DEL VESTIDO A LA BURKA: PROBLEMA DE ROPA O DE GÉNERO?

En el Día Internacional de la Mujer, a Andrea Noel la agredieron sexualmente a la luz del día y en plena Condesa: un tipo le alzó la falda y le bajó los calzones. Después del ataque, ella llevó su justificadísima ira a Twitter y compartió el video para ver si alguien identifica al agresor y denunciarlo. ¿Qué pasó después? Le llovieron mensajes misóginos en redes sociales. Desde "si no quieres que te hagan eso para qué te vistes así" hasta amenazas de violación y muerte. En los comentarios de las notas sobre el tema abundan quienes la culpan a ella por usar vestido, por vivir en México, por salir a la calle, por ser mujer.

Si hay algo peor que sufrir un ataque machista, es sufrir un ataque machista y después leer los comentarios. Estoy cansada de que se nos culpe a nosotras por la violencia de ellos. "Si no quieres que te hagan nada para qué te vistes así, para qué sales a la calle, para qué existes". Estoy cansada de vestirme, todas las mañanas, previendo un posible episodio de acoso: "voy a andar en Metro, voy a andar sola, voy a salir de noche; mejor me pongo pantalón, mejor este vestido no porque está muy corto, o sí me lo pongo, pero con leggings".

A quienes dicen que no vivimos en una utopía feminista como para que las mujeres vayamos por la vida vestidas como queremos: la solución no es cubrirnos todo el cuerpo, ni dejar de usar faldas cortas, ni dejar de ser nosotras. Andrea podría haber salido de su casa con ese vestido, con pantalón, en bikini o cubierta en una burka: en ningún caso es culpa suya ni de lo que traiga puesto.

Usar vestido, la prenda femenina por excelencia, es un acto transgresor. Es hacer lo que nos gusta a pesar de los otros, salir conscientes del acoso en las calles, pero salir de todos modos. Y si nos pasa algo, JAMÁS será culpa nuestra por vestirnos como nos vistamos. Estamos con Andrea y con todas las mujeres que sufren esta situación a diario. ¡No están solas! 

PD En Francia están penalizando a mujeres por usar burkini.....

ENTRE LA LIBERTAD Y EL LIBERTINAJE...

A la que llamaron ‘puta’ en la secundaria porque tuvo novio. Porque se besó con alguien en una fiesta. Porque en la adolescencia empezó a tener deseos sexuales y eso es normal en los hombres jóvenes pero no en las mujeres. Porque perdió la virginidad a los 14 años. O la que la perdió hasta los 29 y le dijeron que era una aburrida, una monja, una apretada.
A la que se tomó fotos desnuda y se las envió a un hombre en el que confiaba. Porque la amenazaron con mandárselas a su familia y amigos y las publicaron en foros. Porque fue víctima del porno de venganza y la gente dijo que era su culpa. Porque supo aprovechar la situación y usarla a su favor. O porque no pudo soportar la forma tan hiriente en que se hablaba de ella en los medios de comunicación y se suicidó.

A la que se embarazó joven. Por tonta, por no saber cerrar las piernas, por no tener información suficiente sobre anticonceptivos. Por abortar. Por no abortar. Por ser madre soltera. Por casarse con el papá de su hijo y escuchar a la gente comentar que no durarían más de un año. O la que decidió libremente que no quería hijos y es bombardeada, todos los días, por gente que cree que es egoísta, que ya cambiará de opinión, que no quiere ser mamá para seguir “de loca”, que no quiere comprometerse.

A la que salió con un hombre casado. Porque, aunque sea él quien rompió el acuerdo que tenía con otra mujer, siempre es ella la culpable, la que destruye familias. Incluso si ella no sabía que estaba casado. O comprometido. O en una relación monógama.

A la que se quedó dormida en una fiesta porque bebió de más. Por beber. Por confiar en que sus amigos no le harían daño. Porque alguien aprovechó que estaba inconsciente para tocarle los senos y meterle los dedos en la vagina. Por no defenderse. Por ponerse en esa situación. Por pendeja. Por puta.

A la que se casó joven. O no se casó. A la que se besó con alguien más en su despedida de soltera y todo el mundo, hasta gente desconocida, se enteró. Por hacer algo por lo que ningún hombre sería juzgado mediáticamente. Por divertirse. Por confiar en que sus amigas no tomarían un video ni lo difundirían en redes sociales. Porque, de todas formas, no conviene casarse con un hombre que asume que tu cuerpo es suyo y de nadie más.
 
A las que, alguna vez en la vida, les han dicho ‘putas’. Por no hacer lo que una sociedad opresiva y patriarcal espera de ellas. Porque los cuerpos y las decisiones de las mujeres aún se consideran de dominio público. Porque ‘puta’, y cualquier insulto equivalente, es la palabra que se usa para etiquetar a las mujeres que ejercen derechos por los que los hombres nunca serían juzgados.

A las putas. Porque no importa lo que hagamos, tratarán de detenernos. De limitarnos. Porque si ser libre es ser puta, entonces lo somos. Todas lo somos.

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