ANSIEDAD: UN PARASITO MENTAL
Parece que vivimos en la era de la ansiedad, si entendemos a ésta como una prisa loca, desenfocada, absurda por llegar quién sabe a dónde a conseguir quién sabe qué. Esta ansiedad tiene que ver con el estilo de vida contemporáneo de las grandes ciudades, con las amenazas globales que enfrentamos como planeta de índole económica, ecológica y social. Parece que nuestro mundo se ha convertido en un lugar poco propicio para la tranquilidad. Sin embargo, la paz interna, el sosiego, tiene mucho más que ver con lo interno que con la realidad externa. La ansiedad, como un mal hábito de la mente, impide la posibilidad del disfrute, de la relajación, de la vivencia cabal del amor a uno mismo y a los demás. La prisa, la preocupación, los agobios, las obsesiones, son la antítesis del bienestar. La ansiedad está asociada al perfeccionismo, a dudar sobre qué tan capaz o fuerte es uno para enfrentar la vida. Estos rasgos de la personalidad pueden remitir a un pasado donde no fue posible consolidar una seguridad básica, una autoestima saludable y un autoconcepto amoroso y realista. El ansioso se encuentra atrapado en un círculo "detector de defectos", en donde, con un ojo microscópico, encuentra lo que está mal por mínimo que sea. Cualquier logro humano, académico, laboral, social, amoroso, es minimizado ante su falta de perfección. Esta búsqueda compulsiva de la falla se vuelve una pesadilla para sí mismo y para los demás, a quienes somete al escrutinio feroz. La tragedia del ansioso es que así como siente que nada está bien dentro de sí mismo y que todo puede salir mal, así mismo trata a los demás, haciéndolos sentir que siempre se equivocan y que nunca lograrán hacer nada bien. La vida es por decirlo de alguna forma, una cadena de eventos generadores de ansiedad. Todos los días alguien nos agrede, algo nos sale mal, tal vez un amigo nos traiciona, terminamos una relación amorosa, perdemos un proyecto importante, etc. Antes estos eventos, es normal perder perspectiva y sentir enojo, tristeza, impotencia y algo de caos. Sin embargo, el ansioso no es capaz de recuperarse y esos eventos lo hacen perder la perspectiva casi de manera permanente, es decir, que su balance sobre su vida, es que todo está mal y que el mundo es un lugar lleno de amenazas y peligros. Algunos autores sugieren hacer una tabla con dos columnas. De un lado anotar los eventos negativos que ocurrieron a lo largo del día. Del otro, anotar los eventos positivos del día. Y hacer esto todos los días a lo largo de un mes. La tendencia que arrojan algunas investigaciones es que generalmente las cosas positivas exceden a las negativas. Nos pasan más cosas buenas que malas, sólo que muchas veces no nos damos cuenta. Es imposible vivir sin preocupación y ansiedad. Con esto quiero decir que existe una ansiedad adaptativa, que puede ser una especie de sensor, de alarma, de "beep" interno, que nos avisa que algo malo está pasando y que tenemos que actuar en consecuencia. Frente a esto tenemos dos alternativas: huir o enfrentar. Y para enfrentar, necesitamos de esa adrenalina ansiosa que nos hace ser valientes cuando así se requiere. Lo inadaptativo de la ansiedad es cuando ésta sólo permite a la mente pensar en posibles catástrofes. Pensar así, parasita la mente, consume memoria de trabajo necesaria para la concentración, para avanzar en el trabajo, en el estudio, etc. Toda la energía puesta en los pensamientos ansiosos es energía que restamos a nuestra capacidad de logro y realización. Hay quien siente culpa por no preocuparse y aún cuando esté contento en una situación en donde lo está pasando bien, se lo echa a perder en una renuncia inconsciente a ser feliz, porque cree erróneamente que si no se preocupa, todo se saldrá de control. Para el ansioso, preocuparse es útil y necesario y espera que todos a su alrededor se preocupen tanto como él porque relajarse es bajar la guardia y no estar listo por si algo sale mal. Algunas sugerencias que pueden ser de utilidad para enfrentar y vencer la ansiedad: Reconocer que nuestra visión del mundo y de los problemas es totalmente subjetiva. No es una verdad absoluta y por tanto puede ser cambiada. Si fuéramos capaces de salirnos de nuestros pensamientos y pensar sobre lo que estamos pensando, como si se tratara de alguien más, quizá escucharíamos con mas claridad lo que nos decimos sobre nosotros mismos que generalmente es destructivo y podríamos quizá detectar que una parte de nuestros agobios, es mera ficción. En lo posible , deberíamos basarnos en evidencias y no en especulaciones. Nos asusta mucho más lo que no vemos que lo que vemos. Enfocarnos en lo que vemos puede ser un antídoto útil para distinguir entre lo posible y lo probable. Que pueda pasar no significa que va a pasar. Confiar más en nosotros mismos. Preguntarnos: ¿Qué es lo peor que nos puede pasar? tal vez nos permite darnos cuenta de nuestra capacidad de enfrentar la adversidad y nos ayuda a dimensionar la situación. Casi todo tiene solución, con excepciones obvias como la enfermedad terminal o la muerte. Entender, a fondo, que la incertidumbre es parte de la vida. Tener honestidad en nuestros propósitos y claridad de visión. Preguntarnos qué es lo que verdaderamente queremos hacer con nuestra vida, cuáles son las cosas que sí nos motivan, que sí elegimos libremente. Y decirle que no a todas aquellas que aceptamos por impulso, por miedo, por falta de claridad, por no saber decir que no. Aceptar compromisos, responsabilidades, relaciones, chambas extras, por no saber decir que no, es fuente segura de ansiedad. Síntomas que son dignos de tomarse en cuenta en el diagnóstico de ansiedad: Incapacidad de disfrutar por estar preocupado, sensación permanente de prisa, sentir culpa por descansar, mal humor, irritabilidad extrema, sensación de que algo malo va a pasar, sensación de fragilidad-vulnerabilidad, maltrato a los demás en la búsqueda compulsiva del error, insomnio, pesadillas frecuentes, pérdida de deseo sexual por agotamiento físico, emocional y mental, poca productividad, falta de concentración, necesidad de sustancias o experiencias que aminoren la tensión (alcohol, drogas, tranquilizantes, comida, promiscuidad sexual).
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