TU CASA, TU VIDA


Dicen que las paredes hablan, que las casas tienen vida porque respiran, asfixian, recuerdan.

De pronto, la sala se ha convertido en estudio, el estudio en cuarto de televisión, el cuarto de televisión en recámara y el comedor en archivero. ¿Te suena común esta escena? En la gran mayoría de los hogares, no sólo de México, sino del mundo, el problema de funcionalidad de las casas es común, ya sea porque económicamente no es posible conseguir un lugar con espacio suficiente o porque los miembros de la familia con quien se comparte el hogar son demasiados. Si a esto se suma la costumbre que tenemos de almacenar objetos para el futuro, de conservar toda clase de recuerdos del pasado, de ir sumando las herramientas del presente, llega un momento que el hogar dulce hogar se convierte en un sitio amargo en el cual se busca pasar el menor tiempo posible.

De acuerdo con el organizador profesional de hogares, Peter Walsh, autor del libro Menos es más, la manera en que están acomodadas nuestras casas representa el estado en que se encuentra nuestra vida, el cómo nos relacionamos con lo que hay a nuestro alrededor y los agobios que nos generan las posesiones. Psicólogo de profesión, Walsh sostiene que hay personas que ya no saben tener una relación racional y sensata con sus cosas, que llenan todos los rincones de su hogar de ropa, papeles, toda clase de colecciones, álbumes, herramientas, productos de cocina, antigüedades y todo lo imaginable e inimaginable.
“Hay quienes miran su sala o su recámara y sienten como si les faltara el aire, se sienten abrumados, enterrados bajo sus propias cosas. Nuestro hogar es la base emocional y física de nuestra familia. Para cambiarlo hay que motivarnos primero nosotros mismos a generar cambios de nuestra imagen. Quieres construir una vida sobre cimientos sólidos, pero ni siquiera puedes ver el suelo que pisas; quieres perder peso, pero tu cocina está atestada de utensilios y productos alimenticios que nunca usarás; quieres reconducir tu carrera profesional, pero entrar a tu estudio te enferma, ¿quieres cambiar? Empieza por tu hogar”, sugiere Walsh. “Las cosas que creas, los objetos que valoras, las posesiones que acumulas son tu reflejo, el reflejo de tu vida, de tus relaciones, de tu carrera y de tus aspiraciones. Tú no eres tus cosas, pero créeme, tus cosas revelan mucho de cómo eres”.

El problema de elegir
Lograr tener el hogar ideal, o al menos el adecuado a nuestra vida, implica muchas acciones. No sólo interviene el llenarlo de muebles y adornos; la tarea empieza desde su ubicación geográfica, el precio, el estatus social; quien llega a conocer una casa, ya sea para rentar o comprar, debe sentir una conexión muy especial, hacer química con los espacios, el vecindario. Si al contrario, siente una vibración extraña, una sensación negativa, lo mejor es conseguir otra alternativa.
Eugenia y Conrado Pacheco hicieron una búsqueda que se prolongó alrededor de cuatro meses para encontrar la casa de sus sueños: adaptable a su presupuesto, con espacios básicos para sus necesidades, iluminación, balcón para poner plantas, colores armónicos, ventilación y sobre todo, lo que más necesitaban los dos era que estuviera cercana en bicicleta o caminando a sus respectivos trabajos, al súper y bancos. Eugenia llegó a sentir desesperación al no encontrar un espacio ideal para rentar, parecía tan sencillo conformarse con cuatro paredes y un techo; fue cuando se empezó a cuestionar la vida propia, la personalidad que puede tener cada hogar. Al investigar descubrió la psicología del diseño y recurrió a ella para sentirse cómoda en su nuevo espacio.

Aplicarle psicología al hogar
En el libro Un lugar como el hogar. Usando psicología del diseño para crear espacios ideales, su autor Toby Israel señala que de la misma manera que en una terapia se dan a conocer los patrones familiares, las actitudes y gustos del paciente frente a la vida, la psicología del diseño demuestra cómo hemos sido influenciados por el entorno estético al que estuvimos expuestos en nuestros años de desarrollo. Para bien o para mal, nuestros gustos están marcados por ese pasado y de alguna forma éstos nos hacen sentir cómodos -o viceversa- en un espacio determinado. Por tanto, explorar ese pasado nos puede permitir vivir en un lugar que sea mucho más compatible y funcional para nuestra personalidad.
Toby Israel, psicólogo ambiental de profesión, añade que es importante analizar nuestro pasado estético con el fin de crear un hogar que nos complemente, tranquilice y provoque placer.
“La casa -sostiene- es un bien básico y una vez que está cubierto con cierta holgura, entonces se convierte en una extensión de la personalidad de cada quien, un poco como lo hace la moda. Al elegir una casa todos nos debemos enfrentar y empatar nuestro sueño, la casa que nos gustaría tener, con nuestra realidad, la casa que podemos pagar. Lo que debemos intentar es llegar a un punto medio entre ambas y a partir de ahí generar un ambiente que nos genere bienestar.
No todos tenemos la oportunidad de crear nuestra propia casa. Debemos, en la mayoría de los casos, adaptarnos a creaciones de arquitectos que buscaron la efectividad y meter más en menos espacio”.
La psicología del diseño, por tanto, nos enseña que decorar nuestro espacio es nuestra forma más natural de querernos relacionar con el entorno; debe contener en sí mismo un sentido y conectarnos con la realidad. Para Toby Israel, tomar decisiones creativas e iluminar tu vida por medio del diseño funcional en el hogar es el inicio de una transformación personal.

Cómo hacerlo, es el dilema
Peter Walsh indica que el primer paso para ser organizado es trabajar teniendo en cuenta la visión de la forma en que quieres vivir. A partir de ahí, todo fluye. Menciona que el desorden y la acumulación son insidiosos, una ola lenta pero constante. Entran en tu casa poco a poco, normalmente con el paso de los años que los hijos crecen y los abuelos dejan recuerdos. Todos esos objetos te absorben la vida, te deprimen, te agobian, te quitan motivación y no te dejan respirar. Impiden que disfrutes de los momentos más íntimos y preciosos, te roban espacio, se ocupan de tu vida. A veces para deshacerse de eso, hay que tomar duras y valientes decisiones.
Ver espacios libres dentro de un hogar provoca la sensación de alivio y alegría, de manera que es importante valorar la funcionalidad de cada espacio y empezar por preguntarse: ¿Qué habitación es ésta? ¿Cuál es su función? ¿Estos objetos contribuyen de forma positiva a la vida que quiero? ¿Qué emoción te ata a ellos? ¿Qué poder tienen sobre ti? Como familia se debe decidir para qué sirve cada habitación y cómo debe llenarse. Cada aspecto requiere su espacio: existe un lugar ideal para el trabajo, otro para la diversión, uno especial para la comida, para descansar. Nadie debería sentir estrés cuando abre la puerta de su propio hogar.
El ambiente que creas externamente empieza a llenarte internamente. En un espacio más libre tendrás claridad, perspectiva, enfoque y sensación de franqueza.
El desorden nos impide tener paz mental. Pregúntate entonces, ¿qué aspecto quieres que tenga tu casa? ¿A qué quieres que se parezca tu sala de estar? ¿Y tu recámara? Atrévete a caminar por cada rincón con una libreta y lápiz en mano para ir anotando qué función quieres que tenga cada metro cuadrado, la estética vendrá en segundo lugar. Analiza, sueña y después pondera. Sólo recuerda que al despejar tu espacio abres tu vida a posibilidades infinitas. Decide una fecha para iniciar la transformación y establece tu agenda de cambios.
Una regla es quitar el sentimentalismo a las cosas y meter en su lugar la practicidad, lo funcional. Si hay objetos que tienen guardados más de un año sin utilizarse, e incluso ni siquiera recordabas que existían, seguramente allí seguirán sin que los necesites, por tanto deshazte de ellos. Plantéate metas razonables e involucra a todos los miembros de la familia asignándoles comisiones especiales. Diseña una tabla para la función de cada habitación y entre todos los miembros de la familia siéntense a discutir cómo la llenarán. Cada habitación tiene su diferente función, especifícalas y haz que se respeten. Empieza por organizar el área más desordenada y termina con la menos.

Espacio por espacio
Ninguna habitación resulta más importante que la recámara. Al ser un espacio para el descanso, la reflexión y el recogimiento, puede impactar en la vida familiar, en la paz, la armonía, el amor y el respeto entre todos los miembros. Colócate al centro y define cómo sería tu espacio ideal, tal vez como la habitación de un hotel que te ha fascinado. Esta habitación tendría que reflejar calidez, calma, amor; debería quedar el mobiliario necesario y la ropa, cualquier otra cosa como videojuegos, juguetes, archivos de papeles y herramientas de trabajo deben quedar fuera. Cuida la iluminación, que sea tenue para crear un ambiente acogedor. Mantenla siempre limpia y ordenada.
La sala-comedor suele ser el todo de un hogar. Un área para la lectura, para almacenar cosas, para recibir visitas, para comer, para tener discusiones o tomar una siesta. Su función principal, sin embargo, debería limitarse a la convivencia familiar y con amigos. Es la carta principal de presentación de un hogar, por lo que siempre debería estar despejada y limpia.
El estudio necesita tener zonas despejadas para el trabajo. Es necesario que en el escritorio sólo esté la computadora y un cubo para plumas, cuaderno o fólder para hacer anotaciones. Los papeles lucirán mejor acomodados de manera vertical en libreros; lo que sea de menos consulta, pero que su almacenamiento sea indispensable, como facturas y comprobantes de pago, lo ideal es mantenerlo en cajas que deberán estar depurándose al menos cada mes.
Después de hacer un rediseño a cada espacio de tu hogar hay otro paso indispensable por aplicar: el mantenimiento. Si alguno de los miembros de la familia se indisciplina u olvida el nuevo orden, en menos de un mes el hogar volverá a su antigua y triste realidad. Habrá que establecer entonces reglas de respeto con sus respectivas sanciones, revisiones periódicas y sobre todo, adoptar en otros ámbitos de la vida los nuevos hábitos. Se dice que lo que no se practica se olvida; cuida que no sea el desorden quien te lo deba recordar.

La función ideal de cada habitación
• Sala de estar: para entretenimiento de la familia. Debe haber sólo sofás, mesas y suelo despejado.
• Comedor: para que la familia coma reunida y en ocasiones celebrar con amigos. Debe contener una mesa, sillas, algunos adornos y nada de trastos, con espacio suficiente para caminar alrededor.
• Cocina: para preparar los alimentos. Debe haber trastos, comida y sólo los artículos de cocina necesarios.
• Recámara: para descansar y dormir. Debe haber una cama, tocador o mesita de noche con espejo y lámparas que proporcionen media luz.
• Estudio: para trabajar pendientes de oficina y organizar pagos de la casa. Debe haber un escritorio con silla cómoda, un reloj, librero y una computadora.
• Baño: para el aseo personal. Debe tener productos de higiene, medicinas y un espacio para almacenar toallas.
• Cuarto de lavado o almacenamiento: para la limpieza del hogar y la ropa, resguardar los objetos que por el momento no se utilizarán. Debe estar allí la lavadora, herramientas, productos de limpieza y material deportivo.

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