TENEMOS QUE HABLAR DE KEVIN

Eva es autora y editora de guías de viaje para gente tan urbana y feliz como ella. Casada desde hace años con Franklin, un fotógrafo de publicidad, decide, con muchas dudas, cerca de los cuarenta años, tener un hijo. 

Y el producto de tan indecisa decisión será Kevin. Pero casi desde el comienzo, nada se parece a los mitos familiares de la clase media urbana y feliz. Eva siente que Franklin se ha apoderado de su maternidad, convirtiéndola en el mero contenedor del hijo por nacer.

Y Kevin es el típico bebé difícil, que tortura con sus llantos, que no quiere comer. Se convertirá en el terror de las niñeras, en un adolescente terrible, en el antihéroe a quien sólo le interesa la belleza de la maldad. 

Al llegar la sangrienta, mortífera epifanía de Kevin, dos días antes de cumplir los dieciséis años, el niño es un enigma para su madre.

MUJERES ALTERADAS 1, 2 Y 3

MUJERES ALTERADAS 4 Y 5- SUPERADAS 1 Y 2


CURVAS PELIGROSAS 1 Y 2


SINDROME DE LA MUJER MALTRATADA

Resultado de imagen para sindrome de la mujer maltratadaEn principio, es relevante mencionar el hecho de que el síndrome de la mujer

maltratada es una "defensa legal" del common law, (el derecho común o El

Derecho anglosajón derivado del sistema aplicado en la Inglaterra medieval, 
utilizado en gran parte de los territorios que tienen influencia británica. Se
caracteriza por basarse más en la jurisprudencia que en las leyes). 


Mediante esta “defensa legal” se argumenta que una persona que es víctima de maltratos físicos o psicológicos y es acusada de un ataque o de un asesinato, estaba en realidad sufriendo de este síndrome al momento de cometer el delito, lo cual explica su proceder y sirve como atenuante de su conducta.

Debido a que este alegato ha sido históricamente invocado por mujeres víctimas de violencia doméstica ante los tribunales de justicia de Estados Unidos, se le ha dado el nombre de "síndrome de la mujer maltratada".

No obstante, vale la pena aclarar que aún no existe una calificación médica específica que acredite la existencia de un "síndrome" en el sentido médico del término, el cual ha sido creado por los abogados que operan en el sistema jurídico del common law, pero aun así ha sido invocado continuamente en las cortes, ya que el Derecho del common law acepta una condición psicológica de la víctima como justificación para una posterior conducta violenta, aunque médicamente no lo califique como "síndrome".

Se acepta desde el punto de vista de la psicología que una persona maltratada físicamente o emocionalmente puede desarrollar un fuerte cuadro de depresión que la hace incapaz de tomar acciones determinantes para detener el abuso o escapar de él.

Esa misma insuficiencia emocional explica que la víctima no suele buscar ayuda de terceras personas, no se enfrenta a su agresor y tampoco se plantea abandonarlo. Esto a su vez se combina con una sensación de baja autoestima de la víctima, quien puede llegar a pensar que el maltrato o el abuso son resultado de su propia culpa, negándose a denunciar al atacante y rechazando, a veces agresivamente, la ayuda que le puedan ofrecer otras personas de su entorno (familiares o amigos). 

Por lo antes mencionado vale la pena reflexionar profundamente al respecto y evitar establecer juicios severos contra las mujeres que viven violencia doméstica, pues es común escuchar una serie de comentarios despectivos entre los cuales destacamos algunos como serían: “Esa mujer está ahí porque le gusta que le peguen”, “está con él porque quiere entonces que no se queje”, “si quiere estar de mantenida algo le tiene que costar”, “si su pareja le pega sus motivos ha de tener”, “si esa mujer no se queja ni lo denuncia es porque sabe que es su culpa, ella lo provoca”, “si le pega es porque la quiere y la cela”, “si permite violencia es porque es una “tonta”,etc.

También es común el tratar de aconsejar a estas mujeres con el fin de ayudarlas y hacerles un bien. Sin embargo, por las secuelas que la violencia misma genera, dichas mujeres suelen mostrarse cerradas al tema, a la defensiva o evasivas. 

Por lo que se recomienda tener paciencia ante sus reacciones, tratar de ser comprensivos y evitar consejos que las hagan sentir presionadas o “en tela de juicio” sugiriéndoles en el mejor de los casos que busquen ayuda profesional, con gente capacitada en el tema que las pueda orientar adecuadamente y les ayude a entender lo que viven, dándoles a conocer sus derechos con una perspectiva a favor de la equidad de género, encaminándolas a instituciones gratuitas que les permitan visibilizar el grado de violencia que viven para actuar al respecto, venciendo su miedo a poner límites y alentándolas a ser dueñas de su vida.

Recordemos que vencer el ciclo de la violencia no es fácil, debemos ser conscientes que se requiere de un proceso psicológico continuo y de la asesoría legal correspondiente, pues los efectos que se develan en el “síndrome de la mujer maltratada” no se instalaron ahí de manera inmediata, sino que fueron el resultado de la adecuación que una persona tuvo debido al entorno amenazante que vivía, aprendió a vivir de esta manera y por múltiples causas comenzó a asumirlo y permitirlo.

Recuperar su autoestima, adquirir seguridad, retomar la fortaleza para afrontar su situación es posible siempre y cuando rompan el silencio, acudan a buscar ayuda e intenten vencer ese miedo y/o vergüenza que sienten ante la situación que viven. 

Vale la pena invitarlas a reflexionar sobre algunas preguntas: ¿Realmente soy feliz con la vida que llevo actualmente?, ¿Soy yo quien debe sentir vergüenza? ¿Sera mi caso el único o somos muchas las mujeres que quizás suframos en silencio esta situación?.

No esperemos a que la violencia se desborde y genere peores consecuencias, evitemos que llegue a su grado extremo que sería la muerte, ya sea la propia por ideas e intentos suicidas, el feminicidio que se refiere a la muerte en manos de nuestra pareja sentimental o el homicidio contra nuestro atacante por defensa propia. 

Actuemos cuanto antes evitando situaciones de riesgo oportunamente. Pues lamentablemente es una situación real, constante y creciente en nuestra sociedad y reconocerla es el primer paso para detenerla y heredarles a nuestros hijos e hijas un mundo mejor, pues en ellos también existen consecuencias evidentes de la violencia domestica que a futuro podrían desencadenar la misma historia de violencia en sus vidas adultas, ya sea imitando lo que vieron de sus padres, o adquiriendo la sumisión y el silencio de sus madres.


Actuemos a favor de una vida digna, tranquila y libre de violencia.

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