DE IMPUESTOS Y ATRASOS


Aquí hay una brecha generacional que resultará insalvable si la clase política mexicana persiste en hacer oídos sordos a lo que las jóvenes generaciones nos están diciendo. México tiene 24 millones de personas con acceso a Internet. Casi el 80 % son menores de 34 años y navegan aproximadamente 22 horas al mes.



Mientras que para un legislador semi-analfacibernético que gana cien mil pesos mensuales es un simpático lujo para leer el periódico y mandar correos electrónicos, para millones de personas el ciberespacio es una plataforma educativa, un medio de comunicación efectivo, una red social sólida y viva y un espacio de libertad de expresión. Es su vínculo con la cultura y el mundo real.



Mientras Brasil decidió abaratar los servicios de Internet para hacerlos masivos, adoptando la plataforma LINUX de software libre para bajar costos y lograr masificar el acceso de jóvenes de clase baja y media a Internet, México regresa la pleistoceno. Brasil logró que 70 millones de personas, eminentemente estudiantes, tuvieran acceso al ciberespacio de forma gratuita, gracias al subsidio del Ministerio de Cultura. El gobierno mexicano pretende aumentar el 3% de impuesto, lo que implicará hacerlo menos accesible. Sería bueno que las y los legisladores se den una vuelta por la vida real de vez en cuando.



Millones de niños y niñas logran hacer sus tareas y tener acceso a libros que a sus familias les resulta imposible pagar, gracias a Internet. Ocho adolescentes de la sierra de Oaxaca juntan veinte pesos para entrar a un cibercafé e imprimir un ensayo que les permitirá entender las teorías de Carl Sagan y conocer la ciencia. Miles de jóvenes de México entrarán en el transcurso de 24 horas a un sitio para salvar la vida a dos adolescentes, una que moriría dilapidada en Bangladesh y otra que fue encarcelada en Quintana Roo. Sus acciones rápidas son efectivas. Millones de niños y mujeres logran hablar por Skype con familiares que se fueron a buscar trabajo a Estados Unidos, sin pagar los altísimos costos de larga distancia de Telmex. Ante los monopolios televisivos en México las nuevas generaciones encontraron espacios de ciberlibertad en Youtube, por ello somos el tercer país del mundo que más utiliza ese medio tanto para aprender como para denunciar injusticias. Gracias al acceso a Internet las enciclopedias ya no son sólo para los ricos de este país. Por Internet una niña de Sonora conoce a otra de la primaria de Tizimín en Yucatán y hacen una tarea compartida sobre las culturas Maya y Yaqui. La realidad económica las separa pero el ciberespacio las une. Incontables Organizaciones de la Sociedad Civil del país y el mundo interactúan y se informan por esta vía. Millones de personas trabajan desde su hogar por Internet.



Si bien es cierto que cientos de miles de personas en México son analfabetas y no tienen acceso a computadoras o a servicios cibernéticos, eso no es argumento para arrebatar el acceso a las personas cuyas vidas han cambiado gracias a las herramientas del ciberespacio. Todo lo contrario, debatir este tema nos recuerda la importancia de trabajar por lograr un acceso equitativo y democrático a las vías alternativas de comunicación.



Hace más de cien años los países que entendieron que estaban en un nuevo umbral tecnológico, interconectaron su territorio con un buen sistema ferroviario. Las naciones que no lo hicieron retrasaron su progreso por décadas. Hoy estamos frente a una coyuntura similar, las vías no son tangibles y metálicas como las del porfiriato, pero están allí y la juventud mexicana nos está señalando el camino. Encarecer o restringir el ciberespacio no es sólo injusto sino implica un rezago civilizatorio imperdonable.

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