MUJER VS MUJER


La rivalidad femenina, en cualquier ámbito social, ¡sí puede llegar a ser letal!

Fernando era el hombre más codiciado en Los Huizaches, su pueblo natal. Con tierras, caballos, una de las casas más grandes de la región y su porte de galán, muchas mujeres se pegaban al balcón para verlo pasar. Eran los años 20 y no se veía bien que ellas conquistaran al hombre; había que esperar a ser la elegida. Margarita fue la “suertuda”. Luego de la boda y el primer hijo, esa suerte se le volvió infierno. Fernando empezó a aceptar el amor de otras. Margarita lo defendía a gritos y desgreñones, pero no fue suficiente. Los tiempos cambiaban y el pudor de sus congéneres se hacía más laxo. Entró a la arena para defender su título; su última estrategia fue un cuchillo que enterró en el vientre de su más acérrima rival. Sólo así conservó su primer lugar. De acuerdo con la psicóloga chilena Silvia Lobo, en una competencia sana, quien pretende ganar el título de líder lucha en condiciones de igualdad. Busca superar, pero a través de actos que no dañan la integridad física o mental de su competidora; existe un objetivo muy bien definido, que es la superación. Dentro de la rivalidad femenina, en cambio, esa “competencia” se transforma en violencia y ésta, a su vez, en heridas difíciles de sanar, por lo que las mujeres que entran en ese juego son condenadas al amor fragmentado y a la desdicha. No se aceptan a sí mismas y casi nunca encuentran una satisfacción duradera. Margarita terminó muriendo de cáncer a los 60 años tras una vida llena de corajes y frustraciones, mucha infelicidad. Fernando no tardó en volver a casarse.

La pedagoga española Nora Rodríguez, autora del libro Detrás de una gran mujer siempre hay otra que le pisa los talones. Guía definitiva para superar la rivalidad femenina, afirma que no sabemos mirarnos entre nosotras desde la igualdad: “Cada mujer se compara y se da a sí misma un valor en relación a otra. Nos resulta más difícil que a los hombres, construir nuestra propia identidad sin establecer ciertos modelos a seguir”, señala. También entre los hombres se da la rivalidad, pero a diferencia de ellos, las mujeres son rivales muchas veces por envidia, celos, carencia de autoestima y de proyectos personales. Diferencias de género La exigencia propia de la mujer desde la antigüedad ha sido demasiada: buenas como la madre Teresa de Calcuta, exitosas como Hillary Clinton, bellas como Angelina Jolie, madres ejemplares como la Princesa Diana. En el ideal y la tradición, la mujer está para darse a los demás, para ser solidaria y abnegada. Si alberga “malos sentimientos” de rivalidad, se le juzga mal. Por educación, los hombres desde pequeños son competitivos. Se les inculca a buscar al rival y derrotarle, a ser los mejores. 

Las mujeres en cambio sienten con mayor frecuencia la tentación de compararse unas con otras. Ellos rivalizan de una manera más abierta, con mayor agresividad física, mientras que ellas lo hacen con disimulo. No es fácil que una mujer confiese abiertamente lo que ambiciona de otra, lo que le envidia, el orgullo no le permite reconocer. Utiliza la mentira para disimular o simplemente omite contar toda la verdad, difunde chismes, suelta rumores, hace labor de espía para conocer los pasos y planes de su rival. En su libro Malas, la escritora valenciana Carmen Alborch señala que la rivalidad femenina es percibida en lo social como algo negativo, hasta las llega a clasificar como arpías o víboras, mientras que en el hombre se ve como un instinto de supervivencia innato y legítimo. Tal vez los hombres sólo comenten esos detalles, pero entre las mismas mujeres es algo que no se pueden perdonar. Es como un código de lealtad. La rivalidad para la mujer, a decir de la psicóloga Isabel Coch, tiene que ver con supervivencia debido a la cerrazón del mundo masculino para que entre ambos sexos haya igualdad de condiciones. “Las dudas sobre nuestra autoestima nos hacen desconfiar de la valía de las demás”, sostiene Alborch. “No somos amigas por naturaleza, pero tampoco las peores enemigas”. Signos de guerra La rivalidad femenina se manifiesta principalmente en el ámbito laboral y amoroso. En algunas ocasiones se utiliza la palabra para derribar a la “enemiga”; a veces sólo basta un gesto; el grado extremo llega a la agresión física. El psicólogo Manuel Salgado considera que quienes se quedan atoradas en la rivalidad, sólo se librarán de esa esclavitud cuando logren aceptarse a sí mismas. “No se trata de ser conformistas, sino de superarse, reconociendo las propias limitaciones y sin pisar a los demás. Como en toda competencia, debe haber normas éticas”. Señala que es mucho mejor comprender que culpar. Tal vez la guapa de cuerpo escultural en la oficina no consiguió el ascenso por su belleza, sino porque demostró mayor entrega y responsabilidad; tal vez la que trae locos a los hombres no es porque sea de cascos ligeros, sino que es simpática, vive más libre su sexualidad, no exige y eso los atrae. Entre mujeres Es más común que las mujeres entren en disputa cada vez que encuentran peligro en aquello que valoran o desean: hombres, trabajo, reconocimiento social o belleza. Enfocan más su atención a destruir a su rival, que a reforzar su competitividad y destacar por sí mismas. Una etapa de la rivalidad es la competencia sana entre dos personas, sin asignación de sexo; otra, es la envidia. Se puede competir por seducir al mismo hombre o envidiar al hombre de otra. La envidia es lo más ligero de la rivalidad. Puede ayudar  tomar decisiones sobre lo que se quiere en la vida; ver lo que tiene la otra puede servir como estímulo para llegar a obtener lo mismo o más; finalmente, puede ayudar a descubrir una habilidad o talento propio. Mediante ese descubrimiento se puede pelear por un ascenso luego de ver que una amiga o compañera lo ha logrado. Se vale tomar ejemplos, imitar estrategias si son positivas y se ve que funcionan… eso sí, respetando la personalidad de cada quien y el estilo propio. Otra etapa de la rivalidad son los celos. Esa desconfianza que se demuestra hacia la otra persona no tiene nada más qué ver que con la falta de confianza en sí misma, con un problema de autoestima.

Entre los caso
s de celos que dan causa a la rivalidad están el no soportar que la familia o las amigas hagan actividades sin esperar a que tú estés con ellas; no soportar que una amiga o desconocida luzca mejor que tú; no soportar que tu pareja reconozca la belleza de otra; no tolerar que en el trabajo otra sea más reconocida. Lo recomendable es hacer un examen de conciencia para tornar los celos y la envidia en una competencia saludable, buscar el equilibrio, reconocer las habilidades propias y también las limitantes. En el trabajo Lorena entró, recién terminada su carrera, a una empresa contable. Tenía ganas de prepararse para luego ser independiente, pero se encontró con un obstáculo que la desanimó: su jefa la vio como una amenaza y se dedicó a boicotearla. Cualquier error que Lorena cometía, era magnificado y hecho público; la humillaba, difundía rumores, hasta que la hizo presentar la renuncia.

 Constanza vivió algo similar: analista financiera de profesión, conoció a su primer enemigo en el trabajo y tenía cara de mujer. Un par de compañeras que se dedicaban a conquistar hombres, llevarlos a la cama y luego dejarlos, no veían con buenos ojos que a ellas les faltaran el respeto y a Constanza no. Empezaron a acercarse a ella para lograr que la identificaran como parte de su grupo y desprestigiarla también. Como se negó y puso distancia, se encargaron de ponerle trampas para que perdiera su puesto y no soportara el ambiente laboral. En el área de trabajo, una forma fácil de identificar a la mujer que está en plena guerra es por sus actitudes: no tolera la presencia de su rival, rechaza o anula sus comentarios, inventa chismes, acosa, desmotiva, “mete el pie” y su límite lo alcanza cuando empieza a insultar abiertamente.

De acuerdo con el informe de la Organización Internacional del Trabajo, denominado Tendencias Mundiales del Empleo de las Mujeres, el origen de la violencia en el ámbito laboral se deriva de una combinación de causas relativas a las personas, al medio ambiente y a las condiciones de la actividad que se desempeña. A la mujer que inicia la rivalidad no le importa si ofende, lesiona o humilla a su contrincante. Hace un “juego sucio” en el que descalifica el trabajo de la otra únicamente por su género. Es un conflicto muy típico entre jefas y subalternas o viceversa. Los grados de violencia que se dan en las relaciones entre mujeres en el trabajo son muy fuertes; de hecho, es raro que puedan tener muchas amigas; tienen conocidas, compañeras, colegas y en el remoto caso de que sí hubiera a quien considerar amiga, cualquiera sigue funcionando como rival. Los factores culturales y económicos tienen un peso fundamental en estas conductas. Si ves que una mujer trata de agredirte con sus comentarios o quiere acosarte, lo mejor es desarmar el juego. “Habla de frente, dile claramente que ya detectaste su intención y que no te parece. Si no desarmas el juego, puedes entrar en dinámicas perversas”. Pueden aceptar que hay competencia entre ellas mismas, pero no deben terminar odiando o golpeando a la otra. 

También observa cómo actúa con los hombres: por lo general el trato suele ser muy distinto en condiciones similares. De comprobar que no es competencia sana, sino rivalidad, acude con sus superiores o al departamento de recursos humanos de la empresa para presentar una queja. En el amor El meollo de la rivalidad femenina está en la autoestima de cada mujer -advierte la psicóloga Nancy Estela Ruiz-, en si quieres ser o tener más que otra. La mujer que vive en eterna rivalidad, agrega la especialista, no está conforme con quien es, se pasa los días observando lo que tienen quienes están a su alrededor; envidia su vida, su novio, su físico. Buscan el amor bajo los parámetros de lo que han conseguido las demás para ser mejores o al menos iguales, y no voltean a ver lo que ellas necesitan o con lo que ellas pueden compatibilizar. En ocasiones, empiezan a boicotear la relación de quienes están cerca, para “bajarles” la pareja; cuando lo logran, muy rápido se deshacen del trofeo porque ya no les satisface y ahora van en busca de robárselo a otra. “Viven en un ideal, porque muchas veces con quien compiten no tienen la perfección que ellas mismas le fabricaron. Ésa que ve como rival no es perfecta; el hombre que tiene a su lado tampoco es tan lindo como ella imagina; le crean esa imagen irreal por el deseo de superarla… y cuando se dan cuenta que no tiene nada extraordinario, van por la que sigue”.

El enfoque psicoanalítico sostiene que la dinámica familiar y el vínculo que una mujer tuvo y mantiene con su madre nos dan importantes indicios de cómo llegó a odiar a su propio género. De acuerdo con Silvia Lobo, la rivalidad malentendida entre mujeres nace en el seno familiar, cuando madre e hija se disputan el amor del padre. “Definitivamente, hay aspectos que van determinando o condicionando el futuro de las mujeres, como la mirada amorosa de la madre, que no es una metáfora ni un buen deseo, sino la necesidad de verse cada una reflejada en su interior. Una hija siempre necesitará del reconocimiento amoroso de su madre, pues las mujeres son condicionadas a ser las depositarias de los sentimientos y las madres ser quienes los consolidan. De esta forma se constituye la identidad de las mujeres”. El terreno social En la actualidad los seres humanos estamos metidos en una crisis de sentido de vida. Estamos sometidos al consumismo desenfrenado, al reconocimiento social y al crecimiento económico, por ende, eso lleva a enfrentarnos unos con otros.

Criticar, odiar, envidiar, pisar para mantenerse arriba lo más que se pueda. En un gimnasio es muy común ver cómo se analizan entre mujeres: ¿Qué tipo de ropa deportiva lleva? ¿Es de marca? ¿Tiene celulitis? ¿Se le ve la lonja o el busto desinflado? ¿Está aguada? En un bar, la rivalidad va por ver quién conquistará al mejor galán del lugar, quién lucirá mejor vestuario, quién se verá más guapa y atractiva…
Es complicado que entre mujeres haya críticas sanas respecto a la apariencia; por el contrario, hay miradas rigurosas, cuchicheos, gestos de desaprobación. La pedagoga Nora Rodríguez advierte que cada mujer se da a sí misma un valor en relación a otra; por ello, hay que construir la vida propia, edificar un proyecto personal de vida y aceptarse tal como se es. No se obtiene nada positivo de convertirse en productos de cotización. Desde los tiempos greco-romanos, las mujeres se convirtieron en reprimidas que a la vez eran represoras. 


Sufrían y ejercían sobre otras mujeres fuertísimos mecanismos sociales de control para que no cometieran infracciones. Han sido precisamente las estructuras de la sociedad, con sus necesidades económicas, las que han explotado a la mujer como fuente de riqueza. Y han sido las culpables de las diferencias entre los sexos. Hoy en día éstas tienden a disminuir, a medida que las mujeres acceden a iguales oportunidades educativas que los varones. Sin embargo, por esas carencias que arrastramos por educación desde niñas, se tiende a desear lo que la otra tiene, y cuando se consigue, el vacío no se llena y se quiere más.

Desde el punto de vista psicológico, hay -en las mujeres que buscan siempre dar pelea- rasgos de personalidad neurótica, obsesiva, narcisista, antisocial. Las mujeres conseguiremos el éxito, si luchamos solidariamente. Advierten los psicoanalistas que cuando una mujer hiere a otra con una frase burlona o una mirada hostil, se lastima a sí misma, y cada vez que se expresa mal de una o desestima a otra, refleja por fuerza lo acumulado en sus costillas.

¿Qué reflejas tú?

COMPETIMOS O CONVIVIMOS?


Estar con amigas es una experiencia que ayuda a vivir mejor.

Las relaciones de amistad y camaradería que se dan entre mujeres son vínculos estrechos y enriquecedores que nutren a las personas en varios niveles de su existencia. Unas a otras se escuchan, se acompañan, se divierten, se ayudan… Desde compartir una receta de cocina hasta el cocinar juntas la vida misma; la relación que se da entre ellas es origen de gran fortaleza, de grandes sonrisas, de disfrutar mucho de su estar y es fuente de gran poder.
Realmente, estar con amigas es una experiencia que ayuda a vivir mejor. No obstante, es muy común que se escuche a la gente decir lo contrario.
Se dice que las mujeres ven enemigos en todas las demás. Ahora, si bien esto puede ser cierto, no sólo aplica a las mujeres; la competencia se da también entre hombres, sólo que ellos lo manifiestan con diferente perfil. Todo apunta a señalar que la rivalidad es un comportamiento que se da entre humanos desde la infancia por querer preservar aquello que les da seguridad para la vida.
El instinto primordial humano es la supervivencia y mantener todo lo que sea vital para ello: físicamente, tener todas las necesidades básicas satisfechas; emocionalmente, se busca reconocimiento, cobijo, amor; y mentalmente, es importante confiar en sí misma/o y saberse buena persona. Si en el externo aparece algo que amenace con arrancar o alterar estas condiciones, lo que sea, la persona reacciona y, dependiendo del nivel de amenaza, generalmente lo hace agresivamente o corriendo y huyendo de la situación.
Durante la infancia surgen las primeras conductas de rivalidad: los hijos e hijas compiten entre ellos por el afecto y el cuidado de sus padres. El objeto u objetos por competir irán cambiando conforme el individuo vaya creciendo y sus necesidades vayan cambiando con el desarrollo.
La mayoría de personas crece con carencias, sobre todo de amor y reconocimiento; esto resulta en autoestimas sumamente bajas y en creencias falsas de que entre más dinero, prestigio, parejas, diplomas, etcétera, etcétera, se adquiere valor también. Esto representa una honda y destructiva inseguridad, que es la base idónea para vivir comparándose con todos y todas, y prestos a competir…
Entre las personas del género femenino, el pique puede ir desde lo más banal, como tener mejor cuerpo, hasta situaciones de valor profundo, como es defender su dignidad e integridad como ser humano. Sin embargo, la que más se acostumbra es la de competir por los hombres y esto, de profundo… pues no tiene más que la estupidez. Es, sobre todo, en este ámbito que todas las otras mujeres se convierten en amenazas continuas y la rivalidad se establece como deporte… aunque no se gane nada.
Lo más común es que se abandonen, se traicionen, mal hablen, desprestigien a sus congéneres… con tal de quedar bien ante un hombre. Se observan, revisan, planean cómo mejorar, hacer o decir como la que les resulta amenazante y bueno… ¿qué puedo escribir aquí que no conozcamos todas, porque lo hemos vivido o padecido?
La buenísima noticia es que esto está cambiando y es súper afortunado, ya que las mujeres perdemos nuestro poder al separarnos de las demás, sobre todo al querer destruir a alguna.
Dejemos ya de hacernos daño al querer lo que la otra tiene. Mejor bailemos en su honor. Asómate al espejo y verás a todas las mujeres que han existido y las que lo harán. Dales aceptación. Entre más unión y respeto hay entre las mujeres, más fuerza, alegría y amor vamos generando para el mundo y su humanidad.

Lo más común es que se abandonen, se traicionen, mal hablen, desprestigien a sus congéneres con tal de quedar bien ante un hombre. Se observan, revisan, planean cómo mejorar, hacer o decir como la que les resulta amenazante y bueno… ¿qué puedo escribir aquí que no conozcamos todas, porque lo hemos vivido o padecido?

Ejercicio de visualización en 5 pasos:

1. En un lugar cómodo y en silencio, con los ojos cerrados, haz cinco respiraciones profundas, exhalando toda la tensión.
2. Trae a tu mente las veces que te sentiste “menos” que otra mujer: una amiga, tu mamá, una hermana, una actriz.
3. Identifica por qué te sentiste mal. Revisa cuántas veces te has sentido así. Sé honesta, se trata de liberarte.
4. Recuerda el sentimiento contra esa persona, déjalo ir y perdónate por ello, pero perdónate más por haberte hecho daño con tal creencia.
5. Libera lo que antes te hizo daño, reconoce el valor de tu Ser. Respira en paz y siente cómo te puedes ver en todas las mujeres y sonreír con ellas. Abre los ojos cuando quieras.

CUENTATE TU VERDAD


“Cuando el hombre no se encuentra a sí mismo, no encuentra nada” Goethe

Nos esforzamos tanto por construirnos una imagen, que vamos reprimiendo todo aquello que consideramos negativo y hacemos todo por engañarnos. Nos atemoriza enfrentar estos asuntos porque tal vez descubramos que somos algo horrible.

Nadie puede amar a quien no conoce. Por eso es que el amor no puede ser ciego, uno tiene que saber quién es el otro y después, en base a este conocimiento, se le puede amar. Pero también el otro tiene que conocernos. Para esto es necesario que uno se muestre tal como es, y aquí viene la pregunta que casi nadie se hace: ¿me conozco?

Quien no se conoce a sí mismo, no se puede mostrar como es. El ser humano siempre encuentra evasivas para no tomarse la molestia de descubrirse. En el antiguo oráculo de Delfos todavía existe un letrero a la entrada con la leyenda “Conócete a ti mismo”. Muchos historiadores coinciden ahora en que ésa era la respuesta a cualquier problema, una sola y la misma para todos. Siempre estuvo ahí a la vista, pero nadie la quería ver, ¿por qué?

La respuesta es miedo. Es tanto el esfuerzo que hacemos por construirnos una imagen, que en el camino vamos reprimiendo todo aquello que consideramos negativo. Negamos aquellos impulsos que consideramos impropios y hacemos todo por engañarnos. Nos atemoriza enfrentar estos asuntos porque tal vez descubramos que somos algo horrible.
Recurrimos a la negación como mecanismo de defensa ante algo que nos afecta. Algunos piensan que si niegan lo que les pasa o lo que les preocupa, esto terminará por desaparecer. Eso nunca sucede. Negar la verdad suele activar mecanismos de justificación; estos tampoco resuelven el problema. A la larga, la negación es un arma nociva. Aquello que se niega no desaparece, se incuba y, tarde o temprano, se manifiesta de alguna manera. Curiosamente, la mayoría de las mujeres que padecen cáncer de mama o cervicouterino, pasaron antes por períodos estresantes durante los cuales reprimieron sus emociones, ocultaron su dolor o negaron la ira. No hay pruebas científicas de esto, pero la observación de este factor, por parte de muchos oncólogos, nos hace sospechar que la negación de los sentimientos negativos puede provocar que el organismo termine por atacarse a sí mismo. El autoengaño no se sustenta en los demás, sino en uno mismo.
No se puede responsabilizar a nadie ni a nada por las mentiras que nos contamos. Quien reflexiona sobre sí mismo, sobre su te
mperamento puede reconocer más fácilmente sus sentimientos. Esto requiere responsabilidad y un alto grado de honestidad. El conocimiento de uno mismo, de las vivencias que han influido en nuestra vida, nos ayuda a saber por qué reaccionamos de determinada manera ante una situación, o qué debemos modificar para que nuestras relaciones resulten satisfactorias, las amorosas y las otras. Pero tampoco nuestra historia personal debe erigirse en condicionante fatal que nos impide abrirnos a opciones con expectativas de éxito. Como seres inteligentes y emocionales que evolucionan, somos un proyecto por hacer. Pero un proyecto propio, nadie más puede encargarse de él.

LOS VIDEOJUEGOS Y SUS EFECTOS NOCIVOS


La exposición crónica a ellos cambia funciones cerebrales específicas e insensibiliza a los jugadores a la violencia real.
Hoy en día, es común ver niños que parecen “portarse muy bien” en el asiento trasero de los coches o sentaditos en una sala de espera. En realidad, están totalmente concentrados en su videojuego portátil, lo cual es para muchos una maravilla, porque los entretiene y “no dan lata”. Muchos papás de niños o adolescentes piensan que los videojuegos son la solución perfecta para mantener a sus hijos en la casa sin que anden por ahí, exponiéndose a las malas amistades, a los peligros o metiéndose en problemas. Por desgracia, la mayoría de los padres ignoran que muchos de estos juegos son nocivos o sólo para adultos. Un estudio realizado por tres universidades norteamericanas reveló que existe una marcada relación entre la conducta violenta de los jóvenes y los videojuegos violentos. Se concluyó que la exposición crónica a los mismos cambia funciones cerebrales específicas e insensibiliza a los jugadores a la violencia real. Los videojuegos violentos enfatizan conductas negativas.
“Matar” suele ser la acción indispensable para ganar. Hay que matar personas, animales o enemigos fantásticos como única alternativa para salir adelante. En muchos se exalta el comportamiento criminal, la explotación sexual, la violencia hacia la mujer y la utilización de obscenidades e insultos.
Algunos juegos conectan con la Internet, lo que permite a los niños y adolescentes jugar en línea con desconocidos.
Con los nuevos teléfonos celulares que se conectan a la red, cualquiera tiene a
cceso a esta práctica en cualquier sitio (hasta en las aulas). Los estudios también han demostrado que mientras más realista y repetida sea la exposición, a la violencia, mayor será el impacto en los niños. Pero aquí no se trata sólo de una “exposición” a la violencia, como es el caso de la televisión; aquí el niño o el adolescente participa activamente siendo él quien toma la decisión de “matar” o “atacar”. Muchos niños y adolescentes se involucran demasiado y hasta se obsesionan con los videojuegos. Algunos pasan más tiempo en ese mundo que en el real. Esto evita que desarrollen destrezas sociales, pasan poco tiempo con la familia y fallan en sus tareas escolares bajando sus calificaciones. Además, al no leer, no ejercitan su imaginación y con esto atrofian su capacidad creativa. Tampoco se ejercitan y ganan sobrepeso. Todo esto añadido a la generación de pensamientos y comportamientos agresivos. Frente a este riesgo, ¿qué pueden hacer los padres? Antes que nada, informarse de la clasificación (ESRB) y considerar el contenido del videojuego, para ser ellos quienes seleccionen los juegos apropiados para sus hijos. Es recomendable que jueguen con ellos al menos la primera vez, para experimentar el contenido. Por otra parte, establecer reglas claras acerca del tiempo que pueden dedicarle a jugarlos. En reuniones familiares o sociales, el videojuego no debe estar presente, porque un niño enchufado a un videojuego es un niño ausente.

DE AMOR Y ACEPTACION....


Creo que no hay algo en la vida que tenga más claro: A los hombres hay que aceptarlos y quererlos, pero cambiarlos… ¡está en chino! Ni para qué invertir tiempo, esfuerzo y batallas que sólo te desgastan y te llevan a una profunda frustración y un verdadero agotamiento.

El tema central no es cambiarlos, creo que es saber elegir lo mejor posible a un hombre con el que compartas tu vida. No existen los príncipes de los cuentos que leímos de chiquitas, eso sólo está en nuestra imaginación. Lo que sí hay son hombres con defectos igual que nosotras, con impulsos, sin límites, con arranques, tímidos o muy aventados… ¡igualitos a nosotras! Yo no sé en qué parte de nuestra educación se nos enseñó que podíamos controlarlos, cambiarlos, mejorarlos o empeorarlos. El que sea, así es, punto.

Lo que sí creo que es importante rescatar con un hombre son los puntos de encuentro que tenemos en nuestra relación y si éstos son positivos, nos hacen crecer juntos, los disfrutamos y nos llevan a vivir en conjunto una vida sana con espacios recreativos o intereses en común, vale la pena quedarse. Y no hablo de cantidad en puntos de encuentro porque si no seríamos iguales y que flojera, los distintos se atraen, se complementan, se descubren, de lo que hablo es de la calidad y de la importancia en nuestras vidas. No en todo estaremos de acuerdo pero en lo básico debiéramos.

El básico depende de cada quien y hay que hablarlo, plantear en lo que sí estamos dispuestos a ceder y lo que definitivamente no es negociable. Si algo de lo anterior no nos hace clic, es mejor dejar por lo sano la experiencia de vivir al lado de ese hombre. Ojalá busquemos en nuestras diferencias esos puntos de encuentro para funcionar juntos y si no existen, la pregunta sería ¿Qué carambas estamos haciendo ahí?

Te reto a que hagas un breve análisis de los puntos que compartes positivamente con tu hombre, si estos te llenan y son buenos para ti ¡aplauso! Si no, más vale tomar otras decisiones. El tiempo es muy valioso y no se puede desperdiciar en malas relaciones.

CUIDADO CON LAS PERSONALIDADES NARCISISTAS


Comentarios derogatorios, sarcasmos y faltas de respeto parecen ser el pan de cada día.


Detrás de un individuo agresivo, siempre encontramos una personalidad narcisista, misma que conlleva una inagotable sed de admiración y adulación. Para él, los demás deberían acatar sus propios puntos de vista, los cuales considera irrebatibles e infalibles. Su visión de las cosas es el patrón al cual el mundo debe someterse.
El narcisista vive más preocupado por el efecto teatral y el reconocimiento de su actuación, que por la eficacia real de sus acciones. Cuando ejerce una posición de poder, se rodea de gente que le adula constantemente, aunque lo hagan sólo en función de un interés mezquino.
El narcisismo recibe su nombre del legendario mito de Narciso, que nos brinda la imagen de esta personalidad al ser este personaje transformado en una planta que da flores muy bellas, pero de olor nauseabundo. De igual manera, en el narcisista hay, a pesar de su apariencia, algo que huele muy mal.
El individuo con personalidad narcisista presenta cinco (o más) de los siguientes rasgos:

1. Tiene un sentido grandioso de su propia importancia; exagera sus logros y sus capacidades esperando grandes reconocimientos.

2. Tiene fantasías de éxito ilimitado, poder, brillantez, belleza y amor ideal imaginarios.

3. Cree que es "especial" y único y que sólo debería asociarse con otros individuos especiales o de alto estatus personal o institucional.

4. Exige una admiración excesiva.

5. Cree que merece un trato especial. Piensa que se le debe todo y que tiene derecho a que se cumplan automáticamente sus deseos y expectativas.

6. Se aprovecha de los demás para conseguir sus propios fines.

7. Presenta actitudes y comportamientos arrogantes y altivos o prepotentes.

8. No reconoce los sentimientos de los demás, carece de empatía.

9. Envidia a los demás y cree que lo envidian a él (suele devaluar a quien reciba una felicitación, pensando que él es más merecedor de la misma).

El narcisista se refugia en su propia imagen de grandiosidad, ello le permite elevar su baja autoestima y sentirse un poco mejor consigo mismo.
El enojo es una emoción natural muy diferente de la ira. Ésta se caracteriza por arranques de furia desmedidos, gritos, destrozo de objetos y golpes. La ira desata una reacción placentera en la química cerebral del narcisista y esta respuesta interna puede ser adictiva, ya que le da una sensación de poder y le permite liberar sentimientos que ha reprimido por años.
La autoestima nunca se eleva degradando a otros, ni mostrando tal nivel de envilecimiento ni deleitándose en la propia crueldad. Se incrementa cuando uno mismo es capaz de sentirse orgulloso de los propios méritos y logros. La decisión de ser digno es propia y se toma frente a cada acto que se realice.

VICTIMAS DE LAS SIRENAS


La violencia doméstica no sólo se limita a las mujeres

Por siglos, los marinos han narrado las leyendas de sirenas, seres mitológicos de gran belleza que seducían a los hombres con su poder de encantamiento para después matarlos. A veces, las descubrían peinando sus hermosas cabelleras y cantando con dulzura. Otras, la sirena aparece fingiendo ser una mujer que pide ayuda porque está ahogándose, el caballero rescatador se lanza al agua y no vuelve a salir.

Se suele pensar que en la violencia doméstica la mujer es la víctima. Sin embrago, hay muchos casos en los que él es el dependiente y ella lo domina, lo subyuga y lo ataca. Estas relaciones suelen iniciar como la leyenda de la sirena, el hombre se enamora de una mujer que lo atrae con un dulce encanto, o bien cree que es el príncipe valiente que la rescata de alguna situación difícil.

Poco se sabe de estos casos porque el silencio que guarda el hombre maltratado es casi total. En una sociedad machista, le resulta vergonzoso confesar que una mujer lo maltrata. Palabras como “mandilón” se escuchan en tono de burla cuando un hombre parece estar dominado por su pareja. Sin embargo, muchos varones son víctimas de mujeres que ejercen la violencia contra ellos con fría crueldad y, siendo adictos a esa relación, no pueden dejarlas.El anonimato les ayuda a hablar. ¿De qué tamaño es el problema?

La mujer a veces ejerce la violencia en forma física que puede ir desde bofetadas hasta esgrimir enseres domésticos como sartenes, planchas, adornos o cuchillos. Lo más común es la violencia psicológica y emocional. Muchos hombres son víctimas de una cruel manipulación por parte de su madre, novia, hija o esposa. Esta violencia es muy sutil pero devastadora. El chantaje suele ser su principal arma y logran que él se sienta culpable eternamente. Los hombres dependientes no pueden decir que no y hacen todo para complacer a su medusa.

El problema de los hombres maltratados parece no existir. Existen organismos para la protección de la mujer pero no hay nada para apoyar al hombre víctima de maltrato y abuso. Aun si existiera, no se sabe si ellos acudirían. La mayoría de estos hombres no son conscientes de tener un problema. Ven a su victimaria como la que tiene el problema.

A diferencia de las mujeres que suelen ayudarse entre sí y se apoyan unas a otras, el varón calla aunque esté viviendo una historia de auténtico horror. Además, tiene la sensación de que él puede soportar y controlar la situación, cree que puede frenar a su mujer encontrando maneras de darle gusto. No se da cuenta de que su situación es patológica y que puede ir agravándose hasta amenazar su propia vida. Pero sobretodo, no ve que él tiene un problema de dependencia.

El carácter vulnerable a la dependencia se muestra desde la infancia. No sólo las niñas, también los niños necesitan crecer con una autoestima sólida, no aprendiendo a “aguantarse como machitos”.

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