LAS MUJERES Y EL BICENTENARIO


¡Imagínate! Si la existencia entera del universo (15 mil millones de años) –desde que éste comenzó a existir hasta el segundo recién transcurrido– tuviera que caber en tan sólo un año, la historia completa de la humanidad ocuparía únicamente el último minuto de la última hora del 31 de diciembre. Desde que escuché por primera vez esta idea de Carl Sagan sobre el calendario cósmico, hasta la fecha no deja de asombrarme. Con esta metáfora el afamado divulgador de la ciencia se esmera en ayudarnos a comprender la inmensidad del tiempo y la enorme cantidad de acontecimientos dados en él.

Cuando nos alejamos de lo cotidiano y tratamos de vernos en el marco de la larga historia que nos contiene, la importancia de nuestros logros parece revelarse de una manera nueva y muy diferente. Si nos enfocamos en la mujer, vemos por ejemplo que la primera mujer astronauta viajó al espacio en 1963, que no son pocos, pero tampoco muchos años. Durante ese lapso de tiempo cuántas primeras mujeres de otras diferentes disciplinas han poblado y desaparecido de la Tierra. Cuántos cambios en nuestro sistema de valores, cuántas innovaciones; pero, sobre todo, cuántas luchas personales e íntimas se han librado.

Hace doscientos años las mujeres no recibían la misma educación que el hombre, no tenían empleos remunerados, no decidían sobre su sexualidad ni su maternidad, muchas veces tampoco sobre el curso de su vida en general. Cuidaban con esmero un orden que no les pertenecía y que no obstante dependía por completo de ellas: la esfera de lo familiar giraba en torno a las mujeres con toda la inercia y la precisión que el mundo de entonces demandaba.

Doscientos años han transcurrido desde que “La Corregidora” conspirara para lograr la Independencia de México. Doscientos años que se dicen muy rápido y se abarcan con la mirada como se hace con la página de un libro. Doscientos años llenos de sucesos que a las mujeres de hoy nos permiten llevar una vida distinta a la que llevaban nuestras congéneres de aquel entonces.

Estoy segura de que alrededor del bicentenario de la Independencia y del centenario de la Revolución mexicanas se realizarán festejos que nos harán repasar el pasado de nuestra nación de una forma exhaustiva, muchos logros han habido y muchos han quedado en el camino. Y precisamente por eso es que creo que para las mujeres la ocasión representa, antes que nada, una oportunidad para reflexionar sobre el mundo que vivimos y el que hemos dejado atrás. La celebración resulta, por lo tanto, ideal para plantear lo que deseamos del futuro; no solamente como individuos, sino como género, como madres, como compañeras, como parte de una historia cuya descendencia, al igual que nosotros hacemos, verá todos nuestros logros y fracasos en un parpadeo.

A la velocidad de la luz

Como mujeres nos toca tomar nuestra responsabilidad social y escoger cuál y cómo queremos que sea. Es un hecho que en doscientos años hemos adquirido un poder a pulso y nos toca aprender a usarlo para bien. Sin embargo, también nos toca no cerrar los ojos a nuestras deficiencias y carencias; tampoco olvidarnos de disfrutar la vida y enseñar a nuestros hijos a hacerlo como un compromiso fundamental.

Asimismo, de cara al futuro podemos preguntarnos: “¿Acaso las mujeres mexicanas de la actualidad ya vivimos la vida que deseamos?”, más allá de nuestras diferencias, estoy cierta de que es posible hacernos por igual esta pregunta: “¿Hemos dado todas las batallas y lo hemos hecho bien?”, de no sentirnos satisfechas…“¿En qué nos hemos equivocado? y, mejor aún: ¿En qué lo estamos haciendo ahora?”; “¿Cuáles son los senderos que nos gustaría que nuestras hijas e hijos, nietas y nietos continuaran andando y cuáles no?”

En este punto es posible abrazar nuestra identidad, aprender de los beneficios de los aciertos y errores de generaciones previas; ser críticas y comprensivas para encontrar por nosotras mismas las respuestas que resultan urgentes hoy día.

Sin lugar a duda, las mujeres tenemos mucho por lo cual sentirnos satisfechas, pero nuestro papel en el desarrollo de este país presenta todavía intensos claroscuros. A las personas que no realizamos una actividad pública, quizá se nos dificulte comprender la medida en que nuestras decisiones personales inciden en la historia; pero la hacen. Y aunque al fin de cuentas, generalmente, en el universo de lo íntimo, escogemos cómo vivir los minutos que se nos han dado, me parece que hacer consciente esa elección, puede ser el motor del cambio que necesitamos a un nivel personal y social.

En el calendario cósmico un segundo equivale a quinientos años, doscientos años a poco menos de medio segundo, el lapso que en muchas ocasiones empleamos para tomar una decisión acerca de nuestra vida. El tiempo es tan subjetivo que podemos optar por sobrevolar esos instantes a la velocidad de la luz o sumergirnos en ellos como si se trataran de una eternidad.

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