LA NUEVA ¿CARA? DE LA MUJER MEXICANA


Algunas tardes de las vacaciones que recién terminan me puse a ver la televisión, ¡por supuesto!, como toda clasemediera que se respete. Me gustan los programas de detectives, de autopsias, investigaciones secretas y asuntos así; los Simpson, un montón de documentales en diversos canales, películas del 11 y del 22, una que otra serie española, algún reportaje de Cristina de Pacheco y otras cosillas.
De tanto en tanto, para estar segura de que voy bien por la vida (si “ellos” dicen blanco, yo pienso “negro”, esa es nuestra relación) sintonizo en los canales de televisión “libres” que son de-li-cio-sos francamente: inaguantables, poca cosa se puede ver, basura, basura, basura, y el día que transmiten una película regular hay tantos anuncios que la pobre familia se tiene que aplanar cuatro horas para verla completa; hasta calambres dan.
De cualquier modo, cuando me quiero relajar, no pensar en nada, reírme de tonterías, dar rienda suelta a la ironía y el sarcasmo, reafirmar que soy ser pensante, me tiro a la cama o al sillón, miro con ojos de borrego filósofo, tomo el control del televisor y me conecto a programas de chismes del (micro) mundillo artístico más o menos cercano… ¡Y a criticar y a reír requeteagusto! ¡Cada cosa que dicen que es para morirse! Te privas y te azotas de la burla. Lo peor del caso es que “ell@s” se sienten maravillos@s… y l@s televidentes ¡también! Qué risa.
En uno de esos días, una de las mujeres de conocido programa de chismecillos anunció la revista Caras y dijo… bueno, ya saben, la sarta de… pero pues eso dice el guión y ni modo. Yo no me habría reído más de la cuenta ni me hubiese llamado particularmente la atención si ella no hubiera resumido así: “Caras, la nueva cara de la mujer mexicana”, o “el nuevo rostro para la mujer mexicana”, algo así. Entonces sí me dije ¿qué qué?
¿Qué entienden por eso? A todas luces la revista es equis, una más de las futilidades comerciales características de muchas empresas posmodernas. En la portada una mujer guapérrima (que tiene el mexicanísimo nombre de Jaydy Michel, aunque dicen que es mexicana y ahora sé que es mujer del español Alejandro Sanz, lo cual a mí ni para allá ni para acá), vestida con un precioso vestido amarillo piolín, pero en brillante, escote hasta el ombligo. Ya saben: cuerpísimo, maquillaje mucho más que impecable y etcétera.
Por supuesto que me dolieron los 30 pesotes que me gasté en el kilo de papel cuché doble cara, alto gramaje, con selección de color, de ciento cincuenta y pocas páginas, tamaño incomodísimo, una especie de tabloide de 25.4 X 33 centímetros, pesada en todos los sentidos. Caras, caras, caras, sólo caras… me hubiese comprado tres mazapanes o un café, en lugar de media arroba de apariencias y superficialidades que para qué las quiero. No es que sea coda, es que remuerde la conciencia tirar el dinero así, es más: depositarlo en la cuenta de quien no lo necesita ni le importa una revista vendida más o una menos. Así que ahora le saco jugo a mi dinero.
A todas luces, Caras nos están tomando el pelo, viéndonos las caras de tontas, por decirlo así. ¡Qué pena me da que quieran hacernos creer que las cosas no han cambiado en la mentalidad de las mujeres a partir de los movimientos feministas hasta la fecha! ¡Qué pena me da que intenten llenarnos la cabeza de… frivolidades! Nada de fondo que contribuya a mejorar la vida, que impulse a las lectoras y sus núcleos sociales, que las motive a pensar, a reflexionar, a ser creativas. Qué pena me da, a fin de cuentas, que existan mujeres que se la crean y la compren periódicamente (¡ojalá y no, por favor!).
Es una revista de jet set, lo sabemos, de las caras bonitas, pero… ¿de México? ¡No me digan! Se puede contar con los dedos a las “personalidades” mexicanas que aparecen: Kate del Castillo, Aylin Mujica, Salma Hayek, que ya sabemos es hollywoodense; algunos hijos de políticos que ni para allá ni para acá, y otros pocos millonarios de este país que se casan en Acapulco en gran fiesta, que van, que vienen y que sólo los conocen en su pequeñísimo mundo. Para nada son el prototipo del rostro de México.
Por otro lado, la cantidad de anuncios comerciales y las marcas que promueven ¡hay que ver! Productos alcanzables e inalcanzables, todos suntuarios, prescindibles (excepto el agua embotellada, pero casi cualquier marca es suficiente): cremas de pequeñas y grandes marcas; ropa que te desmayas de preciosa; automóviles, shampoos, medicamentos, ya se sabe, igual que cualquier otra revista del tipo, pero aquí está lo caro, lo súper, lo cool, lo nice “para disfrutar de lo mejor de la vida”. Caras es una revista multiplicadora de frustraciones porque, evidentemente, entre quienes sí pueden desembolsar 30 pesos, sólo unas cuantas podrán adquirir y vivir y “ser” como se plantea ahí. Otras copiarán los modelitos y los moditos, y la mayoría… se quedarán con las ganas.
Quiero pensar que quien la compra ya sabe a lo que se atiene. Sin embargo, creo que no se dan cuenta de la enajenación que provoca, la evasión de una realidad que no es del todo mala, de verdad, pero es otra muy distinta a la que nos pintan en esa revista “para la mujer mexicana”. La realidad del país –elegantemente llamado en vías de desarrollo– es dolorosa, llena de injusticias, pobreza, educación mediana (muy), clases sociales marcadísimas, estadísticas desalentadoras, violencia intra y extra familiar, corrupción, narcotráfico, los grandes temas nacionales aún en la mesa, mucha ignorancia y muchos demás. A pesar de todo, no nos vamos a deprimir ahora, pero tampoco seremos tan tontas para creer que siquiera un 20% de la población mexicana puede vivir así.
¿ Y el contenido de Caras? Ni preguntar, chismes de la farándula extranjera: Elvis Presley, Alejandro Sanz, Uma Thurman, Tom Cruise, Madonna, Antonio Banderas y, entre ellos ¡Bill Clinton!, ¿qué hace Clinton en un párrafo referido a “No rompían un plato”, cómo eran de niños unos cuantos artistas? Explíquenmelo, por favor.
Sigue Kristanna Loken, la de Terminator 3; Kate Hudson y Chris Robinson, cuyo hijo nacerá bajo el agua con una técnica europea de parto natural: “Kate llevaba puesto un top que le permitía traer su estómago al aire y ella lo enseñaba muy orgullosa” ¡Imagínense ustedes el estómago de fuera! ¿Cómo le hará esta pobre mujer? ¿Le saldrá por el ombligo, por la boca o por dónde, para que luzca bien, digo yo? Realmente quieren decir “panza”, “barriga”, “vientre” o algo así, nada elegante, pero ¿estómago?
Luego vienen consejos que se parecen a los del manual de Carreño (¡uf!) acerca de qué ponerse y qué no para las vacaciones, de un tal Dr. Protokol (y tantas que luchamos por romper absurdas y castrantes normas que lo único que hacen es masificar a mujeres y hombres, y los convierten en nada, en una mancha equis en su entorno, grises de tan iguales). ¿No será Dr. Proktól ogo? Ay, doctor, le vengo a hacer una consulta: ¿qué no las vacaciones son para vacacionar, para hacer lo que una pueda y quiera, deshacerse de complejos y frustraciones, lucir como se le dé a una la gana? ¿No?, ¡ay, perdón!
Me pregunto si las mujeres mexicanas quieren tener esa clase de información en sus cabecitas locas, en sus emociones o en su cultura general, digo, para tener algo de qué hablar a la hora del té o del juego de canasta, ¿no?
Me pregunto a quién, con dos dedos de frente, le importa saber que Macaulay Culkin saca a su perro a pasear y “no duda en detenerse y esperarlo” para que evacue por las calles de Nueva York, o que Ana Cristina Fox “salió en una revista con una bolsa pirata Louis Vuitton y tuvo que ofrecer (¡!!) disculpas”. (Ah, pero ella sí es mexicana ¿eh? y medio prietita, para que no digan que hay discriminación.) O que Ana Gaby Peralta, “una de las caras más guapas de México, se fue seis meses a la India a meditar”. Digo, a quién le importa, a menos que me invitaran ella o el buen Jorge Emilio González, que “se fue de vacaciones a Saint Tropez y a Marbella con sus amigos”.
En fin, hasta aquí he tratado de ser leve, de sonar elegante (ja). A lo mejor aporta “entretenimiento” al pueblo, lo que “ellos” entienden por entretenimiento (“al pueblo pan y circo”); es decir, perder el tiempo y no pensar, no ser crítica, alejarlo de su realidad para que no proteste, para que no se rebele; hacerlo conformista de tanto “quiero y no puedo”; someterlo a fuerza de costumbre ante las caras bonitas, los vestidos elegantes y los cuerpos odorizados con perfumes extranjeros y caros, enfundados en Mercedes o Lamborginis. Un pueblo enajenado, con su propia mano se mata y se entierra.
A final de cuentas, “ellos” tienen la culpa de que yo haya escrito esta nota: para qué me hicieron oír el anuncio en la televisión que habla de las “maravillas” de su revista. Ojalá me pagaran la inserción, compre usted la revista (o pídamela prestada, con todo gusto) en el puesto de periódicos más cercano (por única vez, por favor, si no me voy a sentir muy culpable de su adicción), para que se dé cuenta del mensaje, ni siquiera discreto, ni siquiera subliminal de: “fíjense, plebeyos, así viven los ricos”, dicho con todo el cinismo del mundo. Yates, autos, ¡hasta baños maravillosos! ¿Algo tendrán que ver nuestros impuestos, el Fobaproa-Ipab, Pemexgate y esas cosillas en el asunto de los ricos mexicanos o es alucinación mía?
Aquí tenemos como 150 páginas con… no encuentro la palabra adecuada… ¿letras y fotos?, ¿anuncios?, ¿banalidades?, ¿falsedades?, ¿embustes?, enredos, disfraces, engaños, trampas, artificios, burlas, aspavientos, extremos, exageraciones, anexas y conexas. Lo que sí puedo decir es que es una revista indignante, discriminatoria, estereotipadísima, grosera ante el pueblo de México, que insulta la inteligencia hasta de la menos inteligente.
Resultado de imagen para mujer mexicanaQué lástima que a las mexicanas nos consideren tan insulsas, torpes e ingenuas. Por supuesto que somos mucho más inteligentes de lo que creen propios y extranjeros; la ignorancia no es diosa ni ama en nuestra vida, por el contrario; requerimos y exigimos otra clase de lecturas y por ello adquirimos otro tipo de revistas y formamos a nuestras hijas e hijos con base en valores que proporciona la educación, o por lo menos lo intentamos, empezando por nosotras. ¡A ponerse listas y no dejarse engañar!
¿Envidia? Puede que sí, puede que no. Me parece que es conciencia.

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