POR QUÉ LOS HOMBRES QUIEREN CASARSE CON MELANIAS PERO HIJAS COMO IVANKA



La persona con la que alguien elige casarse puede revelar mucho sobre su carácter. Cuando Hillary Clinton y Donald Trump suban al escenario con su familia en las convenciones nacionales no solo van a exhibir sus diferencias políticas, sino también dos puntos de vista sobre el matrimonio, el parentesco y el papel de la mujer en la sociedad. Lo que vemos del lado republicano es que los hombres quieren que sus esposas se queden en casa mientras celebran los éxitos profesionales de sus hijas.
El Partido Republicano siempre ha alabado los valores tradicionales de la familia y las diferencias intrínsecas entre hombres y mujeres, mientras que los demócratas suelen hacer hincapié en la igualdad y la ampliación de oportunidades para las mujeres y las niñas. En la historia reciente de Estados Unidos pocos candidatos han demostrado tanto esas diferencias como Clinton y Trump.
El lunes por la noche Melania, la esposa de Trump, habló sobre su marido y sus valores familiares. El discurso lució bastante bien, al igual que la mujer que lo pronunció, aunque estaba repleto de lugares comunes sobre la familia, el país, el patriotismo y el trabajo duro. Sin embargo, todo el brillo de su intervención ocultó una mala factoría: cuando alabó la integridad, la dedicación y la honestidad lo hizo con frases copiadas casi palabra por palabra del discurso que Michelle Obama pronunció en la Convención Demócrata de 2008.
Ni siquiera pretendió que los valores de la familia Trump son auténticos. Como suele decir Trump: fue triste.
Parece que uno de los valores tradicionales de Trump consiste en tener una esposa anticuada pero una hija moderna y profesional. La audiencia de la convención vio a la hija mayor de Trump, Ivanka, una exitosa mujer de negocios que actualmente escribe un libro titulado Women Who Work. También fueron testigos de cómo la familia Trump encarna la vieja hipocresía machista de los hombres que quieren una cosa para sus esposas y otra para sus hijas.
Aunque los valores de la familia Trump no son particularmente honorables, sí son perversamente tradicionales. Melania Trump le dijo a la audiencia de la convención que “Donald es intensamente leal con su familia”, una afirmación desmentida por su propia historia personal —Melania es la tercera esposa del magnate, la segunda fue la mujer con la que Trump engañó a su primera mujer–. El candidato tiene hijos con tres mujeres diferentes y dice que su primer divorcio ocurrió por haberle dado demasiadas responsabilidades a su esposa en el negocio, y culpa de su segunda separación a su entonces esposa por haberle exigido pasar demasiado tiempo con ella y su hija.
Las cualidades que Trump busca en sus parejas son muy anticuadas. Melania Trump es una exmodelo que tiene su propia línea de joyas y productos para la piel que se comercializa a través de la cadena televisiva QVC y hace énfasis en que su papel como madre viene antes que todo lo demás. Trump ha hablado despectivamente de las mujeres que trabajan, no habla mucho sobre la crianza de los niños y espera que las mujeres sean más atractivas estéticamente que sólidas desde el punto de vista intelectual.
“Sabemos cuáles son nuestros roles”, ha dicho su esposa. “Nunca quise que él le cambiara los pañales a Barron, o lo acostara”. Y Trump, obviamente, está de acuerdo: “No voy a hacer nada” para cuidar a mis hijos, le dijo a Howard Stern en 2005. “Yo proporciono los fondos y ella se ocupa de los niños”. Sin embargo, Trump incluyó a Ivanka en un anuncio radial de su campaña y dijo: “Estoy muy orgulloso de Ivanka. Ella es una gran persona, una madre dedicada y una empresaria excepcional”.
Puede parecer injusto que se critique a los cónyuges de los políticos porque, a menudo, son arrastrados al centro de atención mediática solo por el trabajo de su pareja. Pero Trump es un candidato presidencial, por lo que sus relaciones personales y políticas con las mujeres, así como el tratamiento que le da a sus empleados o socios, es relevante.
Las diferencias entre los matrimonios de Clinton y Trump reflejan una incómoda evolución que también viven los hogares en Estados Unidos. En el último medio siglo las mujeres estadounidenses han experimentado una gran transformación en sus roles, y ahora las parejas casadas se parecen mucho más a los Clinton (o a Ivanka Trump y su marido, Jared Kushner) que a la visión de la familia tradicional que Trump sostiene: la mayoría de las mujeres trabajan a tiempo completo, y cada vez más, los hombres se casan con mujeres que tienen su mismo nivel educativo y profesional.
Pero el público tiene sentimientos ambiguos sobre esta evolución. En la actualidad, el 40 por ciento de las mujeres son la principal fuente de ingresos de sus familias, y casi el 80 por ciento de los estadounidenses piensa que las mujeres no deben volver a sus roles tradicionales. Un tercio todavía piensa que lo mejor para los niños pequeños es que su mamá no trabaje. Al Partido Republicano se le ha dificultado aceptar este nuevo modelo, y suele oponerse a las políticas que buscan ayudar a las mujeres que trabajan y quieren planificar sus familias, como el cuidado de los niños con fondos federales, el permiso parental remunerado y el acceso a métodos anticonceptivos.
El cambio de los roles de género es menos amenazante para los republicanos cuando se trata de las hijas. Según un estudio reciente, los hombres estadounidenses ponen la “inteligencia” en el tope de sus aspiraciones para sus esposas e hijas, pero luego las respuestas se dividen: más hombres dijeron que querían que sus esposas fuesen atractivas y dulces, y menos aseguraron que querían esas cualidades en sus hijas.
Los estadounidenses consultados quieren que sus hijas sean independientes, fuertes y con principios, pero no buscan esas cualidades en sus esposas. Dos tercios de los hombres quieren hijas independientes, pero solo uno de cada tres quiere una mujer independiente. El 14 por ciento de los encuestados dijo que quería una mujer que fuese ama de casa; solo el 5 por ciento dijo lo mismo de sus hijas.
Esta dinámica parece cumplirse en la familia Trump: la esposa es profesionalmente atractiva, anecdóticamente agradable y bastante tradicional, mientras que su hija mayor es una mujer de negocios, independiente y educada que fue apadrinada por Donald Trump para que ascendiera hasta los niveles más altos de la empresa familiar.
Ivanka ha participado más que su madrastra en la campaña, suele defender la forma en que su padre trata a las mujeres y destaca su buen carácter. Y es Ivanka, no Melania, quien presentó a Trump como el candidato del Partido Republicano.
Esta narrativa del poder femenino —de la hija, no de la esposa— es una estrategia que los estadounidenses están dispuestos a aceptar. Un hombre que dice que nunca ha cambiado un pañal y vive su tercer matrimonio con una exmodelo puede apelar a una resentida minoría masculina, pero será poco atractivo para gran parte del país. Sin embargo, muchos podrán identificarse con una joven exitosa.
Cuando los hombres tienen hijas, suelen cambiar sus actitudes y volverse menos estrictos con los roles tradicionales de género, algo que no sucede con las madres de las niñas. Los hombres que tienen hijas son también más propensos a apoyar los derechos reproductivos que los que no son padres de niñas.
A menudo los hombres le dan más oportunidades a su descendencia femenina que a sus parejas. Quizá ven a sus hijas como extensiones de sí mismos.
Esta elección plantea la pregunta de si Estados Unidos ha evolucionado lo suficiente como para valorar a las mujeres como individuos en lugar de evaluarlas simplemente como mujeres atractivas que apoyan a sus maridos o las hijas brillantes que reflejan su luz sobre los padres.
Es una pregunta que Trump debe abordar en su vida personal. Y su respuesta no será muy bonita.

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