MUJERES DE VALOR
¿Qué nos hace valiosas a las mujeres?
Hay quien pensaría que una mujer de valor es aquella por la que los hombres babean en la calle, aquella que va de última moda, luce joyas, tiene un cuerpo escultural y tiene hombres de dinero pretendiéndola.
Pero las mujeres de valor no somos así. Damos más importancia a lo que perdura y no se devalúa: nuestro interior. Sabemos que cuidándolo seremos más valiosas cada año que pasa.
Este mundo a veces nos confunde: nos hace pensar que lo correcto es lo falso, lo engañoso, lo inverosímil, lo indolente… Nos hace creer que las mujeres de valor son las de buena posición económica, ejecutivas, mujeres pedantes que creen que a causa de su belleza física el cielo debe rendirse a sus pies y toda la humanidad debe reverenciarles.
¡Pero NO!
Las mujeres de valor no somos así, las mujeres de valor no nos ufanamos de lo exterior cuando por dentro sólo somos miseria, las mujeres de valor no nos rendimos ante lo que la gente nos impone, las mujeres de valor no caminamos orgullosas por estar a “la moda” sino que caminamos orgullosas al sabernos mujeres inteligentes, de espíritu libre y amor sin límites, porque no nos interesa ser modelos, o bueno sí, “modelos de mujeres”.
Las mujeres de valor nos amamos a nosotras mismas y no permitimos que nadie atente contra nuestra integridad y nos llene de niebla el pensamiento. Las mujeres de valor no nos humillamos por el amor de un hombre que se detiene en valorar las flores plásticas en lugar de disfrutar de los aromas de las flores naturales y vivas. Las mujeres de valor hemos renunciado a aquellas absurdas frases como “ella me quitó a mi pareja” porque sabemos que nadie tiene título de propiedad sobre nadie y hemos entendido que el amor es libre y altruista. Las mujeres de valor no caemos en los brazos de cualquier hombre para aliviar nuestras soledades, más bien entendemos que la vida desea regalarnos aprendizajes que no encontraríamos en pareja.
Las mujeres de valor no le tememos al “qué dirán” y nos enfrentamos con valentía a la cobardía de las personas que no construyen una vida propia, puesto que se interesan más por derrumbar la de los demás. Las mujeres de valor miramos fijamente a los ojos y no dejamos que ningún juicio nos apabulle, porque reconocemos que aunque hemos errado también tenemos la grandeza de enmendar nuestras equivocaciones. Las mujeres de valor sabemos perdonar con el alma, porque el pasado no puede truncar nuestros próximos pasos y nuestras esperanzas.
Las mujeres de valor aprendemos a no compararnos con otras, aprendemos que nuestra autoestima no reside en mirarnos en un espejo y cuestionarnos si estamos gordas o flacas, altas o bajas, en si tenemos curvas llamativas o no. Nuestro valor va más allá de la trivialidad de un 90-60-90, un 34b, una talla 4 o unos 1.70 metros de estatura… Nuestro valor reside en nuestra mirada, en nuestra preciosa mirada que deja entrever la grandeza y la nobleza de nuestro corazón que se esparce por la vida de quienes nos rodean sin reparo alguno.
Las mujeres de valor nos hemos liberado de las tristes imposiciones que nos hacen sentirnos como victimas para ser un canto de paz y alegría. Las mujeres de valor hemos aprendido con mucho esfuerzo a no dejarnos envolver por las apariencias y a reconocer en nosotras mismas nuestras cualidades y fortalezas, dejando a un lado la modestia y sin mortificarnos por seguir el ritmo de una sociedad mentirosa que se reviste de engaños tras las pieles desgajadas por los bisturíes, la plasticidad y el culto a la vanidad.
Las mujeres de valor luchamos incesantemente por nuestros sueños, porque hemos descubierto que nada puede detenernos. Las mujeres de valor dejamos que se sequen nuestras lágrimas en nuestras caras porque ya nos hemos cansado de ser llanto y desolación. Las mujeres de valor ya no tenemos miedo y defendemos nuestros derechos porque estamos decididas a vivir sin represión, sin obligaciones y sin violencias.
Tal vez aún no tengamos claro el cómo queremos ser en un futuro, pero si sabemos el tipo de mujeres que NO queremos llegar a ser.
Lo que una mujer valiosa no quiere:
No queremos ser mujeres que con lápiz labial, cubren palabras sospechosas, hirientes, engañosas.
No queremos ser mujeres de pronunciadas caderas que se contonean de lado a lado, de forma engreída, bañada por ilusoria vanidad.
No queremos ser mujeres de altos tacones que nos puedan hacer pensar que nadie está a nuestra altura.
No queremos ser mujeres de largos cabellos, aquellos de egocéntrica caída y voluminosa ingratitud que ignoran a las personas que les necesitan.
No queremos ser mujeres de manos hermosas, que no reparan en golpear y arañar los corazones de quienes nos rodean.
No queremos ser mujeres de grandes pechos, secos, vacíos, plásticos…
No queremos ser mujeres de cintura de látex y mentes maltratadas por los embates de la estrechez de nuestro pensamiento.
No queremos ser mujeres de ojos grandes y mirada indolente.
No queremos ser mujeres de cara bonita y pensamiento blando.
No queremos ser mujeres cuyo aroma desaparece fácilmente en el viento.
¡Queremos ser más!
Queremos ser más que bocas, más que caderas, más que pechos, más que ojos, más que plástico… Queremos ser mujeres de pasos grandes, mirada compasiva y besos amorosos; mujeres de vida y espíritu fértil; mujeres de decisiones, dulzura, fortaleza e inspiración.
Tenemos derecho a ser más, más de lo que los demás quieren, más de lo que nosotras podemos imaginar llegar a ser.
Hay quien pensaría que una mujer de valor es aquella por la que los hombres babean en la calle, aquella que va de última moda, luce joyas, tiene un cuerpo escultural y tiene hombres de dinero pretendiéndola.
Pero las mujeres de valor no somos así. Damos más importancia a lo que perdura y no se devalúa: nuestro interior. Sabemos que cuidándolo seremos más valiosas cada año que pasa.
Este mundo a veces nos confunde: nos hace pensar que lo correcto es lo falso, lo engañoso, lo inverosímil, lo indolente… Nos hace creer que las mujeres de valor son las de buena posición económica, ejecutivas, mujeres pedantes que creen que a causa de su belleza física el cielo debe rendirse a sus pies y toda la humanidad debe reverenciarles.
¡Pero NO!
Las mujeres de valor no somos así, las mujeres de valor no nos ufanamos de lo exterior cuando por dentro sólo somos miseria, las mujeres de valor no nos rendimos ante lo que la gente nos impone, las mujeres de valor no caminamos orgullosas por estar a “la moda” sino que caminamos orgullosas al sabernos mujeres inteligentes, de espíritu libre y amor sin límites, porque no nos interesa ser modelos, o bueno sí, “modelos de mujeres”.
Las mujeres de valor nos amamos a nosotras mismas y no permitimos que nadie atente contra nuestra integridad y nos llene de niebla el pensamiento. Las mujeres de valor no nos humillamos por el amor de un hombre que se detiene en valorar las flores plásticas en lugar de disfrutar de los aromas de las flores naturales y vivas. Las mujeres de valor hemos renunciado a aquellas absurdas frases como “ella me quitó a mi pareja” porque sabemos que nadie tiene título de propiedad sobre nadie y hemos entendido que el amor es libre y altruista. Las mujeres de valor no caemos en los brazos de cualquier hombre para aliviar nuestras soledades, más bien entendemos que la vida desea regalarnos aprendizajes que no encontraríamos en pareja.
Las mujeres de valor no le tememos al “qué dirán” y nos enfrentamos con valentía a la cobardía de las personas que no construyen una vida propia, puesto que se interesan más por derrumbar la de los demás. Las mujeres de valor miramos fijamente a los ojos y no dejamos que ningún juicio nos apabulle, porque reconocemos que aunque hemos errado también tenemos la grandeza de enmendar nuestras equivocaciones. Las mujeres de valor sabemos perdonar con el alma, porque el pasado no puede truncar nuestros próximos pasos y nuestras esperanzas.
Las mujeres de valor aprendemos a no compararnos con otras, aprendemos que nuestra autoestima no reside en mirarnos en un espejo y cuestionarnos si estamos gordas o flacas, altas o bajas, en si tenemos curvas llamativas o no. Nuestro valor va más allá de la trivialidad de un 90-60-90, un 34b, una talla 4 o unos 1.70 metros de estatura… Nuestro valor reside en nuestra mirada, en nuestra preciosa mirada que deja entrever la grandeza y la nobleza de nuestro corazón que se esparce por la vida de quienes nos rodean sin reparo alguno.
Las mujeres de valor nos hemos liberado de las tristes imposiciones que nos hacen sentirnos como victimas para ser un canto de paz y alegría. Las mujeres de valor hemos aprendido con mucho esfuerzo a no dejarnos envolver por las apariencias y a reconocer en nosotras mismas nuestras cualidades y fortalezas, dejando a un lado la modestia y sin mortificarnos por seguir el ritmo de una sociedad mentirosa que se reviste de engaños tras las pieles desgajadas por los bisturíes, la plasticidad y el culto a la vanidad.
Las mujeres de valor luchamos incesantemente por nuestros sueños, porque hemos descubierto que nada puede detenernos. Las mujeres de valor dejamos que se sequen nuestras lágrimas en nuestras caras porque ya nos hemos cansado de ser llanto y desolación. Las mujeres de valor ya no tenemos miedo y defendemos nuestros derechos porque estamos decididas a vivir sin represión, sin obligaciones y sin violencias.
Tal vez aún no tengamos claro el cómo queremos ser en un futuro, pero si sabemos el tipo de mujeres que NO queremos llegar a ser.
Lo que una mujer valiosa no quiere:
No queremos ser mujeres que con lápiz labial, cubren palabras sospechosas, hirientes, engañosas.
No queremos ser mujeres de pronunciadas caderas que se contonean de lado a lado, de forma engreída, bañada por ilusoria vanidad.
No queremos ser mujeres de altos tacones que nos puedan hacer pensar que nadie está a nuestra altura.
No queremos ser mujeres de largos cabellos, aquellos de egocéntrica caída y voluminosa ingratitud que ignoran a las personas que les necesitan.
No queremos ser mujeres de manos hermosas, que no reparan en golpear y arañar los corazones de quienes nos rodean.
No queremos ser mujeres de grandes pechos, secos, vacíos, plásticos…
No queremos ser mujeres de cintura de látex y mentes maltratadas por los embates de la estrechez de nuestro pensamiento.
No queremos ser mujeres de ojos grandes y mirada indolente.
No queremos ser mujeres de cara bonita y pensamiento blando.
No queremos ser mujeres cuyo aroma desaparece fácilmente en el viento.
¡Queremos ser más!
Queremos ser más que bocas, más que caderas, más que pechos, más que ojos, más que plástico… Queremos ser mujeres de pasos grandes, mirada compasiva y besos amorosos; mujeres de vida y espíritu fértil; mujeres de decisiones, dulzura, fortaleza e inspiración.
Tenemos derecho a ser más, más de lo que los demás quieren, más de lo que nosotras podemos imaginar llegar a ser.
¡TENEMOS DERECHO A AMARNOS Y SER MUJERES!
Soy mujer, soy valiosa
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