LA GUERRA DE LOS SEXOS

La lucha por la igualdad y la justicia ha puesto a las mujeres a en un largo viaje de auto-descubrimiento y lucha. Hemos recorrido mucho camino pero aun no hemos arribado a nuestro destino final. A pesar de que faltan aun más obstáculos por vencer, las mujeres hoy día podemos decir que tenemos más oportunidades de las que tuvieron nuestras madres y muchas más de las que nuestras abuelas podrían haber soñado. Pero nuestra lucha por la igualdad ha traído consigo muchas pruebas. La guerra de los sexos sigue viva en nuestros lugares de trabajo, comunidades, iglesias y hogares—convirtiéndose en una constante fuente de discordias entre hombres y mujeres y muchas veces obligándonos a retirarnos a nuestras respectivas esquinas en derrota. Sin embargo, es importante que como mujeres no nos dejemos llevar en el afán de ser asertivas, tanto que olvidemos tomar en cuenta el efecto que nuestro recorrido ha tenido en los hombres. Pues al final del día los hombres pueden convertirse en nuestros más grandes solidarios o nuestros más fuertes oponentes.

Las mujeres hemos tenido que comprobar con nuestros cerebros y destrezas que en verdad tenemos lo que toma. Diariamente somos sometidas a pruebas para demostrar—a veces más que nuestra contraparte masculina—que somos dignas de la igualdad y que podemos lidiar con la presión y ser igual de productivas. Como consecuencia, la palabra multi-tarea fue inventada por y para las mujeres. La mujer promedio tiene múltiples roles. Es cuidadora, amante, profesional, sanadora, ama de casa, cocinera, nutricionista, consejera, motivadora, organizadora—y la lista continúa. Es como si hubiésemos luchado para obtener el derecho a traer a casa el tocino, y lo logramos, pero nos sigue tocando cocinarlo, compartirlo, servirlo y aunado a eso también nos toca lavar la olla y limpiar la cocina.

Como si nuestra carga de multi-tareas no fuera suficiente, nos encontramos ante constantes incertidumbres en cuanto a nuestras relaciones con los hombres. Los extremos negativos parecen ser comunes entre nosotras. Solo escuchamos de, sabemos de y nos movemos hacia aquellos hombres que nos maltratan, abusan y dominan. Y estos reportajes negativos a menudo sirven para echar una sombra tenebrosa sobre todos los hombres y los etiquetamos como seres descorazonados en los cuales no se puede confiar, con los que no se puede contar. Esta también es la razón por la cual tantas mujeres perciben que no hay hombres buenos allá afuera.

A menudo la guerra de los sexos parece nutrirse más de relatos de hombres que son un terror y no de los hombres nobles que hay entre nosotras. De esta manera los hombres buenos pierden. Las mujeres han llegado a creer que los hombres buenos simplemente no existen. Por lo tanto no creamos espacio ni expectativa para ellos en nuestras vidas. Por otra parte, a veces los hombres buenos puedan estar a nuestro alcance pero simplemente porque hemos sido condicionadas para creer que un hombre debe ser dominante, no sabemos cómo aceptar a un hombre bueno en nuestras vidas. Hemos equivocadamente igualado “el sexo dominante” a la tosquedad, el control y la agresividad. Por lo tanto en nuestras mentes un hombre real debe cumplir con esta definición.

A la vez, los hombres buenos pierden con otros hombres. Los hombres han sido condicionados para creer que un hombre real siempre debe tener todo bajo control. Y tener todo bajo control también significa dominar, mandar, oprimir, llevar siempre la delantera. Cuando los hombres no ven estas señales en otros hombres lo califican como debilucho. Es probable que hayas visto esto en aquellos casos en que un hombre bueno se casa con una mujer confiada e independiente. El juicio popular en contra de estas relaciones es que ella es la que lleva los pantalones en la relación. Esto no es necesariamente cierto.

Los hombres buenos también pierden cuando las mujeres tratan de feminizar la masculinidad. Algunas mujeres creen que un buen hombre debe ser suave y gentil, casi femenino en su trato. Recientemente los diseños de moda creados para hombres eran catalogados con la definición moderna de hombre “metro-sexual”. Un hombre con un fuerte sentido estético y que invertía grandes cantidades de dinero en su apariencia y estilo de vida. Esto simplemente ha servido como otra generalidad engañosa acerca de la hombría. Por otro lado, en protesta a la metro-sexualidad, Horacio Silva del New York Times utilizó el término “menergía” para describir la “energía anti-metrosexual e híper-masculina” que ahora circula por las pasarelas. Los hombres buenos no necesitan ser feminizados ni estereotipados como machos. ¿No puede haber un balance?

Es por esto que necesitamos un cambio de paradigma, uno que le dará al hombre bueno una oportunidad. Una pareja puede tener dos tipos de personalidades fuertes y si aprenden a trabajar en harmonía pueden llegar a ser un equipo. Necesitamos cambiar la idea de que solo una receta de “los polos opuestos se atraen” funciona para una buena relación. En otras palabras, en toda buena relación uno debe ser sumiso mientras que el otro debe ser el agresor. Necesitamos ver las relaciones con la mentalidad de que cada persona complementa a la otra en lugar de que cada persona trata de sobrepasar a la otra.

Las mujeres necesitan repensar la definición que propone que el hombre necesita ser dominante y controlador para ser definido como un hombre real. Los hombres también necesitan cambiar la tesis que dice que la mujer debe ser sumisa y callada para cumplir con la definición de una buena mujer. Cuando quedamos sujetos a estas ideas convencionales estamos erradicando el concepto de propósito divino. En otras palabras, Dios ha dotado a cada uno de sus hijos con dones y talentos especiales. Cuando un hombre y una mujer se unen, sus propósitos divinos, sean cuales fueren, deben armonizar y crear equilibrio en la relación. Ninguno de los dos debe dejar de ser u ocultar su individualidad para que el otro sea el/la más fuerte. Los hombres y las mujeres necesitamos redefinir nuestro rol y vernos unos a otros como socios en lugar de oponentes. De esta manera ambos dejaremos de sentirnos amenazados y las mujeres buenas empezarán a crear el espacio para los hombres buenos.

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