante, la hija huirá a protegerse con el padre. Padre e hija a veces borran a la madre, la desaparecen, dando lugar en esta hija a una sobrevaloración de lo masculino, a una rivalidad con otras mujeres porque se ha acostumbrado familiarmente a competir con una mujer (su madre) por el amor del hombre. Quizá esto pueda derivar también en conductas sexuales impulsivas de la hija al tener una sexualidad demasiado poderosa, jamás acotada ni asentada por la presencia de una pareja parental adulta que la regrese a su lugar de hija.

El padre puede ser posesivo con la hija como producto de la envidia hacia la madre en cuanto a la fusión que ésta tiene con los hijos gracias a la maternidad biológica. El padre busca fusionarse con los hijos, sobre todo con la hija para competir.

La angustia de separación en la mujer surge por los abandonos del padre. Esta angustia se convierte en la hija en pánico frente a la ausencia y a la separación. La muerte, el divorcio, la desvinculación afectiva del padre, generan este miedo al vacío en la hija.
Hay padres con profundas tendencias destructivas. O por machismo, que devalúa a la hija por el simple hecho de haber nacido mujer o por una tendencia al abuso, al incesto, al maltrato, al abandono, donde el amor se convierte en perversión y en dolor.
Se dice (lo dijo Freud) que la ley la impone el padre. Quizá nos convendría creernos esto cada vez menos. La ola de mujeres solas sería más desoladora aún si pensáramos que la internalización de la ley sólo es posible habiendo un hombre en el panorama.

Que la madre pueda ser madre y padre es sólo una frase aspiracional. La madre es madre. Y a veces con eso basta. Porque si el padre sólo es reconocido como la ley, puede volverse patológicamente exigente, inhibiendo la creatividad y la libertad necesarias para que la hija y el hijo sean lo que tengan y quieran ser. La sana exigencia del padre promueve el éxito, la confianza y la creatividad en los hijos.

Un buen padre no está obsesionado con su masculinidad y puede llegar a sentirse cómodo haciendo algunas cosas que hace la madre. Estos padres sonríen, cargan y hablan más con sus bebés que aquellos con prejuicios de género. El padre puede proteger a los hijos de la sobreprotección de la madre, pero también existe para apoyar a la madre, para ser el contacto con el mundo, un mundo más real y menos ideal que el que se vive con la madre. Fromm dijo que la gran diferencia entre el amor de la madre y del padre es que el de la madre es incondicional y el del padre no. Yo estoy convencida de que hay de todo. Padres sobreprotectores, que aman incondicionalmente, incapaces de decir no, cariñosos, dulces, juguetones, frágiles. Y madres frías, distantes, que condicionan el amor, que son más estrictas con los hijos que el padre, etc.

Total, felicidades a todos aquellos que se aventaron el tiro a pesar de los pesares, a pesar del miedo, de la falta de dinero, de su juventud, de la falta de planeación, de cualquier falta de algo. Tener un hijo, hacerse responsable de él, legarle algo valioso, es un acto de amor y compromiso que merece ser aplaudido siempre.

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