JUANA INES DE ASBAJE: SOR JUANA


Nos remontaremos al siglo XVII, plena etapa del México colonial para descubrir a una niña de inteligencia precoz que siempre se interesó por las ciencias y las letras. Su amor por el estudio la incitó a vestirse de hombre para poder ingresar a la Real y Pontificia Universidad de México, sitio vedado para las mujeres de aquel entonces. Esta niña que tiempo después se ganaría el calificativo de "décima musa", se llamó Juana de Asbaje y Ramírez de Santillana, mejor conocida como Sor Juana Inés de la Cruz.

Juana nació el 12 de noviembre de 1648 en la Alquería de San Miguel Nepantla (tierra de en medio), pueblo de Amecameca. Fue hija natural de Isabel Ramírez de Santillana, criolla de origen andaluz, arrendataria de la hacienda de Panoyán y del militar vasco don Pedro Manuel de Azbaje y Vargas Machuca. La vida de la pequeña Juana transcurrió dentro de un ambiente pueblerino, sus primeras enseñanzas las recibió en Amecameca junto con su hermana mayor. A los tres años ya sabía leer, sus primeros libros fueron los de la pequeña biblioteca de su abuelo Pedro Ramírez, a sus escasos ocho años dio muestras de su talento literario, escribió una Loaal Santísimo Sacramento para la festividad del Corpus.Doña Isabel llevó a su hija Juana a la ciudad de México, por algún tiempo la niña vivió en casa de su tía María Ramírez. Su preceptor fue el bachiller Martín de Olivas quién le enseñó latín en veinte lecciones. A los trece años Juana se había convertido en "una exquisita belleza criolla". Belleza y cultura juntas era muy raro encontrarlas en las mujeres de aquella época, el entonces virrey de la Nueva España don Antonio Sebastián de Toledo Molina y Salazar, Marqués de Mancera la llevó a la corte como dama de la virreina.Dentro de ese ambiente cortesano, elegante y suntuoso Juana se relacionó con la nobleza, con el alto clero y con los mejores catedráticos de la Universidad. Cierta vez, el virrey reunió a varios teólogos, filósofos, matemáticos y poetas, para que a manera de lid científica interrogaran públicamente a la joven, eran cuarenta y todos fueron vencidos por ella. Juana tuvo la característica de ser enviada por las mujeres y deseada por muchos caballeros que frecuentaban la Corte, pero plenamente consciente de que los únicos caminos permitidos para las "mujeres honestas" eran el matrimonio o el recogimiento dentro de un monasterio, la joven se negó al matrimonio y optó por el segundo, ya que este sería el mejor camino para acercarse al maravilloso mundo de las letras.Influenciada por su confesor el jesuita Antonio Núñez de Miranda, el 14 de agosto de 1667 Juana ingresó como corista a la Orden de San José de las Carmelitas Descalzas. Transcurridos tres meses de vida conventual la joven enfermó posiblemente a causa de la disciplina y penitencia a la que fue sometida, por lo tanto abandonó el convento el día 18 de noviembre y regresó al palacio virreinal. Firme en su decisión, al año siguiente hizo sus primeros votos en la comunidad de las Jerónimas llevando con ella el nombre religioso que tomó de la fundadora de San José: Sor Inés de la Cruz. Las reglas de San Jerónimo, menos estrictas se adecuaron a sus necesidades y aspiraciones, profesó el 24 de febrero de 1669.En el convento, Juana tuvo servidumbre y podía recibir visitas. Entre sus amistades se contaron los marqueses de Mancera quienes apadrinaron la toma de hábito; del arzobispo y virrey Payo Enríquez de Rivera, de los marqueses de La Laguna, el obispo Fernández de Santa Cruz, Juana de Guevara, Juan Ignacio María de Castorena y su amigo dilecto, elconnotado científico don Carlos de Sigüenza y Góngora. Su celda parecía biblioteca, tenía instrumentos matemáticos y musicales, a pesar del encierro conventual ella tenía comunicación con el exterior a través de la correspondencia que le llegaba del interior y fuera de la Nueva España. Sin descuidar los deberes religiosos, desempeñó el cargo de archivero del convento y llevaba la contaduría y, además, tuvo lo que para ella pudo haber sido lo más valioso: tiempo para estudiar y escribir. Admirada y protegida por los virreyes Sor Juana nos legó una producción que abarca casi todos los géneros.Dada su popularidad en 1680, el Cabildo le encargó la redacción del texto para celebrar la llegada de la capital de nuevo virrey y su esposa los marqueses de la Laguna y condes de Paredes. El escrito se tituló Neptuno alegórico. En 1683 ganó dos premios en el certamen universitario del Triunfo Parténico. A la muerte de fray Payo Enríquez, la silla episcopal la ocupó el misógino Francisco de Aguiar y Seijas quien no vio con buenos ojos el trabajo profano de Sor Juana, el obispo furioso se encargó de que Juana Inés no tuviera acceso a su biblioteca que en ese momento era de casi cuatro mil libros.
La situación empeoró para ella, cuando en 1690 redactó la Crisis del sermón del mandato, en éste rebatió la tesis teológica de un sermón predicado cuarenta años atrás en 1640 por el jesuita portugués Antonio de Vieyra. El escrito fue publicado por Fernández de Santa Cruz, obispo de Puebla, con el título Carta Athenagórica, precedida por una carta firmada con el seudónimo Sor Filotea de la Cruz, en la que el obispo pide a Sor Juana ocupe su inteligencia en asuntos religiosos. La respuesta no se hizo esperar, en 1691 Juana escribió la Respuesta a Sor Filotea, calificada como un excelente documento en el que habla más la mujer que la monja. Tiene carácter autobiográfico y de defensa de la mujer que lucha por elderecho a la vida cultural.A esta polémica se sumó el escándalo que produjo la Carta de Serafina de Cristo de fecha 1 defebrero de 1691. Elaborada en forma de enigma, la carta fue dirigida al obispo de Puebla Manuel Fernández de Santa Cruz, en este documento Sor Juana con disfraces y metáforas pone a descubierto que la Carta Athenagórica realmente estaba dirigida a su confesor Núñez y no a Vieyra, y en la cual afirma que "el mayor don de Dios fue dejarnos en absoluta libertad". En1693, algunas autoridades eclesiásticas emprendieron un juicio secreto en contra de Juana, a la que juzgaron por creerla una monja mundana, rebelde y poco fervorosa.
El juicio concluyó en febrero de 1694 con la sentencia de abjurar sus errores, confesar sus culpas y ceder su biblioteca con todo y sus instrumentos y regalos al envidioso de Aguiar. Además fue obligada a escribir con la sangre de sus venas a manera de tinta, textos de penitencia exigidos por el tribunal eclesiástico como Petición que en forma causídica presenta al Tribunal Divino la Madre Juana Inés de la Cruz, por impetrar perdón a sus culpas y fue forzada a realizar la renovación de sus votos.De todo, lo más doloroso para SorJuana fue desprenderse de sus libros e instrumentos, pidió que fuesen vendidos para ayudar a los pobres. Ingeniosamente logró quedarse con algunos e inició la reconstrucción de su biblioteca, pues ella quería morir como había vivido: estudiando.La obra sorjuanista es muy extensa, representó la máxima expresión del bárroco mexicano manifiesta en: romances, endechas, redondillas, décimas, glosas, quintilla, sonetos,liras, ovillejos, silvas, versos, villancicos, letras sagradas para cantar,autos y loas. Comedias: Los empeños de una casa y Amor es más laberinto. Prosa: Neptuno alegórico, Carta atenagórica, Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, Ejercicios devotos, Ofrecimiento para el Santo Rosario de quince misterios, Carta Serafina de Cristo y Docta explicación del misterio y voto que hizo de defender la Purísima Concepción de Nuestra Señora, la madre Juana Inés de la Cruz. Su obra fue publicada en tres tomos: Poemas (1689), Obras poéticas (1692), Fama y obras póstumas (1700).Y por si esto fuera poco, en sus ratos libres pintó un autorretrato que resguarda el Museo de Sor Juana abierto en lo que fue la casa que la vio nacer.Corría el año de 1695, la ciudad de México se vio asolada por una epidemia de peste que invadió al convento de San Jerónimo. Sor Juana se contagió auxiliando a sus hermanas, su luz se apagó el 17 de abril de 1695.

DOÑA JOSEFA ORTIZ: LA CORREGIDORA


"Había en Querétaro un agente efectivo, descarado, audaz e incorregible, que no perdía ocasión ni momento de inspirar odio al rey, a la España, a la causa determinaciones y providencias justas del gobierno legítimo de este reino, y que éste era la mujer del Corregidor". De esta manera seexpresaba el arcediano y deán José Mariano Beristáiny Souza, de una de las mujeres más trascendentales de la historia de México, doña Josefa Ortiz Girón.

María Natividad Josefa nació el 8 de septiembre de 1768 en Valladolid, actual Morelia, capital del estado de Michoacán. Sus padres, originarios de la provincia de Vizcaya, España, fueron Juan José Ortiz y María Manuela Girón. Los señores murieron cuando Josefa era muy joven quedando a cargo de su hermana mayor quien decidió trasladarse a la ciudad de México. El 30 de mayo de 1789 ingresó al Colegio de San Ignacio, actual Colegio de la Paz Vizcaínas ubicado en el centro histórico de la ciudad.

Cierta vez, el Colegio fue engalanado para recibir la visita de algunos funcionarios, entre ellos iba el licenciado Miguel Domínguez Alemán, que al ver a Josefa se enamoró de ella. Don Miguel pidió permiso para visitar a la joven y la boda se realizó en el Sagrario Metropolitano de la ciudad de México el 23 de enero de 1793.

Pasado el tiempo, el virrey Félix Berenguer de Marquina nombró al licenciado Domínguez,Corregidor de la ciudad de Querétaro, por lo que el matrimonio con sus seis hijos se instalaron en esa ciudad. Iniciada la conspiración contra el gobierno dirigida por Ignacio Allende, doña Josefa se mostró muy entusiasmada logrando convencer a su marido de que eso era lo mejor para el país. Los conspiradores solían reunirse en casa de los hermanos Emeterio y Epigmenio González quienes habían disfrazado su casa en Academia Literaria.

En septiembre de 1810 la conspiración fue descubierta, don Miguel en su papel de Corregidor para no despertar sospechas se vio precisado a detener a los González y en cuanto a su esposa la encerró en sus habitaciones para evitar que se comprometiera cometiendo alguna indiscreción. La audaz mujer golpeó el piso de su habitación para llamar la atención del alcaide Ignacio Pérez que vivía en piso inferior. Pérez acudió al extraño llamado, doña Josefa a través de puerta le explicó lo que pasaba, y le pidió que buscara a Ignacio Allende para que leavisara de lo ocurrido.

Mientras Pérez se dirigía a San Miguel, al amanecer del día 14 de septiembre doña Josefa envió a su hijastra (hija del primer matrimonio del Corregidor) para que pidiera ayuda a Joaquín Arias, capitán del regimiento de Celaya. Lo que doña Josefa no sabía es que Arias temeroso de ser fusilado se convirtió en confidente de las autoridades. Cuando esto ocurría, Allende, Juan Aldama y el cura don Miguel Hidalgo estaban a punto de lanzarse a la lucha armada.

El domingo 16 de septiembre la esposa del Corregidor fue arrestada y conducida a al Convento de Santa Clara, en donde estuvo poco tiempo, ya que Alcalde de Corte, el señor Collado, había sido detenido por el insurgente Julián Villagrán. Para obtener su libertad, Collado a su vez tuvo que liberar a los rebeldes aprehendidos, incluida doña Josefa.

Ya libre y sin importarle el peligro que en el que se encontraba, la Corregidora continuó colaborando con la causa insurgente. Beristáin constantemente la llamaba "Ana Bolena". Tanto se involucró la señora que su esposo fue destituido de su cargo. Aprincipios de 1814 fue nuevamente aprehendida y conducida a la ciudad deMéxico, se le encerró en le Convento de Santa Teresa la Antigua de la ciudad de México, en donde permaneció totalmente incomunicada. Se afirma que durante el viaje seductoramente trataba de convencer a los soldados para que seunieran a la lucha. Si alguno de los oficiales le pedía callar, ella respondía diciendo que ellos tenían órdenes de custodiarla, más no de impedirle hablar, por lo tanto continuaría hablando. En todo el trayecto se negó a comer lo que le ofrecían sus custodios, solo se alimentó con lo que ella llevaba y con lo que pudo comprar a su paso. En las afueras del Convento, antes de ingresar exclamó: "tantos soldados para custodiara una pobre mujer, pero yo con mi sangre les formaré un patrimonio a mis hijos".

Como se encontraba delicada de salud se le permitió abandonar el convento y fue recluida en calidad de presa en una casa particular. Se le entabló juicio y se le acusó de ser la causante directa del estallido revolucionario y no obstante las constantes amonestaciones, ella continuó apoyando económica y moralmente a los insurgentes.

El 16 de mayo de 1814 la corregidora fue condenada a cuatro años de prisión en el Convento de Santa Catalina. Su esposo solicitó el indulto al virrey Juan Ruiz de Apodaca y doña Josefa pudo regresar al lado de su familia en junio de 1817. Consumada la independencia el 27 de septiembre de 1821, el emperador Agustín de Iturbide propuso a doña Josefa ser dama de honor de la emperatriz, lo que ella dignamente rechazó dadas sus ideas republicanas, así como también se negó a recibir cualquier tipo de recompensa por su participación en la insurgencia. Simpatizó con el yorkismo y se afilió a los grupos liberales radicales.

Esta admirable mujer murió en la ciudad de México el 2 de marzo de 1829, fue sepultada en la iglesia de Santa Catalina. El 10 de diciembre de 1878 el Congreso de Querétaro la declaró Benemérita de la Patria e inscribió su nombre con letras de oro en el salón desesiones. En 1894 sus restos fueron trasladados a Querétaro y en 1900 elpresidente Porfirio Díaz erigió una estatua en su memoria en la plaza de Santo Domingo, en el centro histórico de la ciudad de México

AMALIA GONZALEZ CABALLERO


La activa promotora a nivel mundial de la equidad de género, doña Amalia González Caballero de Castillo Ledón nació en San Jerónimo de Santander Jiménez, estado de Tamaulipas el 18 de agosto de 1898. Obtuvo el título de maestra normalista y estudió la carrera de Letras en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

En 1929 junto con los doctores Aquilino Villanueva e Ignacio Chávez, participó en la creación de la Asociación Nacional de Protección a la Infancia. En ese mismo año trabajó en la creación de la Oficina de Educación y Recreaciones Populares del entonces Departamento Central (actualmente Acción Social del Departamento del Distrito Federal). Con el objetivo de difundir el arte dramático a todos los niveles sociales (teatro de masas) promovió la instalación de enormes carpas y escenarios al aire libre como el del Parque México. En colonias populares abrió centros culturales y dentro de las cárceles estableció talleres de artes y oficios y para las hijas de las reclusas fundó la Escuela Héroes de Celaya en la delegación Azcapotzalco en el Distrito Federal.También organizó la primera Unión de Actores Teatrales Mexicanos.

Doña Amalia se distinguió por luchar en pro de la mujer, para ello fundó y presidió el Ateneo Mexicano de Mujeres y el Club Internacional de Mujeres (1932). En 1936 junto con Luz Vera, Graciana Álvarez del Castillo, Belén de Zárraga, Julia Nava de Ruizánchez, María Ríos Cárdenas, Otilia Zambrano y Josefina Velásquez formó el Comité Femenino Interamericano pro Democracia, cuya misión fue apoyar y divulgar los principios de la política exterior de México.

Organizó las guarderías para los hijos de locatarios de mercados. En 1944 fue miembro titular del Seminario de Cultura Mexicana y realizó los trámites para incorporar la Comisión Interamericana de Mujeres (misma que luego presidió) a la organización de Estados Americanos (OEA) y de 1946 a 1950 la representó ante la Comisión de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

En 1945 en plena Segunda Guerra mundial doña Amalia participó en la Conferencia Mundial de San Francisco, interviniendo en la consagración de la igualdad de hombres y mujeres en la Carta de las Naciones Unidas. En 1948 fue nombrada presidenta del Sector Femenil del entonces Partido de la Revolución Mexicana (PRM), presidió el comité Coordinador Femenino para la Defensa de la Patria, también en 1948 representó a México ante la OEA y en 1952 fundó la Alianza de Mujeres de México.

El dicho popular mexicano que dice "tras un gran hombre siempre hay una gran mujer", se hizo patente en la decisión del presidente Adolfo Ruiz Cortines, el 17 de octubre de 1953 al decretar el derecho de la mujer mexicana para "votar y ser votada". Tras este decreto estuvo la obra de doña Amalia quien desde la creación del Consejo Interamericano de Mujeres había propuesto que las mujeres latinoamericanas votaran, propuesta que no fue escuchada por una sociedad altamente machista.

Ruiz Cortines estaba seguro que era necesaria la participación de la mujer en la política, pero esto sería si ellas se lo pedían y es aquí cuando intervino doña Amalia. La mujer se encargó de organizar a sus congéneres y pormedio de una carta con miles de firmas solicitaron el derecho al voto. Para todos los mexicanos y también extranjeros quedó claro que Amalia se había convertido en líder femenina de su época. Sin nunca perder la esencia femenina, fue una política coqueta, guapa, elegante y además madre de familia. No viajaba sin sus cremas y cosméticos y además entre sus papeles de trabajo no faltaba una revista de modas, hay quien afirma que mudaba de ropa varias veces al día.

Partícipe de la vida diplomática mexicana, de 1953 a 1956 fue ministra plenipotenciaria de México (1953). Doña Amalia fue la primera mujer embajadora, estuvo frente las embajadas de Suecia (1953), Suiza (1957), Finlandia (1959), Austria (1965-1970) y Naciones Unidas (1965). Su ardua labor en pro de la participación de la mujer en la política cobró frutos al ser la primera mujer en formar parte del gabinete presidencial. Durante la administración del presidente Adolfo López Mateos ocupó la Subsecretaría de Asuntos Culturales de 1959 a 1964. Durante su gestión se crearon el Museo Nacional del Virreinato, el Museo de Arte Moderno y el Museo de las Culturas. Continuaron las investigaciones en la zona arqueológica de San Juan Teotihuacan y se implementaron bibliotecas y sistemas audiovisuales en los museos.

En 1964 doña Amalita como muchos la llamaban, fue Miembro del Consejo Consultivo de la Administración Pública Internacional de las Naciones Unidas; en 1965 fue Representante del Organismo Internacional de Energía Atómica y en 1980 asesora de la Secretaría de Turismo.

Esta admirable mujer supo combinar sus actividades laborales con la producción literaria. La obras que nos legó son los ensayos: Cuatro estancias poéticas y Viena, sitial de la música de todos los tiempos. Los dramas: Cuando las hojas caen (1929), Cubos de noria, Coqueta, Bajoel mismo techo, Peligro-Deshielo y La verdad escondida (1963).

Doña Amalia González Caballero de Castillo Ledón murió en la ciudad de México el martes 3 de junio de 1986.

PITA AMOR: LA UNDECIMA MUSA






Hija de doña Carolina Schmidtlein García Teruel y de don Emmanuel Amor Subervielle, ambos miembros de la más señera aristocracia mexicana. "Nací en este siglo, en todo y por todo. Soy de raza criolla, con ascendencia española, alemana y francesa. La menor de siete hermanos. De las mujeres la más vanidosa y la más bonita. Me bautizaron con los nombres de Guadalupe y Teresa. El uno mexicanísimo, el otro no puede ser más español. Como ninguno de los nombres me sentaba, siempre me llamaron Pita".

De la rancia aristocracia mexicana Pita en el naciente siglo XX ve despojada a su familia de los latifundios y riquezas que la revolución mexicana expropio para los campesinos, sin embargo Pita no perdió el abolengo, la vanidad y la regia dignidad aún en su locura vehemente posterior.



Pita fué una mujer bella,deseada, pintada por Diego Rivera y por los grandes pintores nacionalistas, su poesía fué alavada en vida y era de esos elefantes sagrados intelectuales de mediados de siglo:

Por qué me desprendí

¿Por qué me desprendí de la corriente
misteriosa y eterna en la que estaba
fundida, para ser siempre la esclava
de este cuerpo tenaz e independiente?

¿Por qué me convertí en un ser viviente
que soporta una sangre que es de lava
y la angustiosa oscuridad excava
sabiendo que su audacia es impotente?

¿Cuántas veces pensando en mi materia
consideréme absurda y sin sentido,
farsa de soledad y de miseria,

ridícula criatura del olvido,
máscara sin valor de inútil feria
y eco que no proviene de sonido!

Después de vivir romances y pasiones decide ya en sus 30´s embarazarse, sus éscandalosos romances y su forma de vida liberal en una sociedd ultraconservadora hicieron de Pita la envidia y el escarnio público, es quizas lo que le hizo dar a su ùnico hijo en tutela a su hermana pues ella no se sentía mujer de casa y madre.


Se dice que el principio de un desequilibrio emocional, que la acompañò hasta su muerte, fué lo siguiente:

Después de dejar a èste su Unico hijo, en una fiesta , en un descuido èste se ahogò en la Alberca, otras versiones dicen que fuè en la bañera, cualquiera que fuera la versiòn real, lo cierto es que su niño muere , lo cuál desato la demencia de Pita y no volvería a la cordura, comenzò a salir por las calles de la ciudad con exceso de maquillaje y pieles o desnuda con collares y alhajas.

Yo de niña fui graciosa,
de adolescente llorona,
en mi juventud cabrona,
y en mi verano impetuosa...

Así cada vez más escribia y deambulaba, como la reina de un país imaginario, como la duquesa de las letras, pareja de Pablo Neruda, de Rivera, de Kahlo, de Dominguin, de tantos y de nadie, porque ella no fué de nadie, se nos presenta a la loca artista, a la fantasiosa mujer, a la dueña de las palabras, la dama de la noche, la imaginativa y la atea creyente, la diablesa contenida y a la mujer musa.

Pita Amor no era solo una poetisa más, sino que supo ganarse el nombre de musa no sólo para intelectuales, también para políticos y gente del espectáculo. Con una personalidad atrayente e impositiva, con la locura de Dalí y los desplantes de María Félix, pero eso sí, con la ecuanimidad de Ricardo Garibay y las extravagancias de Juan José Arreola. La poetisa Pita Amor, la real y verdadera undécima musa.

Tenía la mania de correr desnuda Paseo de la Reforma solo se cubría con un mink y un aderezo de diamantes.

Al fínal de sus días se volvió una mujer más arrebatada, un personaje bizarro, que podìa golpear con su bastón lo mismo a un personaje de la Televisiòn, un escritor, que a un fantasma, sin miedo, desde es su Mundo donde ella era Diosa.


Podìas de pronto topartela, y con voz estentòrea e inconfundible preguntaba"¿Que hora es?" ¿Me da su hora?...
De pronto podìa desconocerte y confundirte con algùn recuerdo.. balanceando su inseparable bastòn, podìa atinar...


Regresa a ella la cordura cuando habla de la vida, de sus sentires, dolores y amores y parece que ahì se detiene el tiempo de su locura y agresividad"

Murió en RELATIVA soledad PUES SIEMPRE ESTABA ACOMPAÑADA POR LAS ENFERMERAS DE TURNO. Que hacìan aveces la guardia en el patio del VIZCAYA, Cuàndo aùn podìa correrlas de su vista. Nunca eran de su agrado, muere de Neumonìa.


Pita fué hasta el último momento la Reina de la Noche a sus 82 años deja de existir, además fué una fígura importante en la vida de otra grande escritora mexicana Elena Poniatovska de quien fué tía.

Aqui su epitafio una muestra más de su narcisa y maravillosa vida y hay más.

Polvo, ¿por qué me persigues
como si fuera tu presa?
Tu extraño influjo no cesa,
y hacerme tuya consigues:
pero por más que castigues
hoy mi humillada figura,
mañana en la sepultura
te has de ir mezclando conmigo.
Ya no serás mi enemigo...
¡Compartirás mi tortura!

Es tan grande la ovación
que da el mundo a mi memoria
que si cantando victoria
me alzase en la tumba fría
en la tumba fría me hundiría
bajo el peso de mi gloria.

MATILDE MONTOYA: LA PRIMER MUJER QUE ESTUDIO MEDICINA EN MEXICO


Gracias a su tenacidad, con la que se enfrentó al rechazo de la sociedad conservadora y machista del México del siglo XIX que puso incontables obstáculos en su camino, Matilde Montoya fue la primera mujer que pudo graduarse como médica en la República Mexicana.

Y no sólo eso. Matilde libra una batalla audaz en la academia, en donde impulsa reformas a los estatutos de la entonces Escuela Nacional de Medicina para ser aceptada como alumna y más tarde para poder graduarse como médica, para lo que recurre a escribir al entonces presidente de México, Porfirio Díaz.

Matilde Petra Montoya Lafragua nació en la Ciudad de México el 14 de marzo de 1857. Su madre, Soledad Lafragua, originaria de Puebla, al quedar huérfana fue traída al Convento de la Enseñanza en la ciudad de México, donde aprendió a leer y escribir.

Su padre, José María Montoya, era un hombre conservador, que no permitía que su esposa saliera de su casa, lo que llevó a la joven Soledad a dedicarle prácticamente todo su tiempo a la pequeña Matilde, una niña muy inteligente y deseosa de aprender.

Soledad empezó a transmitirle a su hija la educación que había recibido en el convento. A los cuatro años, Matilde ya sabía leer y escribir, convirtiéndose en una ávida lectora, leyendo de día y de noche todos los libros que podía conseguirle su madre.

El padre de Matilde no comprendía ese interés por estudiar y con frecuencia se disgustaba con su esposa, ya que no le veía sentido a la educación que pretendía darle a la niña.

Cuando tenia 11 años fue rechazada en la Escuela Primaria Superior, equivalente en ese entonces a la Secundaria actual, debido a su edad.

Con maestros particulares, Matilde terminó su preparación para presentar el examen oficial para Maestra de Primaria, el cual aprobó sin dificultad, pero su edad, 13 años, nuevamente fue un impedimento para que le dieran un puesto.

Con sus ahorros se dio tiempo para tomar clases en escuelas particulares para mujeres y completar sus estudios de bachillerato.

A los 16 años Montoya recibió el título de Partera, tras estudiar en la Escuela de Parteras y Obstetras de la Casa de Maternidad que se encontraba en la calle de Revillagigedo, en la ciudad de México, y dio el primer paso para lograr su verdadero sueño: ser médica.

Más tarde inicia su trabajo como auxiliar de cirugía con los doctores Luis Muñoz y Manuel Soriano, con el objetivo de ampliar sus conocimientos de anatomía, ya que en sus estudios de obstetricia sólo le habían enseñado los conocimientos relativos al aparato reproductor femenino.

Al cumplir los 18 años, Matilde Montoya buscó acomodo en la ciudad de origen de su madre, Puebla. La joven partera se hizo rápidamente de una numerosa clientela de mujeres que se beneficiaban con su amable trato y sus conocimientos de medicina, más avanzados que los de las otras parteras y aun de los de muchos médicos locales.

Y es ahí donde inicia su rechazo por algunos médicos varones, quienes celosos de su éxito orquestaron una campaña de difamación en su contra en varios periódicos locales, publicando violentos artículos en los que convocaban a la sociedad poblana a no solicitar los servicios de esa mujer poco confiable, acusándola de ser "masona y protestante".

En 1875 y cuando cuenta con 18 años, Matilde pide su inscripción en la Escuela de Medicina de Puebla, presentando constancias de su recorrido profesional, cumpliendo con el requisito de acreditar las materias de química, física, zoología y botánica y aprobando el examen de admisión.

Fue aceptada en una ceremonia pública a la que asistieron el gobernador del estado, todos los abogados del Poder Judicial, numerosas maestras y muchas damas de la sociedad que le mostraban así su apoyo.

Sin embargo, los sectores más radicales redoblaron sus ataques, publicando un artículo encabezado con la frase: "Impúdica y peligrosa mujer pretende convertirse en médica".

Agobiada por las críticas, Matilde Montoya decidió regresar a la ciudad de México, donde por segunda vez solicitó su inscripción en la Escuela Nacional de Medicina, siendo aceptada por el entonces director, el Dr. Francisco Ortega, en 1882, a los 24 años.

Las publicaciones femeninas y un amplio sector de la prensa la apoyaban, pero no faltaban quienes opinaban que "debía ser perversa la mujer que quiere estudiar medicina, para ver cadáveres de hombres desnudos".

En la Escuela Nacional de Medicina no faltaron las críticas, burlas y protestas debido a su presencia como única alumna, aunque también recibió el apoyo de varios compañeros solidarios, a quienes se les apodó "los montoyos".

Varios docentes y alumnos opositores solicitaron que se revisara su expediente antes de los exámenes finales del primer año, objetando la validez de las materias del bachillerato que había cursado en escuelas particulares. A Montoya le fue comunicada su baja.

La joven solicitó a las autoridades que si no le eran revalidadas las materias de latín, raíces griegas, matemáticas, francés y geografía, le permitieran cursarlas en la Escuela de San Ildefonso por las tardes. Su solicitud fue rechazada, ya que en el reglamento interno de la escuela el texto señalaba "alumnos", no "alumnas".

Desesperada, Matilde Montoya escribió una carta al presidente de la República, general Porfirio Díaz, quien dio instrucciones al secretario de Ilustración Pública y Justicia, Lic. Joaquín Baranda, para que "sugiriera" al director de San Ildefonso dar facilidades para que la Srita. Montoya cursara las materias en conflicto, ante lo que no le quedó más remedio que acceder.

Tras completar sus estudios con buenas notas y preparar su tesis, Matilde Montoya solicitó su examen profesional. Nuevamente se topó con el obstáculo de que en los estatutos de la Escuela Nacional de Medicina se hablaba de "alumnos" y no de "alumnas", por lo que le fue negado el examen.

Una vez más, dirigió un escrito al presidente Porfirio Díaz, quien decidió enviar una solicitud a la Cámara de Diputados para que se actualizaran los estatutos de la Escuela Nacional de Medicina y pudieran graduarse mujeres médicas.

Como la Cámara no estaba en sesiones y para no retrasar el examen profesional de Montoya, el Presidente Díaz emitió un decreto para que se realizara de inmediato.

Hubo quien publicó que Matilde Montoya se había recibido por decreto presidencial, cuando no fue así; dicho decreto tan sólo era para que se le permitiera recibirse si cumplía con los requisitos de presentar sus exámenes teórico y práctico ante un jurado académico. Por supuesto, le fue asignado el jurado más exigente y riguroso.

La tarde del 24 de agosto de 1887 presenta su examen profesional Matilde Montoya, contando entre los asistentes con la presencia de Porfirio Díaz.

Cuando terminó el examen, se escuchó el aplauso de varias damas, maestras de primaria y periodistas que se habían reunido en el patio, festejando el veredicto de "aprobado".

Al día siguiente, Matilde realizó su examen práctico en el Hospital de San Andrés ante la presencia del jurado y, en representación del presidente, su secretario particular y el ministro de Gobernación. Después de recorrer las salas de pacientes, contestando las preguntas relacionadas con distintos casos, la examinada pasó al anfiteatro, donde realizó en un cadáver las disecciones que le pidieron, siendo aprobada por unanimidad.

El ministro de Gobernación leyó un discurso elogiando a la profesora en Medicina y Cirugía Matilde Montoya y, al día siguiente, la mayoría de los periódicos festejaron la victoria final después de tantas batallas de la señorita Matilde Montoya, Primera Médica Mexicana.

Su título profesional, otorgado por parte de la Dirección General de Instrucción Pública del Gobierno del Distrito Federal, que entonces dependía del Ministerio de Gobernación, fue recogido semanas más tarde en la Escuela de Medicina por Paz Gómez, una amiga de Matilde Montoya, quien nos imaginamos ya no quiso volver a poner un pie en ese lugar.

Después de titulada, Matilde Montoya trabajó en su consulta privada hasta una edad avanzada. Siempre tuvo dos consultorios, uno en Mixcoac, donde vivía, y otro en Santa María la Ribera. Atendía a todo tipo de pacientes, cobrándole a cada uno según sus posibilidades.

Matilde participó en asociaciones femeninas como el Ateneo Mexicano de Mujeres y Las Hijas de Anáhuac, pero no fue invitada a ninguna asociación o academia médica, aún exclusivas de los hombres.

En 1923 asistió a la controvertida Segunda Conferencia Panamericana de Mujeres, que se realizó en esta ciudad. Dos años después, junto con la Dra. Aurora Uribe, fundó la Asociación de Médicas Mexicanas.

A los 50 años de haberse graduado Matilde Montoya, en agosto de 1937, la Asociación de Médicas Mexicanas, la Asociación de Universitarias Mexicanas y el Ateneo de Mujeres le ofrecieron un homenaje en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.

Matilde Montoya murió cinco meses después, el 26 de enero de 1938, a los 79 años, heredándonos la lucha para que las mujeres mexicanas tuvieran acceso a la educación profesional y el desarrollo a la vida profesional.

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